El grupo británico volvió a Buenos Aires después de 22 años, y demostró que se puede conservar la fuerza de los primeros días.
En «The Sound of Winter», Gavin Rossdale tira su guitarra al piso, y la pobre Fender derrapa hasta las manos de un plomo. Dos temas más tarde, durante «Everything Zen», el frontman se lanza contra los amplificadores hasta que se retuerce en el suelo. Si por algo se caracteriza el show de Bush en Buenos Aires, es por el exceso de energía de las bandas nuevas… ¡con la diferencia de que ellos no lo son!
Esa fuerza, que en menor medida también tiene el guitarrista Chris Traynor, los diferencia ampliamente del resto de su género. Lo más importante es que el empuje y la garra de Rossdale son auténticos, lejos de fingir ni apelar a la demagogia. Y eso se nota.
Al fin y al cabo, la libertad es una de las temáticas a la que Bush más hace referencia en sus letras: la idea de «Machinehead», que abre el concierto, es la de soltarse, perder el ego y liberarse a uno mismo. El mismo mensaje lleva «This is War», una llamada a la emancipación de su último disco de estudio. Irónicamente no estaba en la edición original, pero por suerte se quedó en la lista de temas.
Lo mejor del concierto de los ingleses -que dura una hora y diez- llega en la segunda mitad. Aunque «Greedy Fly» está en el setlist y no es tocada, Rossdale y sus compañeros lo compensan con «Little Things», en la que Gavin recorre (literalmente) todo el teatro, sube hasta el pullman y canta desde el primer piso. Incluso amaga con tirarse. Otra demostración de energía real, espontánea y no premeditada.
Después de revolucionar la platea vuelve al escenario, y antes del cover de «Come Together», ve que corren a dos personas de la baranda del pullman porque tapaban a parte del público. «¿Qué pasa? ¿Es por mí?», se preocupa en su claro español. Cuando observa que todo está en orden, continúa con el recital.
«Glycerine», ese hit que habla de cómo el amor es una bomba, es festejado tanto por fanáticos como por neófitos que vinieron a ver a Stone Temple Pilots. Al fin y al cabo, esta visita de Bush se siente como un debut: pasaron casi 22 años desde su último concierto, que encima se dio en un festival.
El cierre llega con «Comedown», como ya es casi costumbre. Y ahí, en efecto, el círculo se cierra: Bush toca sólo once temas, pero sigue cimentando su camino en la Argentina. Es evidente que esa energía pide a gritos un show propio.
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Fotos: Víctor Guagnini