Está claro que lo hicieron por el dinero. Un rumor -no confirmado- que circuló en los últimos días en el medio empresarial de la música decía que para concretar el retorno García y Mestre se aseguraron el cobro, para cada uno, de algo más un millón de dólares.
Y al finalizar el show, García concedió una breve entrevista a un canal de noticias, y ante la pregunta del cronista sobre cómo seguirá esto, contestó, filoso: «Ahora… voy al banco a cobrar». Pero seguramente también lo hicieron porque era una materia que tenían pendiente. Sobre todo Nito, que viene de una dura lucha contra la adversidad y salió de un pozo en el que, literalmente, estuvo a punto de morir. Y también Charly, que después de estar la última década siempre al borde del abismo, necesitaba demostrar -y demostrarse- que sigue siendo capaz de armar un proyecto y llevarlo adelante, de grabar un disco, de diseñar, ensayar y concretar un show -y qué extenso show-, y de terminar todo sin implosiones. Y además, qué mejor para los dos que haber recuperado, por un tiempo al menos, esa vieja sensación de encontrarse para ir a ensayar y reirse y mirarse con los ojos de los buenos amigos, como cuando tenían 18 años…
Esto es lo que hubo detrás de la escena. Frente al público, en el escenario levantado en la Bombonera, sucedió un concierto por momentos emotivo, por momentos intrascendente, donde el mayor protagonismo lo tuvieron las canciones del pasado, aquellas incluidas en los escasos tres discos del primer Sui Generis. Como Cuando ya me empiece a quedar solo, la que abrió el show, Confesiones de invierno que versionó Charly con una guitarra eléctrica distorsionada -¡sin perderse ni equivocarse la extensa letra!- o Tribulaciones, lamentos y ocasos de un tonto rey imaginario o no que Nito cantó con seguridad y emoción, acompañado por la orquesta Say No More de cuerdas, demostrando que su voz ha vuelto a estar bien y cálida, como en los viejos tiempos. Mercedes Sosa, León Gieco, Fito Páez, Pedro Aznar y Gustavo Cerati se sumaron a la fiesta, redondeando para el público, heterogéneo en edades como pocas veces -eso de que Sui Generis suma generaciones es cierto-, una noche por cierto grata.
Como era de preveer, las canciones del nuevo Sinfonía para adolescentes no estuvieron a la altura de la circunstancias, excepto El día que apagaron la luz, que seguramente por el poder de la difusión se está constituyendo en un nuevo hit say no more de García, del tipo El aguante, y por lo tanto fue celebrada por la multitud.
En fin, volvió Sui Generis. Algo menos queda en el terreno de aquello que se podría recuperar para tener aunque más unas horas, tres y cuarenta minutos, de felicidad.