Me gustan los helicópteros.
Me gusta que pase más de uno por sobre mi techo,
de noche.
Sé que el caos vendrá precedido por ellos;
en mi lecho me relamo cuando escucho cómo giran
las hélices atronadoras.
Y veo un campo de margaritas ardiendo,
y veo tu sonrisa, y el sol cae detrás,
y todo se apaga.