Con el rumor que surge en la mañana y con tu cara mojada con rocío,
busco la luz que brilla en tu mirada, en la penumbra tibia de mi nido.
Cantamos con el sol de la alborada al ritmo de las hojas cuando caen,
como otros que cantaron y partieron, sus bosques y sus nidos al caer.
Una a una cayeron las moradas y un estruendo de horror justo al caer.
Volamos un instante junto a ellas, luego nos alejamos sin volver.
Es duro y fuerte el golpe que sacude, como otros golpes que oímos otra vez.
Tan sólo en un momento destruyeron lo que siglos y vientos no pudieron hacer.
Tus ojos me devuelven la esperanza de construir de nuevo nuestro hogar.
Porque ahora es un desierto aquel lago donde aprendimos juntos a volar.
Y una a una cayeron las moradas, y un estruendo de horror justo al caer.
Volamos un instante junto a ellas, luego nos alejamos sin volver.