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Terneros en la noche

  • Matías Peluffo
  • 13 abril, 2005

Divididos tocó en la Fiesta del Ternero en Ayacucho y revolucionó el pueblo con su potencia.

La Fiesta del Ternero es un evento contradictorio: para ningún vacuno será nunca motivo de alegría participar de la celebración… si lo es para los que van a Ayacucho para disfrutar de una costillita o un choripán. Sobre una avenida ancha y a lo largo de cuatro cuadras se suceden fogones, bares, bailes y puestos de comida improvisados. Hay muchísima gente; buena parte son foráneos y caminan envueltos en un aroma a carne asada que tiene el atributo de cambiar el ánimo. «Que rico humo», diría horas después Ricardo Mollo, «en Jamaica es distinto, pero éste está bueno». A tres cuadras de las peñas está la cancha de Deportivo Municipal. En ese lugar, esta noche toca Divididos y las casi dos mil personas que concurrirán no percibirán el frío, merced al calor humano que van a irradiar los parlantes.

Reencontrarse con Divididos después de algunos años es como cruzarse accidentalmente con tu primer novia; el trío de Hurlingham fue una puerta de entrada a la música para muchos de los que tienen entre veinte y treinta años. Lo fue para mí, cuando tenía catorce y vi la presentación de La era de la boludez en Go!, Mar del Plata. En aquel entonces Divididos cargaba con el título de La Aplanadora del Rocanrol y en sus shows se derrochaba una energía caótica y casi violenta, en buena medida responsabilidad de Federico Gil Solá. Después llegaron los tiempos de sutilezas de la mano de Araujo, quién le puso una pata jazzera al trío. El año pasado volvieron a cambiar de baterista y entonces Catriel Ciaravella revitalizó al grupo… y cómo!!.

La POTENCIA de Divididos sale de un sector del alma que genera la energía, pasa a través del cuerpo de los músicos, estalla desde los parlantes para desbordar el ambiente y filtrarse por todos los sentidos de los espectadores, donde renueva el vigor del espíritu. Y todo empezará otra vez, cuando los tres del escenario se retroalimenten con la aprobación de quienes los observan. Buena parte del show se sustenta en la técnica del volumen brutal. Divididos manejan magistralmente eso de hacer que la guitarra inflame la atmósfera, los parches de la batería exploten y el bajo te retumbe en la panza formando una base para una voz tenaz que ruge… los que van a ver Divididos no esperan gestos minimalistas; quieren ver a Ricardo Mollo punteando con una zapatilla (y lo van a ver).

«Alma de budín», «Next week», «Salir a asustar», «Haciendo cosas raras» y «Casi estatua» fueron las primeras canciones que tronaron, como una catarata de música vertida en un público entusiasta. Y después, «El 38″… waw!!! La lista de temas se sostuvo mayoritariamente sobre las canciones de La era de la boludez («Salir a comprar», «Qué ves», «Cristóforo» en medley con «Indio dejá el mezcal», «Paisano…», «Rasputín») y Acariciando lo áspero («Sábado», «Que tal» y más). Los grandes momentos fueron «Vodoo Child» («esta es para el Papa que se murió… el Papa de la guitarra, Jimmy Hendrix» comentó Mollo antes de hacer el truco de puntear con los dientes), la dedicatoria de «Que tal» a un chico que le dio el documento al guitarrista para que constate que ese día cumplía años y «Tomando mate en la Paz». Al final, «Cielito lindo» desato un pogo grandioso, con ronda dirigida por el mismísimo Mollo. Cuando terminó la canción subió al escenario un niño de unos once o doce años, con cara y cuerpo de hobbit, a quién le colgaron una guitarra y sorprendió a todos tocando «Ala Delta» en-te-ri-ta y hasta arrastrando la púa por el diapasón!! «Paraguay» no sonó tan bien, pero si «Basta fuerte», donde Diego Arnedo cantó (es un decir) a través de una corneta. Al final del tema Mollo arrancó una a una las cuerdas de su guitarra, que emitía un sonido parecido a un aullido, y se las tiró a los que se pasaron el recital estampados sobre el vallado. La última canción fue una exaltada versión de «El Arriero», muy apropiada con el entorno gauchesco.

Y fue como si esa noche tu primer novia hubiera aparecido entre la gente; linda, con una sonrisa radiante, como siempre.

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