La presentación de la «Suite N° 1» de Arco Iris coincide con varios acontecimientos que marcan una nueva etapa en el grupo.
Anunciada con el tiempo justo, sin demagogias ni utilización, publicitaria, el último viernes de setiembre Arco Iris presentó en el teatro Coliseo su «Suite Nº 1», semi esotéricamente denominada «Danais». Desde varias horas antes del inicio del espectáculo las localidades se habían agotado, demostrando la expectativa que giraba alrededor de esta primera obra compuesta por Gustavo Santaolalla.
De una duración aproximada de veinte minutos, «Danais» es el engarce de varios temas en sus partes literarias y musicales que sorprende por la constante expectativa que genera: desde los sonidos acústicos, casi barrocos, salta el rock y el jazz e inesperadamente emergen sonidos de clara factura electrónica que, al menos, en una primera audición desorientan al consecuente espectador de este pulido conjunto argentino. Algunas fallas de orden técnico en el equipo de bajo de Guillermo Bordarampé no fueron causantes suficiente para que la obra demostrara, no sólo un ensayo meticuloso, sino también el mejor de los ensambles dentro de la música de rock.
Todo eso coincide, de alguna manera, con una labor que ya lleva más de un año y que se fue sedimentando hasta lograr que hoy Arco Iris siga siendo la agrupación más coherente, a la que contribuyó fundamentalmente la definitiva inclusión de Horacio Gianello en la batería y percusión. «Danais» expresa también la síntesis del grupo: sonidos acústicos entremezclados con la irreprimible furia del rock. En ambos casos la riqueza del sonido adquiere sabor en las excelentes intromisiones de la percusión (con una cantidad de variantes nunca antes oídas) y en los esmerados intentos Ara Tokatlian para imprimir a sus instrumentos de viento un vuelo lírico armónico.
Cuarenta y ocho horas después de esa presentación, que para el grupo tuvo dimensión de «paso fundamental», Gustavo Santaolalla, la primera voz del conjunto, fue operado de la garganta en un intento por extraerla sobrecrecidas admígdalas que, eventualmente, dificultaban su rol de cantante.
No sólo por estos dos últimos acontecimientos, setiembre se constituyó en el mes más importante y ajetreado del año para Arco Iris. Durante el recital, en el que estaba incluida la suite, Gustavo Santaolalla anunció también la despedida («No la cantaremos más») del tema «Zamba», la composición folklórica que fue la cara principal de su último simple en la compañía norteamericana RCA Víctor. El anuncio tenía una justificación que no fue explicitada al público: pocas horas antes Arco Iris haba terminado con una serie de postergaciones discográficas al firmar contrato con la compañía local Music Hall. De ese acuerdo de partes en las próximas semanas saldrá a la calle, después de más de seis meses, dos nuevos temas del grupo: «Mañana campestre», el conocido tema campestre interpretado invariablemente en sus recitales, y «Soy», un tema «fuerte» que el conjunto grabó dos meses atrás en sus propios estudios y del cual circularon algunos acetatos entre sus amigos.
Arco Iris espera con el nuevo acuerdo para ediciones discográficas acceder definitivamente al gran público y, sobre todo, al del interior del país, a quienes no pudieron llegar por falta de discografía y difusión. La rápida elaboración de un long play (a casi dos años de su primer álbum) no está descartada en los planes. Todos sus integrantes parecen estar decididos a recuperar tiempo después de la increíble experiencia de ser uno de los mejores y más famosos grupos de la Argentina que, sin embargo, no poseía discografía regular.
Toda esta actividad está renovando la dinámica del grupo, enrolado desde hace varios meses en una actitud más comprometida. El saludo habitual de cada recital: «Que tengan paz», fue suplantado en muchas oportunidades por el enunciado de la síntesis ideológica de la pequeña comunidad que conforman: «Amor, paz y acción»; precisamente en esa última palabra reside el cambio de Arco Iris: una supuesta actitud contemplativa fue modificándose férreamente y en posturas de mayor compromiso que desembocaron en la interpretación de un tema de Dana (la guía del grupo) denominado «Llegó el cambio», que contiene varias propuestas insólitas para la ciertamente planeadora literatura del rock. El tema, sin olvidar la paz, no evade llamar a la acción y en ocasiones a la lucha. La terminología empleada en la letra de la composición parece haber sido asumida por el público: Arco Iris lo interpretó como último tema de su presentación e invitaron al público a unirse a un coro «grosso» que repetía «lleqó el cambio …». La adhesión unánime no era imprevisible, pero lo sorprendente fue la salida de varios grupos de espectadores que siguieron coreando, ya en la calle, que «llegó el cambio».