El cantante de Pantera llegó a Buenos Aires con The Illegals y homenajeó a su antigua banda. Crónica de un show con mucho magnetismo. Fotos de Lucas de Quesada.
Phil Anselmo entra al escenario con una mochila pesada, de esas grandes, casi como las de los andinistas. Apenas se ubica en su lugar, la tira en el piso y se deja llevar por la euforia de las 1.700 personas que agotaron el show. «¡Tampoco tienen que festejarme todo lo que digo!», exclama, cuando el público lo trata como a un mesías.
Anselmo sabe ocupar muy bien ese lugar, y se nota que le encanta. Su aura sigue intacta, y su voz demuestra que, en efecto, está mucho más sano que hace años. Caso contrario, no interpretaría los temas de The Illegals con tanta fuerza. «Ustedes no conocen la música de mi nueva banda, pero abran los ojos. No estamos boludeando», dice después de una de las cinco canciones del grupo.
Acto seguido, alguien de la audiencia le tira una remera argentina, que Phil se calza con etiqueta y todo. El único momento de paz del breve set destinado a The Illegals llega con una dedicatoria al recientemente fallecido Bruce Corbitt, de Rigor Mortis.
Luego de «Walk… through exits only», Anselmo trae un anvil rojo y dice: «No voy a introducir estos temas, porque sé que ya los conocen». Ahí, como si fuera en efecto un Moisés del metal, se abre el círculo del Teatro de Flores. Y arranca el verdadero show.
«Mouth for war» inaugura el plato fuerte del concierto. Obvio que sobre el escenario hay sólo un Pantera, pero el magnetismo de Anselmo es cada vez mayor. Algo que sin dudas se acrecentó luego de la muerte de Vinnie Paul y al ser el único integrante vivo que sigue por el mundo.
Sabiamente, hay fragmentos que deja que cante el público. Sobre todo los más exigentes, como el estribillo de «Becoming» y partes de «This love» y «Fucking hostile», antes del que le entone el feliz cumpleaños al guitarrista Mike DeLeon.
El show es corto, y a esta altura sólo restan dos temas previos a los bises: «Hellbound» y el medley de «Domination/Hollow». Pero con el manejo de escenario de Phil, más los minutos que le dedica a la arenga del público y las bromas (como levantarse la remera y hacer bailar a su estómago), el espectáculo llega a la hora veinte.
Obviamente que el teatro parece caerse durante «Walk», aunque Anselmo todavía tiene una carta para jugar: “La que sigue es la canción con la que quiero que se vayan, porque para mí es la que mejor representa a Pantera. Cuando lleguen a sus casas, traduzcan lo que acabo de decir».
Acto seguido, «A new level» termina por volar todo a pedazos. Phil agarra su mochila y dice que el show no finalizó. Ahí entona (a capella) la frase «…and she’s buying a stairway to heaven», con su voz rasposa, y no queda mucho más por agregar. Sí, es cierto: la mochila de una banda como Pantera puede quedarle pesada a cualquiera. Pero a Anselmo, hoy, la espalda le sobra.
Fotos: Lucas de Quesada.