Una esquina en Barracas
encendió su luz y abrió
la ventana en que suena
mi canción, tu canción.
Llegó el piano, la cocina,
la escalera y el salón,
los papeles, los afiches,
y los rounds, undergrounds.
Para el mundo artificioso
que no tiene corazón:
carbonilla, poesía
y expansión.
Fue tu pinta detonante
mas preciosa que el brillante,
marquesina que domina
la ilusión.
Dulces sueños, dulce vida,
la comida se acabó,
con aplausos se termina
la función.