Después de su manifiesto paso por la canción suave del disco anterior (Hoy, 2006), con su décimo LP Pez vuelve a rabiar en formato progresivo. Lo prueba desde el comienzo la larga y elegante introducción de «Los orfebres», en la que Una guitarra que salpica chispazos y un piano eléctrico se turnan para enhebrar solos imbricados sobre una base dura. Cuando empieza a cantar, además, Minimal duplica la melodía de la voz con una guitarra aguda y distorsionada, en un típico guiño setentoso. Cuando el tema no llega a terminar, ya empieza el siguiente, con un riff todavía más agresivo y apremiante. El mensaje es claro: el grupo se enchufó de nuevo; pero la urgencia con la que lo hizo (el disco fue grabado en vivo —en el estudio— en apenas dos días) no le ha quitado prolijidad en las ejecuciones. La rabia, de acuerdo con las letras, vendría de un desengaño existencial: desde la fábula que da título al disco hasta los fervientes «¡Salvajes»» y «Hay lo que hay», se repite que detrás de lo que vemos no hay Dios, y que «después de esta vida, nada». De hecho, «Ni discos de Bob», llega a advertir el título de uno de los mejores temas. Pero felizmente, no hay cinismo en este vaciamiento, sino un gran laberinto de música tan libre como maciza.