Por las circunstancias que originaron al proyecto Tango, la experiencia que juntos iniciaron Pedro Aznar y Charly García podría haber trascendido sólo con la grabación del mini álbum que editaron, sin la necesidad de que un grupo tomara forma ni se presentara en vivo.
La repercusión comercial que “Tango” (el disco) alcanzó, justifica de alguna manera que se haya optado por la presentación en vivo y una gira posterior. Pero por lo que Garcia y Aznar mostraron en Paladium es evidente que Tango no tiene el peso de una propuesta para el marco que se pretendió darle.
En Paladium se vio a Charly García integrado a un grupo, sin ser la figura central, cumpliendo con un papel que no pareció conformarlo, aunque de alguna manera respondió como debía. Aznar, por su parte, le sacó mucho mejor provecho a la situación. En Tango el bajista aparece más al frente que nunca, cantando en forma estupenda la mayor parte de los temas, tocando el bajo magistralmente y haciéndose cargo, comandando las computadoras, del caudal sonoro de la banda. Los dos músicos restantes, el baterista Casey Scheverrel —muy técnico, pero de un estilo un tanto superado— y el tecladista Fernando Múscolo se acoplaron perfectamente al criterio sonoro proveniente de Aznar.
Fue en el repertorio en donde el show no llegó a sostenerse, ya que tanto en lo escénico como en lo especificamente instrumental no hubo fisuras.
El material de “Tango” ya es de por sí desparejo. El abismo entre los criterios compositivos de esas dos figuras, y el poco tiempo para el asentamiento hacen de los seis temas que integran el mini álbum un conjunto de buenas canciones que no guardan demasiada coherencia entre sí, salvo esa propensión por los sonidos digitales. Además, ese material era escaso para el show de hora y media planeado, así que se completó con otros temas no muy criteriosamente elegidos. García presentó una introducción muy emotiva y algo mucho más melancólico, compuesto especialmente para la ocasión, una pieza titulada simplemente “Tango”. De lo suyo, también se eligió “Pecado mortal” —en una versión que pidió a gritos una guitarra— y “Cinema Variete”, una salida simplista hacia lo más seguro: el pasado glorioso de Seru Giran. La presentación de los temas de Aznar —y uno de los Beatles— fue lo que marcó el clima que se vivió dentro de Paladium durante la mayor parte del espectáculo, una especie de abulia romántica que sólo en algunos momentos —como en “Angeles y predicadores” y “Hablando a tu corazón”— pudo superarse.
Federico Oldenburg