De alguna manera padres de una generación musical, Los Gatos supieron mantener a través del tiempo una coherencia y evolución musical más profunda que muchos grupos supuestamente más progresivos que ellos. No obstante, en los últimos dos años las estructuras que los sostenían parecen haberse desvencijado. No precisamente por causas musicales: cada vez que acometieron salieron airosos y reacapararon la atención y consiguieron nuevos devotos. Pero fueron manoseados en su imagen en su actividad. Todavía no está muy claro si ellos mismos provocaron ese desgaste o fueron producto de la ambición de algunos. La primera tentativa parece ser más probable. Convencidos —o autoconvencidos— que su ciclo se terminaba en la Argentina, agigantaron la idea, además, de que en el país (a causa del oído del público, de la presión de los productores y de otros inconvenientes de tipo doméstico) no podían hacer la música que realmente aspiraban a brindar.
Para conseguirlo, cuatro ue ellos partieron a los Estados Unidos. Por falta de medios —dijeron— no fueron más allá de alguna sesión entre amigos. Mientras tanto. Litto Nebbia, aparentemente más consciente, se quedó en la Argentina haciendo música para su público, sin por ello dejar de evolucionar para el lado que quiso (exceptuando algunas concesiones del tipo de «Rosemary»).
Alertados por la falta de abastecimiento económico, los que estaban en Nueva York (que habían quedado reducidos a tres —Ciro, Alfredo y Moro— por la deserción de Kay) retornaron a la Argentina para reunirse con el factotum del grupo, Litto, y con Pappo, un guitarrista que surgía en esos momentos.
La historia se repitió, como calcada, poco más de un año después. Esta vez con la inclusión de Litto Nebbia en la partida hacia el nuevo objetivo: Europa. Pero tampoco esta vez las cosas salieron como ellos querían: por problemas con su servicio militar, Nebbia debió frustrar su viaje y seguir en la Argentina. En su reemplazo, Pappo, separado apenas unos meses antes del grupo, volvió a integrarse a pesar de declaradas disidencias. España era la etapa de actuación, Londres la de turismo y compra de equipos y Roma la de grabación.
Algunas actuaciones en España, en un boliche, aportaron dineros. Aparentemente la cosa no pasó de eso. Supuestas nuevas fricciones repatriaron a Moro y Alfredo nuevamente para Buenos Aires. Quedaron sólo Ciro y Pappo. Urgente mandaron a llamar al bajista David (ex Pesada del Rock) y al baterista Corre (ex Walker, ex Mentales) para emparchar el conjunto. Aparentemente no lo conseguía. Algunas semanas después de la nueva unión el guitarrero Pappo partía, independiente, hacia Londres.
OTRA VEZ EL MISMO VERSO
A pesar de los accidentes de «ruta», parte de la historia pergeñada en oportunidad anterior, sin embargo. volverá a repetirse. Como la otra vez, sus representantes en Buenos Aires vuelven ahora a difundir la noticia de que Los Gatos retornan.
Con todo el acostumbramiento del púlico a este tipo de volteretas, esta vez el recitado parece ser mucho más extraño: aunque se van a llamar Los Gatos, paradójicamente, en su formación sólo hay un integrante del conjunto originario: el organista Ciro Fogliatta; el resto del grupo —según argumentan sus promotores— es el siguiente: David, en bajo; Corre, en guitarra, y quizás un cantante negro (que canta en inglés) y un guitarrista español (sin confirmar) o argentino (también sin confirmar, aunque algunas versiones aseguraban que se integraría a ellos Roque Narvaja, violero de la baqueteada Joven Guardia).
Como anticipo de su llegada, que se produciría en noviembre, los supuestos Gatos enviaron un mensaje grabado de salutación a dos disc jockeys porteños. Mientras tanto, Litto Nebbia sigue empeñado en mantener su mutismo, sin opinar tampoco esta vez sobre esa insólita reaparición de Los Gatos, un nombre que él mismo tiene registrado junto con Ciro. Consultado Horacio Martínez, el manager que acompaña al grupo desde sus primeros días, sobre la dudosa autenticidad de estos nuevos Gatos, respondió lo siguiente: «Estando Ciro —dijo— considero que el conjunto sigue siendo Los Gatos. Estoy tranquilo porque voy a vender algo que suena bien. Allá en España están matando: trabajan en Barcelona y en Málaga junto a artistas como Peret y Tony Ronald, compartiendo el mismo cartel. Quiero que quede claro una cosa: ¡Los Gatos no vienen a robar!»
Pregunta a cualquiera: Si el día de mañana George Harrison, por ejemplo, resulta tener la propiedad legal del nombre Los Beatles y resuelve formar un grupo con otros tres integrantes que no sean ni Ringo, ni John, ni Paul, ¿tiene algún derecho moral para llamar a ese conjunto «Los Beatles»?