Antes del Luna Park y de una mini gira por Chile, el dúo comenzó a despedirse del espectáculo especial que recopila las canciones de sus dos primeros discos, en un enérgico concierto que no dio respiro en La Sala de las Artes.
En la previa de la fecha del Luna, Juliana Gattas y Ale Sergi regalaron unas treinta canciones con una renovada estética pop, aunque sin descuidar el sello característico de Miranda. La esquina de Suipacha y Güemes fue uno de los puntos cardinales elegidos por el dúo electropop para una de las postreras funciones de esta gira que revisita, a pedido del público, «Es mentira» y «Sin restricciones», álbumes fundacionales e impulsores de una carrera que los llevó por toda Latinoamérica.
Miranda editó «Es mentira» en 2002 y fue precisamente con «Bailarina» (la primera de ese disco) que arrancó en Rosario una fiesta cargada de nostalgia, pero con la actualidad musical de un grupo que suena mucho más synth desde la incorporación de Gabriel Lucena y Anuk Sforza, en guitarras, complementados por el poderoso aporte de Ludovica Morell en batería.
La reinvención constante de esta banda formada en 2001 la mantiene aún a la vanguardia en todo sentido ya que más de la mitad de sus integrantes son mujeres que logran un sonido concreto y sobrio, tal vez más homogéneo que en otras épocas, demostrado en las seis primeras reversiones del concierto en La Sala: el quinteto inicial de «Es mentira», entre ellas «Imán», la sonora piedra fundacional.
El combo liderado por Juli y Ale tocó curiosamente el mismo día en que Adicta, la influencia fundamental de ese «Es mentira», también estaba en la ciudad. Pero de a poco se empezaban a colar las de su sucesor «Sin restricciones», placa que fue masterizada en Estados Unidos por Tom Baker y que significó un éxito rotundo para Miranda. «El profe», «Tu gurú» y «Yo te diré» le dieron paso a otros hits ineludibles como «Mentía», combinando con los simples más recientes «La colisión» y «Lejos de vos».
La dupla vestida de negro y rojo se desgranó en baladas lacrimosas de culebrón como «Uno los dos» y estalló en himnos sinceros de una generación como «Don» y «Yo te diré». Los bises de la noche fueron (ya no de aquellos dos primeros discos, pero no podían faltar) casi todos para Juliana: «Perfecta», «Prisionero», «Hola» y «Enamorada». Un cierre de autohomenaje para los Miranda que, si bien siguen destilando sensualidad y conservando un concepto naif, transitan un presente que lo ubica como la banda pop referente de la escena nacional también latina.