El grupo de rock alternativo Vetamadre explica cada canción de su segundo disco, mientras cuenta anécdotas de piletas con sanguijuelas, brotes psicóticos y festivales punk. Este jueves, luego de 17 años, recrearán el álbum en La Tangente.
“¿Misión? Liberar a Atilio. ¿Destino? Un viaje profundo en la Vetamadre. ¿Método? Agarrarlo con el mouse y llevarlo hasta una nave”. Cuando alguien ingresaba al sitio del grupo en 2002, se encontraba con ese juego interactivo que ya planteaba las preguntas existenciales que siguen haciéndose Julio Breshnev (voz y guitarra), Marcelo “Coca” Monte (bajo), Martín Dejean (teclados) y Federico Colella (batería).
En la web había cuatro naves para que el personaje escapara: una “boomship” que explotaba, una píldora (“e-ship”), un buque interestelar (“starship”) y la “eggship”, que representaba un huevo y era la que permitía acceder al sitio.
Aunque el flujo de información sea totalmente distinto y los canales de comunicación estén cada vez más extenuantes, hoy Vetamadre sigue viendo a ese disco como vanguardista. Por eso, mientras graban “Incomunicación” (que saldrá a mediados de año), Julio Breshnev y Coca Monte hacen un parate en su estudio de Colegiales y repasan este álbum emblema.
–”Ruido del Mundo” (1998) había mostrado una faceta totalmente distinta a lo que vino después.
Julio: Sí. Cuando tuvimos los primeros temas, pensamos “vayamos a hablar con los directores de las compañías”. Le llevamos tres canciones a uno, escuchó “Cayéndome” y nos dijo: “¡Esta me gusta, eh! Tráiganme más así”. Y nosotros respondimos: “No, esa va con las otras, es lo que somos”. No hubo contrato ni segunda chance, y nos planteamos: “No podemos ir a una fábrica de chorizos y pedir una salchicha parrillera”. Quisimos hacer nuestro propio camino y grabar las canciones como fuera. Algunas en estudios más lindos, otras en salas de ensayo. ¡En “Letargo” usamos una media de mi chica, porque no teníamos un antipop para el micrófono! Hoy cualquiera lo compra, pero ahí era carísimo y no había. Así que agarramos un alambre, lo retorcimos y pusimos la medibacha. “Letargo” quedó distorsionado porque lo grabamos así.
-Pensé que había sido intencional.
Coca: Había una búsqueda, pero tendríamos que haberlo hecho con un micrófono dinámico, no con ese.
J: Fue mitad y mitad, digamos…
C: Lo jodimos mucho cuando nos contó que era una media de su chica (risas).
J: Grabamos el disco en una sala de ensayo que estaba muy recubierta para que el sonido no saliera. Había sido un jardín de infantes. Era un ambiente tan opaco y tan seco que antes de grabar, con Fede -Colella, Baterista- corrimos todo y pasamos Glo-Cot en el piso. ¡Le pusimos brillo, para que sonara más brillante! (carcajadas).
C: ¡Y funcionó! También sacamos la alfombra para que hubiera un poco de agudos. Ahí nos prestaron una consola para shows, de 110 kilos. La entramos entre siete, ¿te acordás? Una Soundcraft Vienna con 48 canales, y grabamos “Libérenme” -el disco- con unos ADAT diferentes entre sí, que nos dieron los Divididos.
J: Exacto, no sé como se sincronizaban. Los tres eran distintos.
C: Se ve que teníamos un ángel. Poníamos play, arrancaba uno, seguía el otro, empezaba el tercero y así.
J: Y grababa el que estaba de turno. “El Gallo” -mánager- hizo muchas cosas.
C: Sí, totalmente. Era “vos apretá play y rec. El rojo y éste”. Como nos prestaron las cosas pero la sala ya era nuestra, nos tomamos nuestro tiempo. La idea era ir a mezclarlo a un estudio, aunque no pensamos que iba a ser “Del Abasto al Pasto”. Lo voy a contar por primera vez: ¡Álvaro Villagra no nos cobró la mezcla! Nos dio una mano bárbara.
J: A través de los años, mucha gente nos ayudó o nos devolvió favores. Incluso fuimos a un estudio en Rosario, y nos decían: “¿Ustedes son una banda de acá, no?”. Como Coca había vendido unas computadoras y le habían quedado debiendo guita, le ofrecieron que fuéramos a grabar ahí (se refiere al espacio All-Audio, de Jorge Llonch). Hicimos muchas cosas que no quedaron, como un proto-”Libérenme”, que ya era un álbum entero. Después lo desechamos y sólo mantuvimos tres canciones. A “Nada el tiempo” la remezcló Zeta Bosio con Adrián Taverna en El Pie, y las otras eran “Más de lo que ves” y “Amanecer ciego”.
-¿Cuál es la historia de esa última?
J: En Rosario dormíamos todos juntos, en una oficina con colchones en el piso. Estábamos en la cocina con Fede, y le dije: “Tengo este tema”. La empecé a tocar en la criolla y él se puso con el cajón peruano de alguien. Pensamos: “¿Y si lo grabamos así?”. No sé si lo despertamos a Llonch en ese momento, o si esperamos a que llegara a la mañana siguiente.
C: No, lo hicimos nosotros esa noche. Prendimos todo y pusimos un micrófono para la voz y otro para lo demás.
J: La versión del disco, en la que se escucha a Fede diciendo “un, dos tres, va” es esa, y justamente la hicimos en un amanecer. No había ninguna grabación estéreo ni nada. La letra tiene que ver con el resplandor que no te permite ver, que te ciega. Es un poco lo que pienso de la humanidad en sí. Sábato siempre decía que la gente no mira la televisión por el contenido, sino que va hacia la luz, como los insectos. Igual que los venados en medio del campo, cuando viene un auto con los faroles. Por ahí ves gente en los bares y no están mirando la tele, más bien se sienten atraídos por el resplandor.
C: A “Más de lo que ves” y “Nada el tiempo” los grabamos en 2000, ¿no?
J: Sí, entre 1999 y 2002. Nos tomamos cuatro años desde que salió “Ruido del Mundo” (1998). En realidad, fueron varios los discos que desechamos hasta que quedó “Libérenme”.
PUNKS, PILETAS CON SANGUIJUELAS Y BROTES PSICÓTICOS
-¿Algo de eso apareció en otro álbum?
C: De las sesiones de Rosario reciclamos “Ácidosurf”. Lo gracioso del tema que abre el álbum, “Ser humano”, es que salió así porque fuimos a tocar a un festival punk en Bahía Blanca. Veníamos con las canciones de “Ruido del Mundo”, hacíamos nueve y un cover, o repetíamos alguna. En ese lugar había olor a choripán, birra en el piso, ¡y nosotros caímos con un mambo re existencialista! Julio tenía la Shechter, su viola icónica, y le dije: “Boludo, nos van a cagar a trompadas. ¿Qué hacemos en un festival así?”. Agarró la guitarra, quedamos en que yo iba a hacer una cosa medio Zeppelin y la armamos en el camarín. Los punks estaban emboladísimos con nosotros, pero fue una locura cuando hicimos “Ser humano”. Era una versión que habíamos hablado, nada más. Aquellas circunstancias nos llevaron a un lugar al que no habíamos ido.
J: Y eso se transformó en el leitmotiv de lo que iba a ser “Libérenme”.
C: Ahí empezamos a pensar en la nueva etapa, porque tampoco existía la canción que le daba nombre al disco. Cuando Julio me mostró la letra de “Ser humano”, le respondí: “Mirá, cada vez que una persona se pregunta qué debería hacer con su vida, escucha claramente la respuesta”. El yo interior te explica que no tenés que permitirte tal cosa, o irte a tal lugar. Después está la decisión de cada uno, si agarrarla o negar que la escuchó.
J: Cuando fuimos a tocar a Bahía Blanca nos prestaron una quinta, y nos quedamos unos días. Armamos la banda en el living y grabamos algunas ideas, como “Sueño circular” y “¿Para qué?”. Eran embriones.
C: Pero los demos suenan casi iguales a los finales, y los hicimos en una noche. En la casa había una botella de Chivas Regal, de esas que tenían un armazón de metal enorme. Una cosa muy menemista, noventosa. ¡Cómo le dimos a esa botella, por Dios!
-Bajo esos efectos salió un tema de siete minutos como “Libérenme”, imagino…
C: (Carcajadas). Después nos metimos en una pileta que estaba podrida, toda verde, con agua hasta las rodillas. Hacía calor y fuimos ahí, aún no entiendo por qué. No cambiaron el agua y era casi un estanque. Julio me dijo que había sanguijuelas, ¡no te imaginás cómo corrí a la mierda! Ahí nos pasamos los acordes de “Sueño circular”, y a la noche charlamos filosóficamente del para qué y del sentido de la vida. Al otro día desarmamos todo y salimos a tocar. “Letargo” también era de las sesiones de Rosario…
J: Sí, pero otra versión. Yo me había mudado a Don Torcuato, y como en cada barrio, en las esquinas tenías a los pibes que se juntaban a tomar birra, a charlar y zafar un rato de la casa. Me acuerdo de ir con gente que no era de la zona y que me preguntaran qué onda, perseguidos. El tema tiene que ver con eso: “¿Qué estás haciendo ahí, sentado en esa esquina? / Quizás estés tratando de respirar”. La mayoría son chicos como nosotros, que salen porque no tienen patio o lugar en la casa. Para Vetamadre esa época fue como el “despertar místico”, con la influencia del yoga, el tercer ojo y no ver la realidad como es, sino más a lo Matrix. “Libérenme” -el disco- está plagado de momentos así. También miraba el cielo y veía cómo se mezclaban las estrellas y los satélites, pero estos últimos se movían. “Letargo” quedó lleno de imágenes como la de “la luna sale entre carteles”. Los seres humanos nos abrumamos en las grandes ciudades, pero a la vez yo soy de esta urbe, acá están mis amigos y puedo enchufar una guitarra y tocar. Es una de las contradicciones de la vida. El disco tiene que ver con eso, pero no recuerdo de dónde salió la canción “Libérenme”. ¿Vos sabés, Coca?
C: Sí. El riff era recontra típico mío, lo encontrás en todo Vetamadre. ¡En los temas nuevos aparece como tres veces!
J: Hoy le toqué la intro de “Casi todo” a Fede y me dijo: “¿Ese es ‘Libérenme’, no?” (risas).
C: Ahí está mi estilo como músico, y eso de que en Vetamadre el bajo hace una cosa, la viola completa la idea y el teclado desde su lado también. No somos de tocar lo mismo, de decir: “hagamos SOL”. Si metemos ese acorde, nos ponemos de acuerdo para que cada uno haga una nota distinta.
J: Pero no de eruditos, sino para no repetirnos. Algunos nos preguntan: “¿Cómo hicieron? Coca está tocando MI, vos una especie de RE, en el estribillo te vas a DO, y de ahí él pasa a RE…”. Era una época en la que Nirvana había desaparecido, y nosotros estábamos en la etapa de Live, Bush y Radiohead. “Kid A” (2000) era reciente, y queríamos rescatar la guitarra podrida, esa pared de violas. “Libérenme” es radiohedeano en los sonidos, y con recursos de Pixies y Nirvana, como hacer estrofas fuertes/débiles, fuertes/débiles. Luego se transformó en el tipito de la portada, el “Atilio” sobre la autopista. Lo laburamos con Tiano, un amigo que hacía nuestras tapas y terminó con un brote psicótico. ¡Enloqueció y se fue!
-¿Se dibujó a él mismo, entonces?
J: Sí, sí. Un día me confesó que le dio el brote escuchando “Ruido del Mundo” de principio a fin. Después dejó de atender los teléfonos, hasta que tiraron la puerta abajo y el tipo estaba desnudo en un sillón, hablando con seres extraños.
C: Medio «The Wall». ¡Divino!
J: Luego se mejoró, por suerte. Ahora cambó la vida, es arquitecto y se fue a Salta, su provincia. Como letra, “Libérenme” surgió por unos amigos que no se separaban y que tenían una hija. Nosotros venimos de una generación de padres que no se animaban a divorciarse, y ahora llegamos a las familias ensambladas. En toda esa transición hubo muchos chicos sufriendo, viendo a sus papás pelear. Por eso digo: “andá a tu cuarto, que lo que estás por ver no vas a poder creer”. Esos son tus viejos gritando, y vos pensando “¡en cualquier momento se la agarran conmigo!”. Es muy loco, cada vez que la canto veo a esos amigos y a la criatura.
-¿Y ellos se enteraron?
J: Creo que no. Lo cuento porque me encanta, pero a la vez me gusta que signifique lo que cada uno quiera, parafraseando al Indio Solari (risas).
C: A mí también. Nunca explicamos demasiado lo que hicimos, es la primera vez. Pero pasados tantos años, se tienen que saber algunas cosas. Por ahí le contás a un amigo de qué habla “Libérenme”, y te dice “ahhh, con razón”. Es más, yo mismo le pedí explicaciones a Julio. En la historia, para mí la criatura en realidad se queda atrás de un sillón. No se va del ámbito de la pelea, sino que se refugia como el “Atilio” de la tapa: desnuda, escuchando y tapándose.
SURFEANDO ENTRE NAVES INTERESTELARES
-Fede cree que la canción “Libérenme” es una obra en sí misma. ¿Ustedes la plantearon de esa forma?
C: Salió así, y es horrible decir “no tenemos plan”. Es más lindo pensar que hay una agenda. Para mí las ideas son aguas estancadas, que cuando empezás a abrir conductos, girás y salen. Si no movés eso está todo quieto, pero los que podemos expresarnos tenemos un plan implícito. De ese tema nos divertía ver adónde iba el riff. En la estrofa había una sucesión de acordes, y quisimos hacerlo tan oscuro que nos quedamos con el teclado y el bajo todo el tiempo en MI. Musicalmente es como una obra, sí: Julio vuelve a hacer los acordes de la intro, y el bajo mantiene el riff en otro formato.
J: Crecimos con Genesis, que tomaba eso de la música clásica de repetir al final las mismas notas con toda la energía, o en otras octavas. Siempre flasheamos con Pink Floyd, venimos de “Bohemian Rhapsody”, “Stairway to Heaven” e incluso “Paranoid Android”. Así que estaba el deseo oculto de una canción como una obra. “Libérenme”, modestamente, es una historia en tres partes.
J: El tema que sigue, “Números”, tiene ingredientes alternos, dark, acústicos, eléctricos, melodiosos y ásperos. Hay una narración existencialista a full, pero también fantástica. En esa época me rondaban el escapismo y el despertar místico del que hablábamos, además del alma y la creatividad. “Números” narra la huída de un humano sensible, oprimido por el mundo, por la tecnología y, paradójicamente, por la soledad. La letra cuenta, a la vez, una despedida del planeta en una nave interestelar que se aleja tanto que perdemos su señal. Ese “problema”, al final, se le vuelve una salvación.
C: Reescucharnos este año fue clave. En mi caso oigo el disco y digo: “¡¿Cómo le iba a gustar esto a la gente?!”. Uno tiene el deseo de ser más masivo y popular, de vender más tickets, de tocar en lugares más grandes. No llegamos a ese sueño, pero lo entiendo. Lo que hicimos hace quince o diecisiete años es adelantado aún hoy. ¡A “Libérenme” lo regrabás y es un tema actual! No es una canción típica, con una tónica en cuarta dominante y un solo. Hace unos años se la mostré a Peter Jenner, exmánager de Pink Floyd, y me dijo que era de vanguardia.
J: “Casi todo” tiene la inmensa locura de Diego Arnedo, que la escuchó a su manera y le puso una cosa distinta. Sumale la manía de Coca, de querer un tema con dos bajos. ¡Después lo hizo con tres, en “Ahora” (2014)!
C: ¡Qué estúpido que era! (risas).
J: La época menemista también nos influyó.
-Hablando de eso, sacaron “Libérenme” justo después del estallido de 2001.
C: Hay cosas que no sé cómo las pudimos lograr.
J: Bueno, “Hombre fantasma” es un poco la personificación de Menem. No no nos gusta ir políticamente contra un tipo específico, pero lo de “En otra vida, en otro lugar, otro tiempo, voy respirando un atardecer / El viento hablándome, y de vos nada más queda ya” era un deseo de “Carlos, vos te vas a ir de nuestra vida”. En realidad me pasa con todos los políticos (risas).
C: Hay un montón de sentimientos ciudadanos y urbanos que no expresamos de la boca para afuera, pero si escuchás las letras están ahí. Aunque es muy difícil entender las líricas de Vetamadre si Julio no las cuenta así.
-Otro de los temas icónicos del disco es “Un millón de soles muertos”.
C: ¿Hay algo más oscuro? Yo le decía: “¿Hace falta poner ‘muertos’ en el título?” (risas). Soy muy tímido y toqué muchos años bajo los efectos del alcohol, porque tengo pánico escénico. Me sigue pasando hoy. Si sé que no hay tanta gente me angustio, me dan ganas de salir corriendo.
J: Lo que él siempre me dice antes de tocar es: “Me gustaría agarrar una ruta sin destino, y salir a correr y correr”.
C: Claro, ver que ya son las dos de la mañana, que terminó el show y que no tuve que pasar por ese momento horrible. Pero cuando subo lo disfruto y soy medio shoegazer, mirando para abajo. Me cuesta mucho levantar la vista.
-¿Y lo de morder el bajo de dónde salió?
J: ¡Creo que es parte de lo mismo!
C: Siempre se piensa que soy el personaje oscuro de la banda, ¡pero yo no le puse “Un millón de soles muertos” a una canción! El dark es Julio. Cuando hicimos “Libérenme” fui un protagonista desde la música, pero él hizo la letra. Yo no escribí sobre un pibe que no quiere que se peleen los padres, que busca que lo liberen y que no sabe lo que le va a pasar si se queda ahí (risas).
J: Bueno, el exmarido de mi hermana me preguntaba por qué hacía música depresiva, si soy un tipo alegre, gracioso y cuento chistes. Y le explicaba que era mi canalización, que lo de las letras siempre era una pregunta compartida, no desde un pedestal. “Un millón…” tenía que ver con eso. Yo pienso mucho en la educación judeocristeana, en el “premio y el castigo” y en lo que sigue después de la vida. Por eso el estribillo dice “Nadie jamás vendrá / Estamos solos y hay tanta luz que casi no se ve”. Es el mismo resplandor que contábamos de la televisión: todos piensan que debe haber una respuesta en algún lugar, y que hay que seguir buscando. Pero en cambio, yo me imagino a un personaje que dice: “Muchachos, no busquen más allá. ¡Acá está todo tan claro que ni lo podemos ver!”. Algo de razón hay.