Poco sol, mucha buena onda y más de 3mil personas en el tercer Oye Reggae en la Montaña.
Armamos la mochila y nos embarcamos rumbo a Capilla del Monte. En el camino la lluvia nos amenazaba con arruinarlo todo, pero las ruedas de la combi seguían girando. Músicos, seguridad, prensa y organizadores, iban llegando poco a poco a la capital del Reggae y cambiaban las bermudas y los lentes de sol por impermeables y pantalones largos, mientras el viento frío se llevaba la tormenta.
En la entrada al predio Agua de los Palos varias carpas refugiaban un puñado de «tempraneros» que aguardaban la señal para comenzar a caminar rumbo al festival. Ahí pasaban el tiempo de la mano de uno que otro músico aficionado que con su guitarra o instrumentos de los más variados empezaban a palpitar la fiesta de la montaña.
Hacia la tarde los plásticos que cubrían el escenario se fueron quitando y el lugar se fue llenando de rastas y locos varios. El paisaje era magnífico y el clima que se gestaba era de fiesta descontrolada.
Pasadas las 19, la banda cordobesa Capitán Amarillo estrenaba el escenario de piedra donde desfilarían las dieciocho bandas partícipes de este festival. Abajo, un grupo baila y otros preparan el mate mientras los artesanos extendían sus paños por el lugar. Ya todo ha empezado y el sol intenta asomarse entre los nubarrones que se alejan.
Quijote dice presente para luego darle paso a Kameleba, una excelente banda de San Luis que realizó varias visitas a Córdoba en el 2003. Al colorido musical se suma el arcoiris que forma la combinación de melones, vinos, Fernet, cervezas, gaseosas y jugos. Todos con una sonrisa en la cara y un «fasito» en la mano; dando vida a una fiesta donde todo vale y cada cual hace lo que se le antoja.
Al caer la noche comenzaron a sonar los santafesinos de Butumbaba y los primeros chapuzones en la pileta se hacían escuchar. Uno que otro corajudo se le animaba al agua fría sin reparar en nada, ni siquiera en el traje de baño porque cualquier pantalón sirve de maya. El gran momento de la noche del sábado estuvo a cargo de los Abuela Coca quienes sacudieron las más de dos mil personas que estaban en el lugar. Luego fue el turno de Riddim, estos porteños mostraron lo mejor de su música cuando promediaban las 2:30 del domingo, mientras no dejaba de llegar gente a bordo de mini-bus, camiones y fletes devenidos en transporte oficial.
Nos sentamos en una pirca de piedra y destapamos la primer latita de cerveza, mientras una amiga nos convidaba las empanadas que sobrevivieron las varias horas de viaje. Cansados y un poco humedecidos, escuchamos el excelente show de Non Palidece que consumió hasta las últimas energías de un público que parecía no cansarse nunca. Vimos pasar al Mosqui y otros músicos de Las Manos de Filippi que se habían llegado a Capilla del Monte para ser parte de este festival en calidad de oyentes, mientras charlábamos con los chicos de Huevo Verde en algún lugar de la montaña. Cerca de las 4:00 de la madrugada se puso fin a la primer jornada y los guardias comenzaron a coordinar el regreso y a despertar a quines dormían sobre el pasto o bajo algún tala.
El camping municipal nos dio alojamiento, nada mejor que una buena cama para recargar las baterías antes de que comience la segunda parte de este Festival. Nos despertó una radio encendida que, ayudada por los ronquidos de nuestros compañeros de habitación, perturbaba la tranquilidad del lugar. Ducha mediante nos fuimos a desayunar mientras algunos músicos emprendían su viaje hacia el cerro Las Gemelas.
Nos sobraban un par de horas por lo que decidimos dar un paseo por el centro de la ciudad. Mochilas y cintas verdes (que servían de entrada al festival) por doquier cubrían las calles de esta localidad serrana. La avenida techada fue el refugio para todos cuando comenzó nuevamente a llover, esta rareza urbanística pronto se llenó de visitantes y algunos locales aprovecharon para abastecerlos de productos regionales.
Vinito patero bajo el brazo, volvimos hacia el camping donde nos esperaba Gabo (organizador del evento y músico) para volver a la montaña. Al llegar nos fuimos a la pileta, donde el «Teby» y otros DJs hacían girar sus discos mientras los primeros en llegar se acomodaban en la terraza con sus bebidas acordes a la ocasión.
Gran Valor representó a Tucumán en el escenario y Demasiados Revueltos fueron la segunda banda cordobesa en pisar el Oye Reggae. A un costado la gente de ARDA (Asociación de Reducción de Daños de la Argentina) y Cogollo repartían boletines informativos sobre cómo prevenir los daños por el consumo de drogas, mientras un grupo de voluntarios trabajaba la temática del SIDA.
Shanbala y Actitud María Marta también tuvieron su espacio y fueron muy bien recibidos por todos. Para estos momentos la fiesta era total, cada uno «en la suya» y disfrutando a su modo. El momento del recuerdo fue para Chole y Brown (de Abuela Coca), cuando repasando temas históricos y jamás olvidados dieron su tributo a Bob Marley. Nadie quedó sentado y los dormidos despertaron rápidamente. Con el festival en su punto máximo llegó Palo y Mano, estos genios cordobeses trajeron sus excelentes percusionistas y juegos de voces para demostrar el buen momento musical por el que atraviesa Córdoba.
Abrimos la mochila para destapar la última lata que nos quedaba y contar las monedas para la próxima melancía, cuando escuchamos a Movimiento Urbano haciendo saltar a todo el mundo. Ya con nuestro melón en la mano, Armando Flores llegó para romper un poco con la línea musical planteada; su rock fusionó los ritmos latinos y dio origen a una gran ovación que demostró nuevamente la vigencia de esta banda, digno representante de la docta en el país. Un grupo de chicos Suecos, Australianos e Italianos no lograban entender porque el Ají Rivarola dijo «esta canción es parte del folclore cordobés» y al grito de «Callate che culiao» todos hacían pogo al son de Don Eufrasio, en lugar de bailar un tango o una chacarera.
En la tranquera que dividía el sector de músicos con el de público, una bandera con los colores tradicionales daba la bienvenida a los que fueron llegando a lo largo de estos dos días. «Sin Semilla» era la leyenda que rezaba el trapo que ahora se sacudiría con la presentación de sus creadores en el escenario. Un excelente momento para estos porteños que se consolidan en la escena reggae nacional.
El tendal de «refugiados» a la sombra de una pirca y al abrigo de los arbustos era cada vez mayor. El sueño venció a muchos y el frío amontonó al resto para que el calor humano reemplazara las camperas olvidadas en casa. Los Cafres aportaron su cuota de movimiento y elevaron la temperatura de las más de 3mil gargantas que acompañaron sus canciones. Así pasaba el último grupo de este Oye Reggae III, y hasta la salida del sol algunos continuaban bailando junto a los DJs.
Nos fuimos al comedor del complejo escapando al viento frío de la madrugada, mientras una larga cola se formaba en espera de los vehículos que depositaban a los chicos en la entrada del predio por donde pasaba un colectivo que los llevaba hasta los distintos campings de la zona.
Volvimos a Córdoba junto con los Capitán Amarillo y algunos colegas, nadie que haya mantenido sus ojos abiertos por más de 20 minutos. Sin dudas un gran festival que deberá pulir algunas cuestiones para seguir creciendo, principalmente en materia de alojamiento y gastronomía ya que los precios no se acomodaban a la situación de quienes asistieron al festival; pero que promete sin dudas el Oye Reggae IV.
Colaboración: Javier Carballo