Ellos subieron al escenario un poco tímidos, quizás temerosos. Ni siquiera eran la figura central del recital de ese día. La platea, probablemente, los esperaba como un número más: una simple actuación de «reHeno». Para los que están metidos en las alternativas de la. música rock este trío que subía a hacer su música no iba a ser mucho más que Huinca sin Litto Nebbia.
Para otros el nombre de Aquarium apenas representaba la posibilidad de ver a un grupo más de los tantos que prueban suerte de en cuando. Apenas unos pocos podían sentirse curiosos de verdad por lo que podrían flegar a decir tres nombres conocidos como Moro, Gabriel Ranelli y Cacho Lafalce, todos evaluados como correctos :instrumentistas de visible y reciente trayectoria.
Todas las especulaciones quedaron invalidadas cuando ese trío explotó (ese término es casi el correcto) con su música. Un ritmo fuertísimo, organizado, con todo lo cíclico y potente de un motor en marcha comenzó a producir un sentimiento de excitación y sorpresa generales
El órgano (o eventualmente el piano) de Gabriel se internaba poderoso Leslie mediante— en los fraseos virulentos de la música clásica hasta combinarse con los golpes de rock cuadrado (estilo Deep Purple, para darse una idea) de la batería de Moro, que esa noche tenía una fuerza pocas veces escuchada. En tanto la labor de Cacho Lafalce en el bajo hacía olvidar a los desconfiados (y a los que tienen anteojeras) la carencia de una guitarra: en repetidas oportunidades punteó con su instrumento con la soltura de un guitarrista de rock pesado; su contundencla era el ritmo profundo, interno que iba marcando los pies para eventuales entradas apocalípticas del órgano de Gabriel. y
Fueron cuatro o cinco los temas que hicieron, no importa demasiado la cantidad, y el todo conforma un bloque homogéneo, verdaderamente compacto que ametralló al público contra el respaldo de las butacas de las que sólo se separaban para interrumpir con aplausos los momentos más culminantes de la elevación a la que estaban siendo alzados. Apenas hubo un respiro en un tema que hizo el grupo, que no tuvo mucho que ver con el resto. Quizás sirviera como cuota de alivio. Y es probable que Aquarjum lo haya planeado como compensación de todo lo pesado que estaban entregando. Pero ese camino no parece ser de ellos ni el indicado para el mejor desempeño y lucimiento de sus virtudes instrumentales.
Cacho Lafacce dijo algunas cosas que quisieron ser canciones. No estuvo demasiado acertada en esa parte. Tuvo una justificación: «Ensimismados en los arreglos musicales —dijo— y en la búsqueda de la identidad de estilo del grupo dejamos las letras para el final, y en eso fallamos: estuvieron engarzadas de manera deficiente y ni siquiera les dimos un repaso, además yo estuve improvisando todo el tiempo porque no me las acordaba muy bien; creo que en nuestro segundo recital vamos a mejorar ese aspecto importante porque ojo: tenemos cosas que decir».
Este inesperado surgimiento de Aquarium es importante por varias cuestiones. Una de ellas es que vienen a traer a la música rock el aporte de lo clásico que tan buenos resultados ha dado en los ensambles con la música progresiva. Es ahí donde el órgano de Gabriel Ranelli, un músico de típica escuela clásica, tiene su principal trabajo y se convierte en esencia importante del trío. El rock más duro lo tiene Moro, un de los bateristas más experimetados en ese tipo de línea (recordar sus memorables trabajos dentro de los Gatos) que aquí en Aquarium desarrolla un trabajo que transita entre lo sutil y lo pesado. El bajo punteado de Cacho Lafalce es la unión de esos dos trabajos anteriores e inclusive toma su propia dimensión.
La segunda importancia de Aquarium es que se anticipa como un grupo y, por primera vez, no hay ningún nombre super conocido avalando o anticipando un suceso. Ellos están solos. Seamos francos: ellos son los que —en sus diferentes grupos anteriores— estuvieron apoyando la cosa sin dar la primera cara. Y ahora quieren hacerlo porque consideran que ha llegado el momento de maduración de sus propias músicas. En un año donde todos los grupos que surgieron como importantes tienen una vieja y prestigiosa figura del rock entre sus filas, este advenimiento espontáneo y sin grandes nombres es un hecho saludable para el rock. Tan saludable como la sensación que quedó ese día en el recital de su debut. Aquarium está naciendo con todo. Con todas las dudas de los primeros pasos, menos con una: la de su propia fuerza.