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Vetamadre cuenta la historia de «Veratravés», a quince años de su lanzamiento

  • Fabrizio Pedrotti
  • 30 abril, 2019

La banda recuerda la composición y grabación de uno de sus discos más importantes, antes de tocarlo el jueves en La Tangente. Un reportaje con anécdotas de inodoros, elefantes y hasta el verdadero origen de Atilio, su mascota.

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Aunque el tercer álbum de Vetamadre sea el más distorsionado, seguro no te diste cuenta de un detalle: hay fragmentos de folklore desperdigados a lo largo de las canciones. Y lo mejor es que no hace falta escucharlas al revés ni nada por el estilo. «Fuimos a grabarlo a los estudios Tónica, y justo usamos los ADAT de una cantante muy famosa de música popular -dice el bajista Marcelo «Coca» Monte, en referencia a una vocalista entrerriana-. ¡Así que hay recortes de ella por todas partes, e incluso un bombo!».

Sentado a su lado en el estudio, el cantante y guitarrista Julio Breshnev agrega: «Y en ‘Mar’ se escuchan dos pedacitos que están por empezar, y la voz de un hombre que organiza. En Spotify, al estar todo comprimido, se levanta y queda re fuerte. Incluso en ‘Sin Mirar’ pusimos la voz de un conocido mío, de unas cintas que sí estaban al revés. Lo agregamos porque le daba un aire medio árabe».

-«Veratravés» estuvo fuera de las disquerías y de las plataformas por mucho tiempo. ¿Por qué?

C: Quedó en el limbo cuando nos distribuía PopArt y cambiaron de Sony a BMG, o algo así. No se fabricó más. A Spotify no podíamos subir este ni «Otroviaje» (2010, editado por Epsa), hasta que le cedimos todo a Sony. Estaba uno en cada compañía, desde el primero hasta el último.

J: Lo gracioso era que en todas las contratapas mantuvieron a Ganesha, como si fuera nuestro sello discográfico. Cuando arrancamos, había que tener una «marca» para pagar los impuestos en SADAIC, y como la mamá de Fede es devota de Sai Baba, Ganesha era un nombre corriente que encima significa «la abundancia». Pero no se pudo registrar, porque es una divinidad. Es el sello ficticio de Vetamadre, y está ahí siempre. No existe legalmente, es una mascotita, como una Atilia elefanta (carcajadas).

-El disco abre con «Rara puerta».

C: Me acuerdo que yo le puse el riff de bajo. Julio me mostró la melodía de la voz, y eran las épocas de «Ok Computer», de Radiohead (1997). El tema entraba en MI, entonces para romper con la monotonía hice algo cromático que fue descendiendo hasta DO#.

J: En cuanto a la letra, me fascinaba la idea de una oportunidad que te surgió, pero la perdiste y te pasó de largo. ¿Qué pasaría si pudieras volver el tiempo atrás? Viste que dice «el mismo tren de ayer, la misma rara puerta se abre». Y por más que sea una referencia esotérica, en mi cabeza tengo la puerta del tren Retiro – Tigre en el andén de Olivos, donde vivía. Y quizás si uno tuviera una segunda oportunidad, reaccionaría igual. Por eso es una pregunta. Yo lo linkeo con «Pájaro», el último tema, porque hacía años que quería agarrar una canción y…

-¿Hacer un reprise?

J: Exacto. Con ese lo logramos, y es lindo porque termina diciendo: «¿Qué vas a hacer? Ser».»Veratravés», para mí, es el pico más alto del ser, de reconocerse como parte de un todo. Con Vetamadre nos pasa que el fan acérrimo observa la misma «película» que nosotros, y varios nos dijeron que el grupo les salvó la vida. Armar el cierre con «Pájaro» también fue uno de esos sueños cumplidos. Alguien me dijo que en realidad «Veratravés» terminaba en el tema 10, porque después había un instrumental, y el último era una copia del primero… claramente no lo entendió (risas).

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-El segundo es «Mar», y ahí arranca la oscuridad en serio.

J: La historia es así: mi primera mujer había tenido un atraso menstrual, pero al final no desembocó en nada. No fue traumático, pero flasheé con dónde vamos y estamos cuando no pertenecemos ni a la panza ni a la vida. Por eso canto: «Estás en el sonido que hace el planeta, zumbando en su órbita», en referencia a esta masa de energía cercana a la tierra. Y habla de este pequeño ser que existe y a la vez no, en eso de «en ese mar que todo te lo hará olvidar, allá te vas». Creo que cuando reencarnamos volvemos en forma del «todo», siendo energía, con un crecimiento del alma. Y con eso de «¿cómo fue que arrancaste la cruz de tu cabeza?» también hablábamos de liberarnos.

-En esa época usabas mucho la remera con la cruz.

J: Claro, que venía de «Libérenme» (2002). En la tapa hay un Atilio rojo, que decíamos que había absorbido la cruz y la había incorporado, ya no como un freno, sino trascendiendo y flotando contra la corriente.

C: Y la gente pensaba que nosotros éramos los cuatro grises, pero seríamos el rojo.

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-Luego sigue «Lluvia cósmica».

J: A esa y a «No me ves» las tiré juntas en forma de prosa, flasheando con la forma de las nubes. Tenía la duda medio spinetteana de qué pasaría si de golpe hubiera una explosión cósmica que borrara la tierra por completo. Seguramente todos los humanos se quedarían vagando como si todavía tuvieran el recuerdo de que están acá, ¡pero ya no! Sería muy fuerte y veloz. Por eso repite: «Y es acá desde donde te lo digo», porque está pasando ahora mismo. Me moría de ganas de hacer un disco conceptual, por eso repetí tanto lo de «ver y no ver» y «ser y no ser».

-El reprise, además, le suma ese toque de «obra narrativa».

J: Totalmente. Se cierra en paz, con el mismo estribillo de «Rara puerta» pero relajadamente. La verdad es que padecí mucho la grabación. Cuando terminamos de escribir «Acá», dejé el estudio y unos amigos me esperaban para un asado, y yo estaba muy estresado por esto del concepto. Todo el disco tiene una necesidad de escape y de entrar en ese estado zen en donde no hay dualidad. Después, sobre el final del álbum, es como si dijera: «Está bien, sí. Quiero ser más místico y alejarme de lo tangible, pero a la vez me encanta despertarme acá, con mi amigo, mi novia, mis cosas y mi perro». Aunque en el futuro pase a un plano mejor, voy a extrañar el olor del rocío a la mañana y las rutinas de todos los días. El final grita «¡déjenme un poquito más en esta vida, todo lo que se pueda!».

UN HIT ESCATOLÓGICO

-El cuarto tema es «No me ves», uno de los emblemas de la banda.

J: Sí, se transformó en una especie de himno adolescente para el público, por la fuerza que tiene. Habla de alguien que está explotando por dentro, muriéndose y con la necesidad de ser visto, y de otro que no se entera.

-Y lastimosamente nos pasa incluso con los que tenemos al lado. A veces no hace falta estar lejos…

J: Ni hablar. Ahí viajábamos mucho por la Argentina, así que por eso incluí lo de «estoy parado en la última vereda del último pueblo».

C: Lo mejor es la anécdota de cómo surgió el rasgueo del bajo. ¿La vamos a contar, Julio?

J: ¡Más vale! Nuestra sala de ensayo tenía un bañito chiquito externo, y yo me tomé un tiempo para ir hacer mis cosas (risas). Ahí Coca se puso a boludear…

C: (Agarra el bajo y empieza a tocar). Estábamos armando un tema que arrancaba con DO-RE#-LA# y luego iba a FA.

J: Igual que «Un millón de soles muertos», básicamente (se pone a cantarla).

C: Como Julio estaba «ocupado» en el baño, me puse a rasguearlo con los dedos, para que se pareciera más a una viola. Y de repente escucho la voz de ultratumba de él desde el inodoro, que me grita: «¡Así lo tenés que hacer, Coca, perfecto!». Todo esto conversándolo de una punta a la otra (carcajadas).

J: Y de esa forma también le quedan los dedos por rasguear las cuerdas. Cada vez que lo toca dice «¡la puta madre!». Para el video de «No me ves» yo imaginaba que el personaje se frenaba a sí mismo. Laburamos un montón para lograr ese efecto, que se hacía en la compu pero yo prefería que fuera manual. El protagonista queda tildado, los de alrededor están quietos y los sigue una cámara rápida, que crea la sensación del 3D. Se logró bastante bien, y por otro lado, sigue la línea de «Veratravés». En todos los temas está metido el «No me ves», esto de sentirte acusado y juzgado por el entorno o la sociedad, y en realidad sos vos el primero en infravalorarte.

-¡Gracias a Dios que fuiste al baño!

J: Exactamente, a veces viene bien dejar que las cosas salgan… (risas).

-Después llega «A través», con un poco de calma, pero por un rato.

C: La frase «se abre el cielo y te vas» era para la abuela de Federico -Colella, baterista-.

J: A los acordes los trajo Fede con una melodía y me los cantó casi todos. A mí me gustó porque yo también quería hacer algo como Radiohead, que arrancara chiquito y terminara enorme. Y lo logramos, ¿no? Es una combinación de una «introducción a la meditación y al tercer ojo» con una despedida a la abuela de Fede, que había fallecido en ese momento. La conocimos mucho, porque vivía con su familia y estaban muy pegados.

-¿Cómo surgió «Sin mirar»?

J: Yo estaba surfeando en Brasil, y como en cualquier lugar, estaban los locales que se hacen ver. Percibía la mala onda, y «Sin mirar» era porque muchas veces me sentía no querido, y me miraban mal o no me aceptaban. De golpe pasó alguien por ahí y me sonrió, y en ese gesto descubrí que la balanza se iba a la mierda y que lo malo se diluía («La sonrisa de una sola cara devuelve lo que un mar de llanto vino a saquear»). Aplica para todo: discutiendo en una reunión o con tu pareja, tenés que tender la mano y cambiar el semblante. Terminé de escribirla mientras estábamos de gira, nos habíamos bajado en Necochea porque había lindas olas, íbamos con el backline y dos bodyboards en la traffic. Con Coca surfeábamos, y Martín -Dejean, tecladista- nadaba, nos pasaba y se iba lejísimos.

C: Fede no era muy atlético, así que se quedaba en la camioneta tranquilo y se fumaba uno (risas).

-Más allá de que el significado se entienda, son historias que si no las cuentan, pasan desapercibidas. Me refiero a frases como «empiezo a flotar, se eleva mi alma hacia una nueva realidad». Es muy ambiguo.

J: Sí, te pueden disparar para varios lados. Y después viene «Torrente», con el que pasaron muchas cosas. El primer cantante de un proto-Vetamadre había muerto en un accidente, y estábamos hablando mucho de él y viendo videos. Estando yo en Brasil, a veces bajaba a la playa y veía la bruma, y me preguntaba qué pasaría si algún día se me presentara él a tirarme data desde donde estuviera, y yo ocupándole su lugar en esta banda que ya grababa el tercer disco. Así que «Torrente» tiene mucho de «hablar» con Diego, «el Vasco», que ni lo llegué a conocer. La otra mitad de la canción se basa en que yo vivía en un departamento e iba mucho a la terraza, y de ahí me subía al tanque, para estar solo y arriba de todo, aunque estuviera prohibido. Ahí escuchaba discos enteros de Radiohead, Eels, Counting Crows. Cuando me mudé, hablé con el nuevo arquitecto para que me pusiera una escalera y acceder al techo (risas). ¡Y eso que tenía galería y jardín, no hacía falta! El estribillo de «Torrente» se narra desde el techo de mi casa, eso de «nadie te ve en serio, sólo imaginan verte, no saben ni lo que pensás». Después vimos todas las películas de «Torrente» y casi le queríamos cambiar el nombre, no sabíamos qué hacer (carcajadas).

C: Nos pasamos meses enteros viendo la 1 y la 2 en todos los ensayos. Fede, por ejemplo, se sabe todos los diálogos de memoria. Si hicieras una obra de teatro, él tranquilamente podría ser el apuntador, pero sin necesidad del cuadernito (risas). En «Libérenme» había aparecido el Coca Monte bajista, pero para «Veratravés» incorporé inconscientemente a Simon Gallup, de The Cure. Creo que él hubiera tocado lo mismo en «Torrente». Fue el primer tema en el que usé la púa, para emularlo y sonar parecido. Este fue el álbum en el que más me empeciné en mostrarme. «Rara puerta» me trajo incluso un contrato para ser embajador de Orange, y me mandaron equipos desde Inglaterra. Y eso que no lo había grabado con esa marca.

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-Coca, varias veces dijiste que si tuvieras que elegir un disco para mostrar qué es Vetamadre, sería justamente «Veratravés».

C: Sin dudarlo. El único chiste que tiene, y que a un integrante no le gusta mucho, es «25 Muñecas». La historia es que en las primeras giras salíamos en carpas y parábamos en campings. Estando en Mar del Plata, apareció un carta en el pasto. Yo la agarré, la miré y era una lista de reyes. Nos reímos un rato y la guardé, pero no me inspiró nada, salvo la ternura de «¡mirá lo que le pide esta nena!». Julio reparó en que quería 25 muñecas y una casa grande, y eso terminó como una canción.

J: Viste que arranca diciendo «lista de reyes» y después «cuánta necesidad». No sé si la casa era para las 25 muñecas o para ella (risas). Pero aunque tenga tono de chiste, termina hablando de otras cosas: «Nubes petroleras taparán un mundo que no sabe ni mirar lo que se viene, ni lo que ya se va». Y el estribillo, para mí, resume algo groso en muy poquito: «Un minuto dura más que una vida entera sin paz».

-Y aunque sea más despojado, es el tema que piden siempre en los grupos de Facebook.

C: Es muy loco eso, pero quédense tranquilos que ahora lo vamos a tocar. Bueno, tampoco nos queda otra (risas).

-¿Quién se encargó de la secuenciación del disco? Porque pusieron un tema así justo después de «Torrente» y «Flotando», y eso no es poca cosa.

C: El orden a mí siempre me chupó un huevo. Julio sí se imaginaba cuál iba primero.

J: Claro, ponía todas las letras juntas para ver si encontraba un mapa, una conexión…

C: Yo soy mucho más musical, me preocupo por lo que vamos a tocar, cómo va a sonar y qué tenemos que hacer. Confío plenamente en lo que escribe, pero pobre, es un re laburo.

J: La banda funciona porque los cuatro nos amamos mucho, pero también porque cada uno ocupa un rol. Coca es brillantísimo como operador de sonido, para mí uno de los mejores de la Argentina. Yo en mi casa sólo tenía una criolla y una Washburn, y él estaba re copado con lo técnico. ¡Para la banda era facilísimo, porque él hacía el ruteo! Lo mismo en vivo: yo pienso en las letras y en la estética, y él en lo sonoro.

-Hablemos entonces de «Flotando», que es medio floydiano.

J: En ese momento me inspiró también el guitarrista de Coldplay (Jon Buckland), que usaba mucho slide. Coca lo entendió más progresivo, y dije: «Ok, sigamos por ese lado». Pink Floyd tenía esa cosa de Gilmour y Waters cantando juntos, y acá estaba yo solo. Usé una bocina Electro Voice, la misma con la que grabé «Cayéndome». Ahora lo puedo replicar mucho más fácil, sin necesitar el pie con los dos micrófonos.

C: Además lo prestaste, ¿te acordás a quién, Julio? ¡Scioli terminó usando ese pie en un acto del Luna Park! Imaginalo al tipo hablando con el logo del Atilio al costado (risas).

J: Volviendo a la letra, lo de «nada nada, yo, solo acá» se refiere a mí en el techo de mi casa, y el personaje que interpela es el resto de la sociedad. Viste que siempre tenés ese amigo que te dice: «Dejate de escribir y de hacer esas cosas raras, venite con nosotros a jugar al fútbol o a ver tele». Me gustaba jugar con eso y abrirme en dos personas. Waters sería el de la estrofa, y Gilmour el del estribillo, contestándole. Alguien me señaló: «Pero al final, el que responde en el tema dice que no está haciendo nada». Y en un momento me enganché mucho con los místicos orientales y el poder de eso, de sentarte con la mente en blanco y simplemente ser. Es muy difícil.

-¿Lo lograste alguna vez?

J: Creo que sí, pero está lleno de trucos. Me encontré con místicos que decían: «Yo no medito, directamente vivo en ese estado». Lo hacía antes de los shows, así como Coca tiene pánico escénico, yo también. Me daba miedo, no quería equivocarme y buscaba brindarme por completo. Pero hicimos varios temas floydianos, como «Cementerio sin almas» (de «Otroviaje»), que sería el hermanito mayor.

-Después de «25 muñecas», que ya lo analizamos, viene «Acá».

C: Es mi tema preferido de toda la historia de la banda.

J: Martín, cuando compone, se pone a buscar algo que suene como un acorde, pero que no lo sea. Es medio como en «Como respirar», también de «Otroviaje». No son ideas mías, sino de él.

-Casi spinetteanas, ¿no?

C: Sí, digamos que es el Luis Almirante Brown de la banda (risas).

J: Esa letra cierra el anhelo de que después de trascender de esta vida pueda volver a despertarme con la misma persona al lado, en mi propia cama y con el sol saliendo. Estando de vuelta en este universo, básicamente.

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-Ahora que pasaron quince años, ¿encararían el disco igual?

C: La banda no es nuestra vida, sino que es parte de ella. A veces nos tomamos pausas por cuestiones personales, y sacamos el pie del acelerador en el mejor momento, que fue cuando nos pusimos a hacer «Vientre» (2006). Siempre decimos que tanto ese como «NoControl» (2012) parecen demos, porque hoy sentimos que no están terminados. Con «Veratravés» pasó algo hermoso que no pudimos detectar: no tuvimos el management apropiado y nosotros no nos enteramos. No había redes, y recién nos dimos cuenta con los años. Si volviera el tiempo atrás, yo sacaría como seis clips de ese disco.

-El cierre llega con «Los Atilios» y «Pájaro», de los que hablamos antes. ¿De dónde salió el nombre del clásico personaje?

C: Era un tipo del pueblo de mi abuela (French, cerca de 9 de Julio). Pasé mucho tiempo ahí, y el pibe tenía problemas madurativos, pero se integraba a nosotros y era muy ocurrente. Cuando jugábamos al fútbol decía que estaba «seleccionado», en vez de «lesionado» (risas). Así que durante la grabación del primer disco encarné un personaje que se llamaba Atilio… y quedó. Le pusimos su nombre a un tema y después los fanáticos lo tomaron. La gente asumió que el tipito de las tapas era ese tal Atilio, y que el ojo de «Ruido del Mundo» (1998) era suyo.

J: En «Veratravés» lo incluimos como un homenaje para todos nuestros seguidores. ¡Ahora debería ser «Les Atilies», casi en francés! (risas).

Vetamadre tocará el jueves 2 de mayo en La Tangente (Honduras 5317, Palermo), en donde interpretará el disco completo por única vez. Las entradas se consiguen a $300 mediante Tickethoy.

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