Pese al diluvio, Mataderos trasladó su fiesta rockera a San Luis.
El recital de La Renga en San Luis el jueves último fue digno de un circo romano, los gladiadores en un escenario espectacular y la gente haciendo el aguante bajo una lluvia torrencial. Unas 3 mil personas, los mismo de siempre, hicieron del recital de la Renga un rito que los corazones sangrando piden cada vez más seguido en esta provincia.
Todo comenzó temprano para los fans de la banda, los que más puteadas se comieron en ese sacro día no solo fueron los uniformados de azul, sino también las personas del servicio metereológico que predecían lo peor. Las predicciones se cumplieron: nubes y algunas gotas ya caían cerca de las 18, pero esto no hizo mella en la gente que sólo quería rock.
La banda soporte empezó a sonar. Los chicos de Dinamo, de la ciudad de Villa Mercedes, arrancaron con su estilo de rock que hizo que la gente pidiera con más ganas que la banda de Chizzo empezara a tocar. Aburrieron un poco, pero por lo menos tocaron pocos temas. La gente estaba ansiosa.
Pasadas las 22, la banda de Mataderos puso sus rengas piernas en el escenario del Ave Fénix y comenzó el diluvio y la fiesta, con un himno como es «A tu lado».
Después comenzó el obligado repaso por los temas de su última placa, «Detonador de sueños», y todo valga la redundancia detonó, con el tema que da nombre a la placa y con «Las cosas que hace», mientras las bestias inflables se movían poderosas desde el escenario.
La Renga es rock y buenas letras. Eso conecta a esos tres tipos con miles y miles de adoradores sagrados con su música. Por eso todos disfrutamos del momento en que se escuchó «El rastro de la conciencia», «Lo frágil de la locura», con un Manu en el saxo con el hombro luxado digno de aquellos que llevan el rock en la sangre.
Después llegó el turno de ir hacia atrás y los fans de esos buenos viejos tiempos recordaron a «El juicio del ganso». Rápidamente volvimos a «Míralos», con un mensaje de lucha del presente para los niños del futuro, desde abajo un bebé en medio del pogo roquero agradecía a Chizzo y debe haber puteado al padre por tanta demostración de locura.
Después, las canciones que nunca faltan: «El revelde», «Triste canción de amor», «Veneno» que más de uno dedicó a alguna chica que hacía juego con las bellezas de las sierras puntanas, «La balada del diablo y la muerte», «El rito de los corazones sangrando». Las bengalas y los encendedores arriba con «La nave del olvido».
Después, la parte final con una mezcla de canciones y sensaciones que junto con la lluvia hicieron posible los de Mataderos, todos el estadio cantó «Arte infernal» y todos esquivando charcos poguearon «El rey de la triste felicidad», y un himno de estos lares que es «El Blues de Bolivia».
Todo había terminado, un rito mas de La Renga había hecho de San Luis capital el lugar más candente de la Argentina al menos por unas horas. Todo en paz y en calma, con mucha agua que no pudo calmar tanto fuego.