Una vez en el desierto
me sentí en un lodazal
enceguecido por tu sol.
Tu gracia fue tan fuerte,
conseguiste mi cariño
y su monopolización.
Me emparchaste los dos ojos
para ser mi guía.
No vayas a besarme,
sólo somos amigos.
El oasis no era falso
y no era un iglú,
aunque estés medio cú-cú.
Me dejaste ser la Eva
y vos fuiste el Adán,
el mejor Romeo que hay.
Después de correr con sed
me ofreciste Gatorade.
Y si pienso un poquito en vos:
combustión espontánea.
No quería despertarme sin vos.
No tenía ningún sentido estar despierto.