Piensa que su verdad es todo
y lo que opinen los otros
no entra en discusión.
Sabe que hacen doler sus armas
máximas absolutas
nada que argumentar.
Sólo cree en sus creencias
atacando a los demás.
Todos son enemigos
cuando no piensan igual.
Su intolerancia lo dinamiza
y lo energiza su obstinación.
Gana la guerra el que queda
y no el que tiene razón.
Va en su burbuja por la ciudad
polarizando todo en blanco y negro.
Para grises no hay chance de ganar.
Ve y no quiere dejar de ver
que sólo se trata de agua y aceite.
Revolverlos sólo le hará perder.
Que empiece el juego.
Que empiece el juego.
Que empiece el juego.
Que empiece el juego.
Siente que solo se defiende
de otros que lo han golpeado
y que nunca perdonará.
Ciego en sus fanatismos.
Sordo a cualquier opción.
Vive condicionado
como el perro de Pavlov.
Pone la mira en su adversario
sólo para desacreditar
qué fácil es ser moralista
qué difícil tener moral.
Va en su burbuja por la ciudad
polarizando todo en blanco y negro.
Para grises no hay chance de ganar.
Ve y no quiere dejar de ver
que sólo se trata de agua y aceite.
Revolverlos sólo le hará perder.
Que empiece el juego.
Que empiece el juego.
Que empiece el juego.
Que empiece el juego.
Su verdad es la única.
Su mensaje es fóbico.
Su lenguaje es mesiánico.
Su peligro es tóxico.
Su discurso es dramático.
Su despecho es cínico.
Su violencia es volcánica.
Su legado es fatídico.
Su verdad es la única.
Su mensaje es fóbico.
Su lenguaje es mesiánico.
Su peligro es tóxico.
Su discurso es dramático.
Su despecho es cínico.
Su violencia es volcánica.
Su legado es fatídico.
Que empiece el juego.
Que empiece el juego.
Que empiece el juego.
Que empiece el juego.