Uno de nosotros dos
tiene un auto.
Un auto plegable de papel
para chocar sin deber informar
a las autoridades de la vialidad,
a las autoridades de la realidad.
Puede decir, todo lo que quiera decir
Puede cantar, todo lo que deba callar.
Bebe por nosotros dos,
respira por nosotros dos,
teme a las fuerzas extrañas, perturbadoras, que lo acompañan.
Sus declaraciones extremas son emblemas que adoptarán
los jóvenes nacidos en la siguiente semana
Tantas alegrías al volante
sueño colisiones sin efectos especiales
huye de mi
huye de mi
huyo de mi
huyo de mi
Una mancha de gasolina
en la colina de las almas perdidas.
Llantos desesperantes
instrumentos orientales, el vibrar del gong
Toda oración termina
con la sal vertida en las heridas
el ardor penetrante, directo al corazón.
Huye de mi
Huye de mi
Huye de mi
Huye de mi (estás huyendo hermano)
Huye de mi (es hacia el otro lado)
Huye de mi (está nevando en la ciudad)
Huye de mi (y la ciudad se va muriendo)
(y no respira mientras)
Huye de mi