Estaba el diablo mal parado
en la esquina de mi barrio.
Ahí donde dobla el viento
y se cruzan los atajos.
Al lado de él estaba la muerte,
con una botella en la mano.
Me miraban de reojo
y se reían por lo bajo.
Y yo que esperaba no sé a quién,
al otro lado de la calle del otoño.
Una noche de bufanda
que me encontró desvelado.
Entre dientes oí a la muerte
que decía, que decía así:
Cuántas veces se habrá escapado
como laucha por tirante.
Y esta noche que no cuesta nada
ni siquiera fatigarme.
Podemos llevarnos un cordero
con solo cruzar la calle.
Yo me escondí tras la niebla
y miré al infinito
a ver si llegaba ése
que nunca iba a venir.
Estaba el diablo mal parado
en la esquina de mi barrio.
Al lado de él estaba la muerte,
con una botella en la mano.
Y temblando como una hoja
me crucé para encararlos.
Y les dije me parece que esta vez
me dejaron bien plantado.
Les pedí fuego y del bolsillo
saqué una rama pa’convidarlos
y bajo un árbol del otoño
nos quedamos chamuyando,
Me contaron de sus vidas,
sus triunfos y sus fracasos.
De que el mundo andaba loco
y hasta el cielo fue comprado.
Y más miedo que ellos dos
me daba el propio ser humano.
Y yo ya no esperaba a nadie,
y entre las risas del aquelarre,
el diablo y la muerte se me fueron amigando.
Ahí donde dobla el viento
y se cruzan los atajos.
Ahí donde brinda la vida
en la esquina de mi barrio.
De mi barrio.