El concierto de Juan Baglietto —tras una larga espera— tuvo características inusuales desde varios ángulos. Uno de ellos es casi tácito y radica en el propio Baglietto, que es sin duda, una de las revelaciones de este año.
Otro podría apoyarse en el buen desenvolvimiento de los miembros del grupo, que en conjunto, son el segundo pulmotor de la música de Juan (dado que el primero sería su voz y su guitarra) y el tercero incluiría no sólo el repertorio —una acuarela de “música contemporánea”, folklore y por sobre todo, tango (aquí tenemos la gran influencia de su tecladista, Fito Páez, compositor de la mayoría de los temas de esta vertiente) sino también la atención prestada en cuanto al listado de temas, que fueron —gran mérito de Juan— celorenado, modulando todo el espectáculo. De esta manera —y con todos estos elementos en juego— Baglietto pasó de “La Censura” y “De Regreso” (el hit pero en versión acústica) a “Puñal tras puñal” (ya con Fito en piano) atravesando diferentes estilos (el candombero “Pa’trabajar”) hasta derivar en un chamamé (“Mate cocido”) acompañado por Raúl Barboza (acordeón), un pilar de inigualable talento en su instrumento, Barboza interpretó —acompañado de dos guitarristas— un par más de chamamés transformándolo todo en una peña para 5.000 personas. Finalizado el set de Barboza, volvió Baglietto para tocar una serie de temas “acústicos” —digamos, de poca instrumentación eléctrica— que constituyeron en sí un recital aparte. De ahí podemos rescatar “El Melandólico”, “El Témpano” a dúo con Silvina, “De Abril” el folk, y “Los Nuevos Brotes” con un buen interplay por parte de la banda. Después, poniendo el esfuerzo donde hay que ponerlo para que un show no decaiga (dado que fueron más de 23 temas) volvieron a los temas eléctricos de donde se destacaron “Cielito” (un tema lento con una cadenza García) y “Escenario” (donde la voz de Baglietto se integró —sin perderse jamás— a los afilados cortes instrumentales). Ya lleglando al final “La vida es una moneda” y “La Música del Río de la Plata”— un candombe eléctrico por demás swinguero y estridente cerraron el concierto. Por supuesto, la música volvió con un par de bises, uno de los cuales fue el festejado “De Regreso” esta vez con banda.
Para cerrar este comentario, podemos decir que, en cuanto a lo musical, Baglietto ha sabido encontrar la horma de su zapato que es, sin duda, Fito Páez. Los temas de Goldin —si bien su autor exigió atención al público— no cuadran en la veta que Baglietto —y Páez— evidentemente, están interesados en explorar. El sonido y las luces terminaron por redondear el espectáculo ofrecido por este rosarino que ya está consiguiendo su lugar entre los grandes de este movimiento.
León Melkíades