El hermano de Luca va a debutar en cine como protagonista en La Entrega. Y se prepara para dirigir su primer largometraje. La entrevista de Pablo Schanton, para Clarín.
«Bario» o «Inglatera» pronuncia Andrea y enseguida uno le saca el apellido. Sin embargo, este actor y cantante de cuarenta años que combina simpatía y elegancia con una seducción que le sale de lo más natural no remite al cantante de Sumo desde sus facciones. Más bien, podrían recordar a nuestro Adolfo De Grazia estilizado con un toque europeo, algo de Mastroianni, tal vez. De él siempre se supo que allá en Europa era actor y de los que eligen los grandes (Liliana Cavani, Peter Greenaway). Además, se sabe que canta y mucho: en Viva Voce (96), su único álbum solista hasta el momento, su garganta imita admirablemente todos los instrumentos.
La cosa es que pronto podría dejar de ser conocido solamente como «el hermano de Luca»: insiste con formar parte del nuevo cine argentino. El 26 se estrena La entrega, la primera película nacional que le tocó protagonizar junto a María Socas dirigido por la debutante Inés de Oliveira Cézar. En estado de edición todavía está El jardín primitivo de Boy Olmi donde interpreta a un profesor ítalo-argentino que tiene visiones de un Luca Prodan en forma de fantasma que ronda las sierras.
Aún no estrenada aquí, Nowhere (dirección del chileno Luis Sepúlveda) lo mostró junto a Leonardo Sbaraglia y Harvey Keitel en un filme que en el viejo continente pasó sin pena ni gloria a fines de 2001. «La culpa de que haya filmado en Argentina la tienen la casualidad y la mística: mi vida es como un mega I Ching, donde las cosas se van dando, no es algo intencional. Estuve filmando en Europa porque necesitaba dinero, especialmente para enviarle a mi hijo. Si no, me quedaba acá nada más.», asegura apoltronado en la casona palermitana de su directora.
El hijo de Andrea se llama Homero, tiene 5 años y vive con su madre en Trelew. Es el fruto de un proyecto de familia que tuvo Andrea durante sus tres años de estancia en Nono (Córdoba). Ahora, separación por medio, le cuesta volver a aquella casa serrana. «El primer enganche con la película de Inés lo tuve porque me identifiqué con el protagónico femenino: es una madre que se siente frustrada por no poder estar más con su hijo y se llena de dudas y de culpas, que es algo que a mí me pasa. Trato de hacer lo mejor para el chico y de no pelearme con la madre, pero está tan lejos… Lo veo en vacaciones solamente. Cuando más sufrí fue cuando vi desde Roma que se iba De La Rúa con el helicóptero y yo sabía que Homero estaba cerca, en Avenida de Mayo. Me sentía impotente del otro lado del mundo, con un miedazo. Después me hice carne del personaje que me tocaba, el de un científico que olvida su pasado en Italia para desaparecer en una metrópolis sudamericana y no ser re conocido por lo que hace. Un poco como yo, ¿no?».
¿Por qué te atrae tanto la Argentina?
Me siento cómodo porque éste es un país hecho de otras culturas. Nací en Italia, pero ahí me siento más extranjero que acá. Mi vieja era escocesa; mi papá, austrohúngaro y me mandaron a estudiar a Inglaterra. Cuando volví a Roma, quise actuar en el cine local pero no me salía hablar el italiano extremadamente formal ni el de barrio. Hablaba mejor el inglés, hasta que el director Gianni Amelio se empujó a hablar el italiano como me salía.
Qué raro. Te querés quedar acá cuando muchos se quieren escapar a Europa.
Por ahí ustedes no lo ve, pero Buenos Aires está pasando por un momento creativo interesante. Yo estuve participando en asambleas barriales en mi barrio, en Caballito. Acá hay más historias de vida que Historia con mayúscula.
Su proyecto de documentar con fotos y canciones (Rita Pavone, Joy Division) los comienzos musicales de su hermano está congelado. Por ahora, su música se acumula en una portaestudio digital sin ediciones a la vista. Su problema es el nomadismo que lo condena a un circuito permanente entre Roma, Buenos Aires, Bologna, la cordobesa Nono (ahí viven sus amigos de Las Pelotas) y quién sabe adónde lo lleve la próxima película. Hoy su mira está puesta en la realización de su primer largometraje. Y quiere debutar como director en Argentina.
De pronto cambia la voz y, cual ventrílocuo, hace salir de él a un tal Piero Stamij, un director búlgaro que él mismo inventó. «Desde 1998, le pido el set de filmación a un director y pongo a un actor ante la cámara para que hable sobre Piero aunque no sepa quién es. Yo les digo que hizo una película sobre la soledad de la primera perra astronauta que se llama Laika no ladra más y todos se largan a improvisar. Unos dicen que es un hijo de puta porque ató a una mujer a una cama; otros que es un genio porque inventó el maquillaje que no se sale bajo el agua. Es un juego infantil. La película se va a llamar Return to Sender y es un documental falso que voy a firmar con el seudónimo de un francés. Todo muy argentino, muy borgeano.»