Me alcanzó su ángel gris;
besé su espalda dormida.
Y en sus jazmines
no vi el camino púrpura del infierno.
Le bastó sonreír
para salvarme la vida.
Y perseguí su son,
con el antojo de volar en su cuerpo.
Y al final, me asa a fuego lento.
Sin piedad; pestañeando unguentos.
Y me arranca la verdad
antes que la ropa.
Y instiga a revelar
que merece el cielo un cuento
de la libertad
que me imprime en los huesos.
Degolló mi animal,
y puso tibio el invierno,
que se sacrificó
para entregarme
su apreciado amuleto.
Y instiga a revelar
que merece el cielo un cuento
de la libertad
que me imprime en los huesos.
Te encuentro en la brisa
(te veo tan loca).
Traé tu sonrisa,
ponela en mi boca.