Muy informalmente, Miguel Cantilo y Jorge Durietz se estuvieron reuniendo para tocar juntos. Pero no para alimentar ninguna expectativa «retornista»: son y siguen siendo simplemente Cantilo y Durietz. De la emoción de volver a tocar una nueva música a dúo, y de su visión crítica del panorama del rock local, hablan en esta nota.
Voces, frenadas de de coches y gritos de chicos son el fondo más urbano posible para ambientar la charla entre dos amigos de siempre: Miguel Cantilo y Jorge Durietz. O Pedro y Pablo, para los que tienen memoria. Y el lugar es ideal: un café de San Telmo, de esos que. uno piensa que sólo existen en los tangos, por sus mesas gastadas y su soledad bohemia.
Nuestra intención al juntarlos no fue la de especular con la posibilidad de una reunión (que quizás algún día se produzca) ni tampoco fue la de comparar el suceso de uno con el silencio del otro. Fue, simplemente y ante todo, la de juntar a dos músicos claves en el rock argentino para dialogar con ellos sobre aquel pasado subterráneo y este presente multitudinario. Y mientras el café apaciguaba el frío de la tarde otoñal, Miguel Cantilo y Jorge Durietz hablaron de todo. Con la misma bronca y el mismo optimismo con que hace trece años empezaron a tocar.
IMPULSO ADOLESCENTE
Miguel Cantilo: «Con Jorge somos muy parecidos en todo. Hasta astrológicamente. Además recuerdo que a los dos nos gustaban los Beatles y Simon 4 Garfunkel.»
Jorge Durietz: «Nosotros empezamos tocando mucho Beatles. Después agregamos temas en castellano de Miguel, por un lado, y míos, por el otro.»
M.C.: «Yo tengo alumnos de guitarra y siempre les digo que hay que tocar temas de los Beaties porque son la base de todo. Hay quienes me miran extrañados porque piensan que es viejo. Nosotros maramos mucho de ellos y los Rolting Stones.»
¿Cómo surgió en ustedes la canción de protesta?
J.D.: Surgió a través de Bob Dylan.
M.C.: Yo me alimenté mucho de Dylan. Me mataban sus canciones. Cosas como «…odio a los jóvenes que se disfrazan de viejos/y a los viejos que se disfrazan de jóvenes», me impresionaban mucho. La canción de protesta me llegó como novedad. Acá, en esa época, todavía no había razones demasiado claras como para encarar una canción de protesta. Había sí, una crisis en todo el mundo que ahora se está agudizando cada vez más. En mí fue como un impulso adolescente. Cuando me dejé el pelo largo y sentí la agresión de la calle, me di más «manija». Era una rebelión contra todo.
Jorge, ¿vos no te sentías identificado con lo que escribía Miguel?
J.D.: No. Con todo no. Los temas míos reflejaban más mi forma de sentir. Yo era más poético, más romántico. Menos realista y más idealista. El empezó leyendo mucho, ¿incluso estudiaste Filosofía y Letras, no?
M.C.: No llegué a estudiar. Cuando terminé el bachillerato intenté, pero no pude.
J.D.: Yo, a los diecinueve * años, no había leído mucho que digamos. Cantaba las cosas de él pensando en la música y en las voces, pero no en el contenido.
M.C.: Yo en esa época aspiraba a ser un intelectual, pero al tiempo me di cuenta que eso no servía para nada, y me alejé de la literatura. Quizás por eso las letras que escribí después —incluso las actuales— fueron muy callejeras. Creo que hay que hacer poesías en el idioma de la gente, no en el idioma de los intelectuales de anteojos. A mí me copa la poesía popular, callejera…
EL FINAL
M.C.: El final de Pedro y Pablo se nota claramente en «Conesa». Allí se marcan las tendencias: a mí me atrapa el rock eléctrico y a Jorge lo acústico. A partir de ese momento comienzo a buscar los músicos que recién encuentro con Punch. Pero para hacer música acústica sé que nunca voy a encontrar a nadie como Jorge. Y por eso voy a su casa y tocamos juntos temas que yo no puedo hacer con Punch por una cuestión de estilo. Pero en mí hay un rinconcito de música acústica que yo sé que es Pedro y Pablo, y que lo va a ser hasta el día que me muera, porque así nació y así va a ser.
J.D.: Hace unos años, Miguel me escribió desde España para reunir Pedro y Pablo allá. Yo le contesté que en ese momento no podía. El me volvió a escribir para convencerme, pero me decía que si yo no quería, no importaba porque «Pedro y Pablo nunca morirá….»
M.C.: Creo que el tiempo va a decir si algún día nos reunimos o no. Ocurre que en este momento los dos tenemos actividades que nos ocupan la mayor parte del tiempo: yo toco con Punch y Jorge tiene un lavadero. Pienso que si se tiene que dar se va a dar. Te digo más: estábamos pensando en empezar a hacer algunas presentaciones en testros pequeños, como lo hacíamos antes, y cantar las cosas que cantamos en la casa de él y que de repente nos gustaría compartir con la gente. Lo que no queremos es caer en la pavada de tocar los temas viejos. Si nos juntamos es para mostrar las cosas nuevas.
J.D.: Además está el hecho de que si salimos a tocar ahora todo el mundo va a asociar eso con el «revival» y las reuniones. Y no es así. Es casi una casualidad.
M.C.: Es una necesidad vital y no una necesidad económica. Si lo hiciera por negocio, lo tendría que haber hecho apenas llegué de España y no ahora.
CANCIONES INTERIORES
¿Cómo son las canciones nuevas?
J.D.: Son variadas, no hay una línea. Las canciones mías son algunas de hace tres o cuatro años y otras de hace dos meses. Y son nuevas, porque yo nunca las toqué.
M.C.: Digamos que lo que hacemos ahora es una continuación de lo que hacíamos antes. Inevitablemente, si un tema no está compuesto en la línea en que antes trabajábamos, al arreglarlo lo llevamos por los caminos que transitábamos con Pedro y Pablo.
J.D.: Las nuevas composiciones son más introspectivas, más de nuestro interior.
Jorge, ¿qué opinás del trabejo actual de Miguel junto a Punch?
J.D.: La primera vez que los escuché no me gustó para nada. Incluso le dije que eso no podía gustarle a nadie acá. Yo no entendía el asunto de las corbatitas y todo eso, pero después de verlos y oírios más veces me gustó mucho lo que hacían. Le fui encontrando sentido a la música, a la imagen del grupo y al contenido de las letras. Todavía encuentro gente que me dice que Miguel es decadente, pero ya van a comprender que no es así. Lo que les choca a algunos es la nueva imagen de él.
Miguel, ¿cómo surgió la idea de tecar «Catalina» con Punch?
M.C.: En el exterior era el tema que copaba a todos cada vez que lo tocaba. Cuando vinimos aquí, la gente lo pedía y los chicos me dijeron de tocarlo. Todavía no hemos logrado hacer el arreglo que queremos. Es un tema muy acús- tico y nosotros lo estamos pasando a eléctrico. Estamos tratando de encontrarle el arreglo eléctrico justo.
J.D.: Catalina murió electrocutada… (risas)
PAISAJE MUSICAL
Cuál ha sido la evolación del rock desde las épocas de Pedro y Pablo hasta ahora?
J.D.: Hay un crecimiento, pero también hay un estancamiento porque siempre son los mismos los que están «arriba». En cuanto a calidad sí hubo un gran crecimiento.
M.C.: Yo creo que hay determinados músicos que han evolucionado mucho. Los casos más concretos son León Gieco y Raúl Porchetto. Raúl, cuando yo me fui al exterior, era un tipo que tocaba la guitarrita y cantaba. Cuando volví me encontré con un señor tecladista que además tiene un grupazo. Tanto él como León son dos tipos que evolucionan, que cada cosa que hacen es mejor que la anterior. En esto sí noto fuerza dentro del rock. Otro que está en una búsqueda interesante es Ricardo Soulé. Lo que no en- cuentro es un pibe de veinte años que salga y la gaste. Creo que faltan tipos que motiven a los chicos a agarrar una guitarra y componer, como nos pasó a nosotros con Moris o con Nebbia. Esos tipos tuvieron que irse del país por falta de trabajo. Los que tuvieron la tenacidad como para seguir están viendo los resultados. Lo que no abundan son cosas nuevas. Es necesario que se vuelva a los recitales chicos.
J.D.: Yo noto que a los chicos no les interesá la música nacional. Prefieren escuchar música disco o temas de rock que se puedan bailar. Aquí faltan compositores. Hay jóvenes que son muy buenos instrumentistas, pero se ha perdido el encanto de la canción. Es difícil encontrar canciones simples pero buenas, que lleguen a la gente.
M.C.: Esa es una de las propuestas de Punch. Y por eso nos han atacado. Hay gente que nos critica porque un tema nuestro se pasa mucho por radio. Y yo creo que eso es un buen síntoma. Para ser un grupo progresivo no hay que hacer jazz-rock y tocar como Chick Corea o Herbie Hancock. Lo simple también es válido. Hay tipos que recién se largan a tocar y quieren hacer música de Weather Report… Eso es una locura. John Lennon dijo en una canción: «Chicos, no hagan lo que yo hice, que no sabía caminar y traté de correr».
J.D.: Aparte hubo gente que tuvo posibilidades, como el caso de Pastoral que en algún momento fue muy popular, y que hicieron música poco contundente, poco concisa. Igualmente, soy optimista para el futuro de la música. Creo que la onda es Latinoamérica.
M.C.: Claro. La música es el producto del paisaje en que se vive. Pero mataría que las ondas latinoamericanas se mezciaran con la música universal: el rock.