Después de 37 años, Los Shakers demostraron que para volver no hace falta apelar sólo al pasado. La crónica de Marina Zucchi, para Clarín.
El año pasado habían reaparecido con un selecto show en el auditorio del ostentoso Hotel Faena. Esta vez, era el reencuentro con su público «no Vip», el que lo aguardaba ferviente. Es que pasaron casi cuatro décadas. Precisamente 37 años. Y en el medio, intentos musicales por separado y hasta desencuentros geográficos producto de haber estado desperdigados por distintos puntos del mapa. Pero en cuestión de fanatismo, el furor no entiende de almanaques ni divorcios. Y Los Shakers llenaron el ND Ateneo la noche del sábado, como si el reloj apenas hubiese marcado algunas horas.
No fue un típico show de regreso cimentado en viejos hits. Eso dio la pauta de que a los mismos uruguayos no les simpatizaba retornar reciclando su música y ser aplaudidos exclusivamente a base de nostalgia. Por eso pensaron un recital con su justa medida de nuevos temas, una buena cuota de recuerdos y un plus de homenajes a célebres músicos.
La cita era a las 23, pero el cuar teto se hizo esperar media hora, tiempo suficiente para que los mayores le explicaran en detalle a los jóvenes lo que estaban a punto de escuchar. Un rato antes, el merchandising de Los Beatles y de los propios Shakers deambulaba por la calle Paraguay y tentaba a padres e hijos. Incluso, un osado cuarteto de amigos se atrevió a pasear por el hall del teatro vestido al mejor estilo Beatle.
El repertorio comenzó con Nena baila Shake y continuó mechando temas del nuevo material (Bonus track, editado el año pasado con casi todas las letras en castellano) más varias reminiscencias pegajosas. Enseguida, el primer gran aplauso de la noche se lo llevó la espontaneidad de Hugo Fattoruso (voz, guitarra y teclado), quien reconoció, «me equivoqué, va de nuevo» tras ejecutar una simpática melodía. A eso le siguieron las celebraciones cuando sus manos bailaban desenfrenadas sobre las teclas.
Las palmas siguieron minutos después (ya en la «sección» homenajes a amigos como le llamaron) cuando sonó 180ø, tema que estrenó en Uruguay Fito Páez y a quien agradecieron pese a su ausencia.
El clima de exaltación que lograron los hermanos Hugo y Osvaldo Fattoruso más Roberto «Pelín» Capobianco y Carlos Vila pasó a ser de melancolía cuando Capobianco empuñó el bandoneón para interpretar Adiós Nonino, de Piazzolla. El efecto fue una ovación de pie que lo sonrojó: «El desafío más grande es venir a tocar el bandoneón a la Ciudad de Buenos Aires. Soy un caradura», ironizó antes de retomar con una pieza de Leopoldo Federico. A esa altura, tras más de 20 temas, parecía que Rompan todo iba a ser el postre y la despedida previsible. Pero la gente de pie rogó un bis y remataron con tres temas más y un «muchas gracias Argentina».