Tanto entrego por verte
que a esta altura ya quedé pobre.
Decí que tengo este cielo
que te recuerde que siempre seamos nobles.
Cada vez que me duele
no me lo tomo indiferente
porque aparece tu nombre
que hace maldad en los rincones de la mente.
Un día más faltaba
para soltar tus pequeñas manos.
Por más que lo haga sin ganas,
hay que entender que hay que ser dos para un abrazo.
La soledad me busca
desde la puerta de este cuarto
y yo la esquivo durmiendo
por la esperanza que aparece en el soñar.