Entrada ya la noche del sábado pasado, un poco mojado por la lluvia que sorprendió a más de uno (dentro de los cuales me incluyo), llegué a una esquina del barrio de San Telmo. El motivo?, Me Darás Mil Hijos cerraba un ciclo que los presentó durante todos los sábados del mes de noviembre en el sótano de una «cantina moderna». Un lugar muy acogedor, para unas cincuenta personas que se hicieron presentes en el lugar festejando en cada chocar de copas lo que los llevó a aquel lugar, las canciones que regaló la banda esa noche.
Los temas fueron viajando por boleros, rancheras, fox-trots, sambas y otros ritmos, trasladando a los que estábamos escuchando por distintos lugares del mundo. Por momentos era la sensación de estar en la zona del Mediterráneo, tras eso, nos encontrábamos por Latinoamérica y así las canciones nos llevaban de un lugar a otro.
Era un marco perfecto para disfrutarlo entre amigos compartiendo unas copas o también, para regalarle a una enamorada las bellas melodías que desde el escenario se sucedían. La banda estuvo impecable, fue contundente con su propuesta, dejando ese sabor a más que permanece toda vez que se disfruta algo.
La presentación se enriqueció con cada uno de los invitados que compartió a su manera el escenario con los músicos de la banda, cerrando la noche todos juntos disfrutando de compartir la música entre ellos y con todos los que estábamos presentes. Fue un regalo especial para cada uno.
Me Darás Mil Hijos es una experiencia especial. Se vive, se disfruta y si se intenta contar se vuelve difícil. Pero es algo que no se puede obviar y no solo hay que verlo, hay que sentirlo y vivir esa experiencia. El sábado a la noche, no fue sólo un recital, fue un encuentro con amigos que no conocía, una satisfacción única a través de la música.