El músico rioplatense presenta su nuevo álbum “Hay un lugar”, bajo la idea conceptual de una búsqueda interna donde las emociones son el eje para recorrer el camino hacia la verdad personal de cada uno.
“Aquello que nos emociona nos revela. Nos muestra. Cuando nos emocionamos se cae el velo. Se rompe esa coraza que construimos para poder ser parte –sentencia Julián Oroz- El disco, sus canciones, son como el viento, como una briza, mejor dicho. Mueven ciertas ramas, plantas, hojas. Habrá quienes se encuentren identificados y quiénes no. En definitiva, es una oportunidad, una nueva oportunidad de ver qué pasa. Qué me pasa y qué pasa en los demás. Oportunidad de enviar un mensaje y ver si llega. También se trata de amigos. De gente que está alrededor y hoy a la distancia colabora. Hace parte de este disco grabando sus instrumentos, sus voces. ‘Hay un lugar’ es esa certeza pequeña, sencilla. Ese saber que más antes que tarde nos vamos a encontrar, con los demás, y con nosotros mismos”.
¿En qué se diferencia este álbum con los tres anteriores?
La diferencia más sustancial es que se encuentra atravesado por una pandemia. Un hecho que inevitablemente forma parte de todo lo que hacemos hoy. Este disco es el más directo de todos. Aunque intenté buscar otros caminos en las letras, no conseguía salirme de esta lirica coloquial que tiene. Como si no me fuera posible. Como si las canciones pidieran esa sinceridad. A nivel musical, cuenta con la participación de varios artistas queridos que aportaron lo suyo. Lo más destacado a diferencia de los otros discos es quizás la participación de Nicolás Soares Netto en percusión. Le aportó una inyección de humanidad. Un pulso sanguíneo que marcó el álbum. Charly Valerio es el productor y arreglador de este y mis últimos dos discos anteriores. No mentiría si dijera que Valerio es el 50 por ciento del álbum. Después, se suman los aportes fundamentales de Víctor Siete, grabando desde Europa del Este un pandeiro viajero. Juani Rashplas dejando sus bajos y coros en todas las canciones, con la calidez y dedicación que lo caracterizan. Viviana Ghizzoni en coros de “El sabor de las peras”. Y finalmente Inés Errandonea compartiendo un feat maravilloso en “Febrero en Montevideo”. Masterizado por el numero uno Andrés Mayo.
Después de cuatro álbumes editados, ¿qué cosas te inspiran a sentarte a componer?
Me siguen inspirando las mismas cosas. Encontrar la belleza en la simpleza. Cantar una melodía que me mueva por dentro.
Necesito que algo pase en mi cuando escribo una canción. Eso no sabría cómo explicarlo. Son como micro trasformaciones. Es algo que me acompaña desde siempre. Quizás lo que cambió en mi desde los inicios es que tengo más paciencia que antes. Los años de sentarme a componer me enseñaron que hay que ser constante pero no hay que presionar. Todo a su tiempo.
En este disco hay un eje puesto en cómo sobrellevar la soledad, ¿durante la cuarentena tuviste más momentos de inspiración o son más los bloqueos compositivos?
No puedo decir que la cuarentena sea inspiradora en sí. En lo personal, la inspiración me encuentra cuando comparto con otros. Es en ese intercambio en el que encuentro cosas para contar. Después, la soledad es el escenario ideal para materializar aquellas ideas y subirlas a una canción.
¿Qué planes hay en tu agenda musical para lo que resta del año?
Aun no se sabe qué puede pasar el resto del año, pero mi intención es hacer una gira. Quiero llevar “Hay un lugar” a todos lados. El parámetro serán los sitios en los que he tocado a lo largo de estos años, aquellos lugares a los que amo volver. Y también la idea es llegar a lugares nuevos. Tuve la suerte de llevar mis canciones a lugares muy lejanos en el mapa. Con lo cual ahora mis ambiciones no son de largas distancias. Para este disco y esta etapa estoy buscando cantar donde haya oídos atentos para las canciones. Como decía al comienzo de la entrevista. Este disco es una briza y no un ciclón. Llegará a las personas que tenga que llegar.