Una de las primeras cosas que aclaró Gustavo Santaolalla, en uno de los extensos monólogos que dirigía al público, fue que ese recital no significaba «de ninguna manera que no pueda hacer esta música con el grupo: simplemente son temas que compongo y que quiero mostrar de esta manera porque, de lo contrario, no verían nunca la luz».
Con una boina y un poncho Gustavo se sentó (demostrando paz) al lado de tres tipos diferentes de guitarras acústicas que utilizaba según las eventuales necesidades de los temas. Generalmente fue acompañado por Guillermo Bordarampé, en un contrabajo de pie, modesta pero efectivamente amplificado. En algunos momentos se agregó Ara Tokatlian en saxo, flauta traversa y debutando con un nuevo instrumento: el clarón. En la segunda parte, la guía espiritual del grupo, Dana, subió al escenario y cantó varias canciones (una de ellas en ucraniano) acompañada por Santaolalla.
El guitarrista y compositor principal de Arco Iris se mostró afable, conductor y quizás demasiado coloquial, a pesar de lo cual su explicación sobre la supuesta muerte del rock (en la que él cree) no fue suficientemente justificada.
Sencillo, casi lindante con ciertos clichés folklóricos, Santaolalla recupera su verdadera validez cuando su voz le da un vuelo realmente creativo a pequeñas canciones compuestas (al parecer) de una forma deliberadamente simples.
No es éste el primer intento de Arco lris, o de sus miembros, de emparentarse con el folklore. Y emparentarse es la palabra justa. El mismo Santaolalla explicó que «si bien nosotros provenimos de italianos o españoles, no sé por qué sentimos como nuestra la música verdadera de nuestra tierra». Para que un porteño, y més aún descendiente de inmigrantes, defienda y sienta realmente la música folklórica o indigena de su país, debe casarse, emparentarse, con esa tradición.
En este caso parece que Santaolalla aportará a la unión todo lc que conoce y ha tocado de música internacional (inclusive el rock). Será quizás— algo así como el pariente moderno de lo telúrico.
Algunas de las letras que compone para estos temas contienen figuras típicas del folklorismo y es inexplicable su tendencia a plantear ciertas situaciones con la reiteración simplista de un folklore demasiado evolucionador.
Cuando logra desprenderse de esas «llanuras» sus figuras y profundizaciones psicológicas de imágenes y personajes adquieren la dimensión expresada hasta ahora mediante Arco Aris.
Las actuaciones de sus acompañantes fueron sobrias y medidas, como si no quisieran intervenir demasiado para no interponerse en la característica del programa: recital solista de Gustavo Santaolalla.
Un público atento, increíblemente respetuoso, escuchó con interés la música y las palabras del cantante, y uno de los momentos en que más aplaudió fue er. un tema referido a las lavanderas y prestó particular atención, además, a dos pequeñas piezas clásicas que Santaolalla tocó en su guitarra con afinada técnica.
Es probable que estos primeros intentos de Gustavo Santaolalla en el campo del cantautor solista vayan adquiriendo mayor definición. Calidad ya tiene. Y seguramente ese mismo asentamiento se producirá en una actitud más esclarecida en cuanto a su interpretación del folklore y el verdadero amalgamamiento que quiere otorgarle adosándole técnicas y usos de la música moderna.