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Slash volvió a la Argentina: incendio en la Costanera

  • Víctor Spinelli
  • 12 marzo, 2015

El ex Guns n’ Roses volvió a la Argentina junto al vocalista Myles Kennedy para presentar “World on Fire”, su trabajo de estudio más reciente, y repasar los momentos más sobresalientes de su carrera con teloneros de lujo: Gilby Clarke y Duff MacKagan.

slash 2

Cuando el matrimonio Guns n’ Roses llegó a su fin, Slash se llevó la mejor tajada. Si, también hay derechos de autor, regalías, uso del nombre, pero no se trata de eso. Slash se llevó la mejor parte porque se quedó con el rock.

Las cuestiones legales y económicas parecerían haberse dirimido de alguna manera para todos beneficiosa: en los hechos todos los ex GnR se dan el gusto de usar las canciones de la banda según sus necesidades. Por otra parte, el uso del nombre no parece ser un problema para el Sr. de rizos revoltosos y galera: No lo necesita, Slash es una entidad en sí mismo, y sin embargo quien dice Slash, está diciendo GnR. Es cierto que a Axl Rose le ocurre igual, pero también existe una diferencia fundamental: Slash siguió adelante, superó el duelo, salió con nuevas bandas, fue a nuevos lugares y conoció a nuevas personas. Axl no. El Guns n’ Roses de hoy no es otra cosa que la banda solista de Axl Rose, pero se llama Guns n’ Roses. La carne tira.

Pero empecemos por el principio. La cita arrancó temprano, a eso de las 19, cuando el primer ex Guns, Gilby Clarke, saltara al escenario acompañado por los locales Coverheads, expertísimos en el hard rock, de los 70s para acá. El guitarrista inauguraría la velada con un setlist breve pero contundente, en el que se las arregló para meter material de toda su carrera: “Alien”, “Black”, “Cure me… or Hill me”, “Tijuana Jail”, de su trayectoria en solitario, “Monkey Chow” de su paso por Slash’s Snakepit, “Motorcycle Cowboys” de Hill for Thrills. Curiosamente, las elegidas de su etapa GnR, fueron covers: “Dead Flowers”, de los Rolling Stones, y “Knockin’ on Heaven’s Door”, de Bob Dylan. Misterioso mensaje el de Clarke.

El segundo acto llegaría, más violento, con Duff MacKagan y su Loaded, quien dedicaría sus 45 minutos de show casi exclusivamente a su carrera por fuera de la formación de Axl y Cía.: “Sick”, “Executioner Song”, “We Win”, “Believe in Me”: Además, covers: “So Fine”, de Guns n’ Roses, y un final con impronta punk: “New Roses”, de The Damned, y “Attitude” de Misfits, con Gilby Clarke como invitado especial.

La hora de la verdad: las 21, clavadas. Saul Hudson, Slash, tomaría por fin el masivo escenario para brindar un concierto de puro rock and roll. Crudo pero prolijo, explosivo pero sin gastos excesivos en fuegos artificiales, aplanador y a la vez emotivo. Cancionero, ganchero, accesible, pero rockero, agresivo, impetuoso. Combos que hoy día cuesta encontrar, como si estos elementos debieran necesariamente excluirse entre sí. Quizás a esta empresa sume la presencia estable del genial Myles Kennedy y sus «Conspirators» – el bajista Todd Kerns (Sin City Sinners, ex Age of Electric), el baterista Brent Fritz (ex Theory of a Deadman) y el guitarrista Frank Sidoris (ex The Cab) -. Mientras que los músicos aportan una base ajustada y contundente, la flexibilidad e infinito talento del vocalista de Alter Bridge, dan a las piezas un cierre que roza la perfección, en cualquiera de los sentidos que se le quiera dar al término.

Con el estadio nuevamente a oscuras, y luego de una oscura intro de tinte cirquero, el plato fuerte de la noche estallaría con “You’re a Lie”, e inmediatamente todo volaría por los aires con el primero de varios los covers de Guns n’ Roses de la noche: “Nightrain”. Luego del devastador avance, y con el público encendido fuego – que sumado al sofocante calor de aquella noche de verano, transformaría la costanera en un infierno – , la cosa continuaría con más producción solista: “Ghost”, “Black From Cali”, “Wicked Stone”, “Automatic Overdrive”.

Entonces, a pedido implícito del público, llegaría una nueva sección en la que abundarían covers de sí mismo -: “Mr. Brownstone”, “You Could Be Mine” (la única de Guns n’ Roses que sonaría esa noche que no formaría parte de Apetite For Destruction), “Welcome to the Jungle”, “We’re All Gonna Die – ambas con Todd Kerns en voces -, la emotiva “Fall To Pieces” (Velvet Revolver), Beneath The Savage Sun”.

En semejante vendaval, la voz de Myles Kennedy. Capítulo aparte ¿Cómo explicar en breves palabras la experiencia de escuchar en vivo a este muchacho? Arriba, abajo, en el medio, en el tono que sea; quieto, corriendo, saltando, cansado, fresco como una lechuga, no se oxida, nunca claudica. No yerra una sola nota, desafinar no está en su vocabulario. Descontando lo brillante de su performance en las piezas compuestas con, por y/o para él, es inapelable cuando se le atreve a empresas tan complejas como medirse mano a mano con Axl Rose. Sobre todo en los registros más graves – ya que más arriba la diferencia es más notoria, no en calidad, sino en timbre: la voz del fundador de GnR es mucho más áspera, más ronca -, se torna completamente imposible extrañar al Sr. Rose. Simplemente se lo olvida. Y, en honor a la verdad, si algo no es la voz de Axl Rose, es ser olvidable. Por algo marcó una época. Myles logra eso, que olvidemos al genial Axl.

En seguida, en “Rocket Queen”, el guitarrista se embarcaría en una suerte de zapada solista excesivamente larga y aburrida. Hay que decirlo: Slash es un excelente guitarrista, rítmico y solista, con grandes virtudes técnicas, de una calidad incomparable para componer melodías. Pero siempre dentro del contexto de una canción. El momento virtuoso, el catálogo de técnicas, no es lo suyo. En contraste, dentro del continuo de una pieza, sus solos resultan un condimento extraordinario, son fundamentales para la identidad de cualquiera de sus canciones, porque tiene el don de componer de manera inteligente: melodías consecuentes, coherentes con lo que viene ocurriendo, y por eso no podrían ser otros que los que son. Esa es su marca registrada, no el virtuosismo del guitarrista exclusivamente instrumental. En Guns n’ Roses sobran ejemplos.

La casi balada country “Starlight” bajaría un poco las revoluciones, pero inmediatamente todo volvería a su curso natural con la que da nombre al nuevo disco, “World on Fire”, y la pegadiza “Anastasia” en perfecto tandem con la que quizás sea la pieza más conocida de toda la carrera del guitarrista londinense – y posiblemente también del Sr. Rose -: el ABC de la canción de rock ganchera, la clase maestra del hit, “Sweet Chile O’ Mine”.

Poco quedaba que pudiera superar ese momento, la apuesta debería ser fuerte. La estrategia fue simple, pero efectiva: primero amagar el final, pero dejar preparado el terreno con “Slither”, de Velvet Revolver. Dejar al público bien ansioso y expectante durante unos minutos. Finalmente, volver al escenario con la promesa de zapar un poco. Pero zapar, en este contexto, no es zapar: es terminar como se debe, es romper todo con 2 más de Guns n’ Roses: “It’s So Easy”, con Duff MacKagan como bajista invitado y ahora si, terminar con otro himno indiscutible, paradigma indudable del hard rock de los últimos 25 años. Sumando en otra guitarra a Gilby Clarke, el cierre definitivo llegaría con “Paradise City”.

Slash se quedó con el rock. Quizás en la separación de bienes cada uno se llevó lo que había traído. No lo sabemos. Tampoco pretendemos meternos en los pormenores de la relación. Lo cierto – y lo único realmente importante de todo esto – es que Slash hizo el 7 de marzo en el Mandarine Park, plantado ante 12 mil personas, fue una verdadera declaración de principios.

Foto: Guido Adler

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