Pocos son los grupos nacionales que trascienden al exterior, pero los que lo hacen demuestran, de esa manera, su calidad musical. La Máquina de Hacer Pájaros estuvo recientemente en Uruguay, donde se presentó exitosamente en Punta del Este (fue el espectáculo que más gente atrajo en todo lo que va de la temporada). Esa actuación quizás marque el comienzo de una trayectoria diferente para el grupo, que desde sus inicios hasta ahora, ha desarrollado una creciente madurez expresiva. Un cronista y un fotógrafo de Pelo acompañaron a la Máquina en la gira. Lo que sigue es la nota gráfica de lo sucedido.
Más de cuatrocientas personas fueron a ver a La Máquina en el Cantegril Country Club de Punta del Este: mucho más más que el promedio que suele asistir a ese tipo de espectáculos en esa ciudad. Al principio, el público se mostró un poco frío, como esperando a ver qué pasaba antes de dar muestras de aprobación o entusiasmo.
Garcia, Cutaia, Bazterrica, Fernández y Moro subieron a escena con muchas ganas de tocar, emocionados por lo que significaba esa actuación pero sin nervios de inseguridad. Toda la energía y la excitación que el grupo había alimentado en el viaje hacia Uruguay fueron canalizadas a través de cada uno de los temas que interpretaron. «Obertura» comenzó a sonar, ajustada y calientemente; cuando terminó el clima de aceptación y calor ya había ganado a la mayoria de la gente. El resto del recital, después de aflojar la dureza inicial del público, fue La Máquina en toda su potencia y su vigor: García desenvolviéndose arrolladoramente en los teclados y actuando su show de movimientos; Cutaia dando las bases perfectas en todos los temas y sobresaliendo brillantemente en «Te vi entre las luces»; Moro y Fernández dando una base rítmica cronométrica, medida, madura; Bazterrica aportando prolijamente sus matices fecundos. De todos los temas «Te ví entre las luces» fue uno de los que des- tacó con más fuerza y sentimiento; durante los casi quince minutos que duró todos los integrantes de La Máquina demostraron su capacidad creativa y los altos conocimientos técnicos y expresivos que tienen de sus instrumentos.
Aunque el recital fue al aire libre, el sonido fue irreprochable; no así las luces, que no fueron adecuadas para el show energético, vital, dinámico del grupo. Cuando llegó el final, el público aplaudió largamente a quienes a priori habían mirado con algo de reticencia; los músicos dejaron el escenario, satisfechos y seguros de haber realizado una excelente actuación. Pero, más allá de la actuación en sí, lo verdaderamente importante, significativo de todo esto es la consecuencia que promete; el conocimiento de nuestros músicos en el exterior, la aprobación de la creatividad y la técnica de algunos de ellos, la perspectiva de extender las posibilidades del rock nacional más allá de lo alguna vez soñado.