Hizo covers de Los Beatles, Tom Jobim, Eduardo Mateo y Alfredo Zitarrosa. De excelente humor, el ex Shakers y ex Opa dio una clase de música popular. La nota de Mariano del Mazo, para Clarín.
Hugo Fattoruso ostenta un pasado repleto de medallas. Fundador junto con su hermano Osvaldo de Los Shakers (lo más parecido a Los Beatles que hubo en el Río de la Plata, y no sólo por una cuestión de imitación), fundador también del grupo de candombe jazz Opa, arreglador de discos de Milton Nascimento y de Hermeto Pascoal, el tecladista divide su notable presente artístico en tres modalidades: el Trío Fattoruso, de jazz y fusión, con su hijo Francisco en bajo y su hermano Osvaldo en batería; Rey Tambor, una candombera cuerda de tambores; y como solista.
Así, de esta última manera, solo con su teclado, en la lluviosa noche del domingo, en La Revuelta, «el Hugo» largó con dos covers: Desafinado (Tom Jobim) y Esa tristeza (Eduardo Mateo). Cada vez más volcado al concepto de canción y dejando las incursiones instrumentales y las morosas improvisaciones para los otros dos formatos, Fattoruso mostró su ADN delineado por el beat, la bossa nova, el samba, el candombe, el tango y hasta el vals peruano. En ese camino maravilló con su versión de Carta a poste restante, un añejo tema de Jaime Roos.
Jugando con una máquina de ritmos y —a pedido del público— con algunos estribillos de Los Shakers (hizo un fragmento de Rompan todo y saludó a un viejo fan perdido entre el público que los fue a esperar al aeropuerto Jorge Newbery la primera vez que Los Shakers vinieron a la Argentina, en… ¡1964!), hizo De qué callada manera en portugués y tres éxitos de Los Beatles: And I love her (casi lounge), You Really Got a Hold on me (vuelto un furibundo blues) y I»m a Loser (vuelto jazz).
Con la voz intacta y un fraseo ubicado entre el candombe y la bossa nova, Hugo Fattoruso se deslizó por Loco de amor (Rubén Rada), Milonga para una niña (una vibrante versión del clásico de Alfredo Zitarrosa) y se fue con Adiós Pampa mía (Mores y Pelay). Al pasar comentó, sin quejarse, que tiene tres discos grabados pero que no le resulta fácil editarlos. Después pidió un ron y se quedó conversando con la gente.