No tarda
en embullecer
la confusión
del colectivo
si la muñeca
más pintona
la embelesa
un forajido.
Ella no quiso ser Julieta,
él nunca supo ser Romeo.
Y se entregaron sin rodeos
al frondoso cosquilleo
de lo incipiente y febril.
Si hay amor cuando aparecen
las figuras más macabras,
y al destino el desatino
lo sorprende a carcajadas.
¿Cómo puede traducir
la frustración a las palabras?
Que se lo pierda por gil.
Y un acertijo glotón,
con estómago de anfibio,
se alojó en su corazón.
Que halló la resolución
en el resguardo de un gran varón,
que la amó sin titubios.
Y un relámpago pectoral
a este crónico infeliz,
le dio un golpe visceral
y ensanchó su cicatriz.
Escurrió su miseria,
y la niebla que lo obnubiló
no escatima en violencia
y en su malestar lo sepultó.
Ella vuelve con un dolor.
Sumergida en su interior.
Y él, un trémulo de ilación,
lo conduce a la inacción.
Paga caras cuentas
de no haberle hecho caso al amor
y una reminiscencia
lo sucumbe a la insatisfacción.
Me acercaron tu figura,
golondrina joviales,
un estornudo del otoño
ornamentaba tu descenso.
Con retazos de la luna,
criaturas celestiales
le surtieron la conjura
al estallido de tus besos,
besos de tinta sin fin.
Vos tan blanca y tan azul.
Yo tan grandul. Yo tan escueto
(con tu séquito de locos
apuntándome al pescuezo).
Un mentón que su humedece
canta entrevería su deseo,
pero la fiera en cautiverio sabe
bien que hay un secreto…
Y es ningunear al festín.
Y ese silencio tronó.
Cúspide de la impaciencia:
no imaginan la reacción
de un arlequín bonachón
que no produce
la aprobación
de un payasito
harapiento.