Al trote de la codicia
la isla de la verdad
era el cóctel de cenizas
de un presumido haragán.
Dejando espuma en el viento.
Bufando al medio capaz
de ser el expreso lento
hacia la felicidad.
El crepúsculo al desnudo,
se hizo llanto al desayuno.
Recordé tu estallido animal.
Parecía el sueño
de cualquier tipo mortal.
Y van pasando las pieles.
Insípidas; de alquitrán.
Dejando esquirlas de bretes
donde supiste chispear.
El suelo expulsa con rabia
su requisa de algodón,
mientras naufrago en la savia
hipócrita del sudor.
Hoy fallezco en la incongruencia
de contiendas sin violencia.
Sin la vida entregándose a amar.
Perdí las nociones, sin tu voraz libertad.
A veces busco en el tiempo
lo que en el tiempo no está.
Lo que extirpé por mis medios
por el temor de ganar.
Y me cuidé del cuidado,
sabiendo cómo perder.
Perdí la sabiduría
por no saberla ejercer.