Los Jovenes Pordioseros alcanzaros el máximo punto en su carrera: dos Obras en un fin de semana.
Los Jovenes Pordioseros dejaron de ser una promesa y hoy la realidad los coloca en la Primera A del rock argento. Muchos años y kilómetros pasaron por la piel de cada uno de los pordioseros hasta que la Catedral capitalina les abriera las puertas, y dos veces en un mismo fin de semana.
Si hacemos historia veremos una banda plagada de proyectos, que en todo momento tenía muy claro su objetivo. Hoy pasaron de cargar sus equipos y tocar para veinte personas en lugares inhóspitos a firmar con una multinacional, a sonar en todas las radios, pero a mantener ese compromiso con el barrio y su música. Algunos pensaran en las traiciones que siempre machacaron nuestro rock cuando una banda crece. Pero todos los que llenaron y disfrutaron en Obras saben claramente cuál es el pensamiento de la banda.
El show por siempre llamado «Misa Stone» comenzó a la hora indicada con un telón maravilloso, donde frases pintadas en banderas mostraban la fidelidad de su público. «Barrio» les dio la bienvenida rockera a poco más de dos horas de espectáculo al palo. «Quiero tocar» ponía en evidencia que venía el grupo sobretodo a la hora de cantarle un trío de temas que marcan a fuego su posición: «Nunca pude estar solo», «Veneno» y «Chicos de barrio», casi una radiografía del andar cotidiano de los muchos presentes.
Solo tres invitados tendría la noche. El primero en subir fue Fachy, ex Viejas Locas actual Motor Loco, que ayudó en el canto de «Te la regalo», una linda canción para esa chica que te cambió por otro. Y nuevamente un triplete ardiente integrado por «Bailando», «Todo me alcanza» y «Maldito San Telmo», que encendió la noche para esperar a que Nico de Viticus, el segundo convidado, metiera su guitarra en «Zorra», otra bella copla para esa niña despechada.
La mitad justa del show tendría palabras de agradecimiento del cantante: «…para los que vinieron a pesar de todo, saben de quién estoy hablando…» (sic) y en un casi homenaje a ellos sonó «Gracias por venir» y «Cuando me muera», una clásica súplica de Toti antes del descanso de cinco minutos para reponer fuerzas.
A la vuelta, «No la quiero dejar» y «Voy borracho» servirían de antesala para el último invitado de la noche: nada más ni nada menos que Juanse, quien se subió al vertiginoso rocanrol de «105 y 3» y «Funeral», ante el delirio de los presentes. Como si ésto fuera poco, todavía quedaría cuerda para unos cuantos tracks en lista y un par fuera de ésta, a saber: «Que se siente estar tan sola», «Descontrolado» y «Vértigo» se mezclaron con los insurrectos «Satisfaction» de Rolling Stone y el cierre de la mano de «Ruta 66» con el líder de Ratones Paranoicos en voz y su pequeño hijo en guitarra, quedando claro que la herencia está en buenas manos.
Indudablemente los Jovenes Pordioseros crecieron en sonido, en convocatoria, sin desprolijidades, con aplomo y por encima de todo, con mucho profesionalismo, lo que los diferencia de aquella banda de algunos años atrás. Pero sin dejar de ser ellos, los siempre conocidos chicos de barrio.