El cuchillo que atravesó mis ojos
hizo entumecer mi cerebro.
La sangre que emanó como manantial
tiñó mi cuerpo, antes blanco y frío.
Mis dientes no existen; mi cabeza,
pelada y con marcas de hoja de afeitar.
Mi única oreja cuelga de una vena.
Mis pies, quemados en las plantas.
Mis labios, despellejados y sangrantes.
Mi espalda latigada con odio.
Succionado lo que queda de mi rostro.
Mis uñas violetas, flexibles como papel.
Mis órganos genitales fueron violentados.
Mis huellas digitales fueron borradas.
Ya no tengo sombra,
sólo tengo memoria,
y apenas reflexiono
bajo tierra y sin ataúd.
Tal vez alguien me recuerde.