«Creo que lo que logramos en este disco fue posicionarlo en un lugar donde algunas generaciones tal vez olvidaron el rol que cumplía Norberto cuando sus temas salieron a la luz por primera vez», desafía Juanse sobre su nuevo trabajo.
A menos de un mes de su lanzamiento repasamos con el ex Ratones los detalles del disco, lo que significó el Carpo en su vida y la presentación oficial este miércoles en La Usina del Arte.
¿Cuándo nació la idea de hacer este homenaje a Pappo?
En realidad son versiones que tomé la decisión de hacer, el homenaje es el que nos brindamos mutuamente compartiendo tantos años de carrera, en los escenarios y la vida. Además la forma en que interpretábamos la música, no sólo en la ejecución sino en la audición.
No descarto que sea un homenaje desde la gente al recuperar las canciones a través de mis versiones. Creo que lo que logramos en este disco fue posicionarlo en un lugar donde algunas generaciones tal vez olvidaron el rol que cumplía Norberto cuando sus temas salieron a la luz por primera vez. Él no fue una persona famosa en la época que hizo Pappo’s Blues, sino que entró en la visual masiva a través de Riff. Una gran banda de rocanrol que obviamente usó la imagen del heavy metal y lo hizo conocido con su campera llena de tachas. Pero en realidad era uno de los mejores guitarristas de blues del mundo. Lo dijo B.B. King, que para sacarle una palabra de elogio tenías que meterle una ithaca en la cabeza.
De hecho hay grandes anécdotas de ellos juntos.
Exactamente, y a partir de eso fui más seguidor de Pappo’s Blues porque, si bien me identifiqué con la salida de Riff, ya había iniciado mi oficio y no tenía el tiempo suficiente para ir a todos los shows. Cuando produje «Pappo’s Blues Volumen 8» salieron dos perlitas con mucha difusión: «Tomé demasiado» y «Ruta 66». Hoy todas las bandas de acá y Latinoamérica versionan la que hicimos en castellado de «Ruta». Tomándolo objetivamente, el incendio de Music Hall con todos los masters originales, más un montón de eventos que se fueron dando, hicieron que las versiones y los mitos fueran más grandes de lo que sustancialmente significó Pappo en el mercado discográfico. Al Carpo le iba bien, pero con lo que ganaba viajaba a Londres y Estados Unidos a darse los gustos. Disfrutaba estar con los músicos que él admiraba y caminar por las calles sin que lo miraran con prejuicio. Durante las décadas de los ’70s y ’80s, claramente, imperó un régimen que no iba de la mano de su imagen y eso lo tenía preocupado. A fines de los ’80s tomó la decisión de no tocar más y se puso a trabajar en el taller.
Momento en el que decidiste ir a buscarlo.
Eso sucedió en febrero del ’92 y recuerdo que cuando llegué estaba arreglando un Ford Falcon, auto que particularmente no estimaba. Ahí fue cuando volvimos con todo y se generó ese material llamado «Juanito y el Carposaurio», que nunca salió a la venta y pienso editar en el futuro. En esas composiciones ya se observaban ciertas ganas por retomar la carrera, y de hecho no fue mucho el tiempo de interrupción, sino que el problema puntual fue que se había desencantado de la gente, las compañías y el público.
Le propuse ir a la prueba de sonido de un Vélez de Ratones y en ese momento me llamaron comentándome que estaba la posibilidad de compartir la fecha con Keith Richards. ¿Te imaginás? En esa época era mucho más fuerte, porque no habían pisado Argentina y después de lo que nos costó a nosotros imponer el estilo, esta posibilidad fue sumamente importante. Le hablé a Norberto al respecto y fuimos; cómo habrá sido esa noche que Keith no quería salir a tocar porque estaba aterrado. No había llenado un estadio sólo en su vida y las banderas que llevaba la gente eran nuestras. Finalmente, lo convencieron porque estaba Joe Cocker y tocó tres temas entre nosotros y él.
Al ver ese estadio ovacionándolo, Norberto entendió que había una posibilidad de volver, pero que necesitaba una vuelta de rosca. Inmediatamente después de ese show nos fuimos a Del Cielito a grabar y salió «Blues Local» con un éxito de ventas muy grande. Eso lo reconfortó muchísimo y le permitió hacer Obras y salir de gira con B.B. King.
Este material, con el tiempo, hizo que todo lo anterior prácticamente se enterrara, a excepción de: «El tren de las 16», «Sucio y Desprolijo» y «El hombre Suburbano». Y esa fue la etapa más intrincada en la búsqueda por hacer algo que vendiera más que «Blues Local», cosa que no ocurrió.
A mi entender, no reflexionó correctamente la idea de haber rearmado Riff. A pesar de ser una gran banda, tendría que haber usado como referencia toda esa acumulación de pergaminos en su carrera para canalizarlo en un lugar donde pudiera resolverlo.
Vos no podes ayudar a nadie si no te ayudás a vos mismo. Primero tenés que estar sano interiormente. Había mucha gente que me decía: «no estas bien». Yo los miraba y pensaba: «¿éste me esta diciendo que yo no estoy bien?».
No todas las personas logran ese equilibrio.
Gracias a Dios, hubo personas que llegaron y tuvieron ese equilibrio para poder ayudarme. En el caso de Pappo el desencanto, sumado a los grandes grupos económicos que manejaban la industria donde no había una realización artesanal, le hicieron notar que se estaba moviendo en un lugar donde ya no había receptores.
Mencionaste que el disco tenía un sabor especial ya que no se trataba de canciones compuestas por vos, sino de tu compañero de vida. ¿Por qué decidiste incluir en tal caso canciones como «Ruta 66» y «Una casa con diez pinos»?
Porque él se los hizo propios, la traducción de «Ruta 66» la trabajamos juntos y «Una casa con diez pinos» es un tema que siempre tocaba.
Tiene una letra tremenda.
Sí, es muy melancólica. Y además, Javier Martínez es uno de los más grandes junto a Pappo y Spinetta. Por eso tampoco nos descuidemos porque hay artistas que aún están, no por el reconocimiento sino porque tienen un contenido tremendo y son parte del surgimiento del rock en nuestro país. Muchos andan caminando por la calle sin ningún tipo de esperanza de ser producidos, y en este caso el Carpo fue el primero. Yo tuve la oportunidad de hacerlo porque de alguna manera me transmitió la forma, sino jamás me hubiese animado a entrar al estudio.
Cuando me estaba yendo de gira a San Luis me llamó Daniel Aprile con intensiones de grabar este disco y yo precisamente venía pensando la posibilidad. Teníamos una lista de 28 temas, de los cuales quedaron 14 con la participación de Peteco Carabajal, que es alucinante.
¿Cuál fue el criterio que tomaste al momento de elegir los invitados?
Con Andrés (Calamaro) ya veníamos hablando porque hicimos una versión de «Desconfío» para su disco «El Regreso». Siempre tuvimos una gran afinidad y hacía catorce años que no grabábamos juntos. Afortunada o desafortunadamente, tuve que producirlo yo, entonces me imaginé al tema como una de esas películas argentinas románticas de los ’60s. La música por lo general contaba con Calandrelli como arreglador y estaba tremenda.
Los temas de «Pappo x Juanse» fueron grabados en su primera toma y tocando todos juntos, salvo Peteco que puso el violín después y algunos coros de Andrés.
Modificamos la intro de «Desconfío», porque había miles de versiones y la verdad que trabajamos muy rápido y a gusto. Son invitados clave, al igual que Gabriel Carámbula, y que siempre tuve en cuenta a la hora de pensar en un recurso.
Elegiste trabajar nuevamente con el Portugués Da Silva.
Su aporte fue increíble e irrecompensable, porque sin él se me hubiese complicado muchísimo. Son todos monstruos que van sucediéndose y compartís ese momento desde los tres lados: la música como terráneo en ese universo, como productor y como audiencia. Porque si vos no tenés esa posición, no lo podés producir. Gracias a Dios logré desprenderme de todo tipo de vanidades y estupideces. Costó mucho, porque tu ego juega un papel de interceptor permanente entre las cosas realizables, pero la gente simplemente lo que espera es una buena versión de lo que necesita escuchar.
En el caso de este disco es Pappo x Juanse, como la persona que lo versiona, pero no deja de ser un disco de Pappo y estamos muy contentos. Cuando trabajás con una discográfica es otro mundo. No estás tan preocupado por ver si algún salame te va a criticar, porque lo hacés con mucha honestidad. Creo que esa es la base para que el resto se transforme en una especie de recompensa y cobre sentido.
«Sucio y desprolijo» es una de las versiones que más me gustó.
Precisamente, esa versión fue la primera que sacamos y a partir de ahí empezó todo. Además, estaba Christian Cary de La triple Nelson que, junto al Portugués, logró que la viola saliera desde un lugar que aún no podemos explicar. Técnicamente, uno lo busca pero no siempre se logra. Gaby Perez, Ponch en bajo y Ernie en la otra viola fueron fundamentales, porque había que sonar sí o sí y el resultado fue increíble.
A su vez, me pasó de estar ordenando «Malas compañías» y sin darme cuenta le estaba dando instrucciones a un tipo que ya tiene 80 años. Después de 15 minutos me contó la anécdota de cuando estaba ordenando ese mismo bajo y vino el carpo para decirle que lo corriera al medio. Yo lo escuchaba hasta que caí en la cuenta que estaba hablando de la versión original, o sea que le había dado instrucciones al tipo que grabó el tema con Pappo.
¿Cuá fue el disco de Pappo que marcó tu carrera?
«Pappo’s Volumen 2», porque con ese mismo disco empecé a aprender. Gracias a Dios lo escuché y me di cuenta de que había rocanrol y blues por un lado, y del otro el resto.
¿Cómo te imaginas el vivo de Pappo x Juanse?
Vamos a presentarlo en la Usina del Arte y se me ocurrió tocarlo en orden. Lo hago por él y porque sé que le encantaría que esté todo el mundo escuchando «El hombre suburbano». Se debe estar riendo en este momento, espero (risas). Además hicimos una especie de documental donde hay siete horas netas de grabación de imagen que es increíble, y el videoclip que fue un anticipo de todo lo que va a emerger más adelante.
Fotos: Tatiana Daniele