A los 21 años acaba de sacar su primer disco como solista, «Sencillo», y lo presentará en El Club del Vino. La nota de Alejandra Herren, para la Revista de La Nación.
El suele no contarlo. Porque es un tipo humilde, sencillo como el título de su primer disco. Pero dicen que Eric Clapton, cuando Memphis le hizo de grupo soporte con Lucas como guitarrista, al escucharlo lo elogió. Y no sólo eso. Fue al único al que recibió en privado de todos los músicos locales que quisieron ver al prócer de cerca.
El hecho es que al único origen presunto de su destino de músico Lucas Sedler lo encuentra remontándose a su pasado lejano, cuando siendo un bebe tenía a los grandes del blues como canción de cuna y no a María Elena Walsh. “Dicho esto sin que vaya en desmedro de María Elena Walsh –aclara–, que me encanta.” El trayecto desde entonces acaba de desembocar en este primer disco, que el título resume correctamente: Sencillo. Un puñado de blues de los grandes, más dos temas de su autoría, que distribuye Acqua Records, y que Lucas presentará el jueves 8, a las 21, en El Club del Vino.
En medio del trayecto está su historia, que también es sencilla y directa. “Todo fue como una especie de coincidencia. Yo andaba sin mucho que hacer cuando estaba en séptimo grado; tampoco se puede esperar mucho de un chico de 12 años. Mi hermano quería aprender a tocar la guitarra y un día vino a casa un profesor y yo dije: Mirá qué lindo…” Pese al padre melómano, que les inculcó a los tres hermanos Sedler el amor por la música, Lucas, el hijo del medio, es el único que le salió con vocación por los pentagramas. El mayor, de 22 años, es golfista profesional, y la menor estudia diseño.
En este cuadro familiar y personal, el pequeño Sedler dice que empezó a hacer música porque no tenía nada mejor que hacer. Y como suele suceder, la música le ganó la pulseada y lo atrapó. Al principio se limitaba a sacar canciones de moda. “Era la época de Tango feroz, así que estábamos todos alucinados con Tanguito, y con Cecilia Dopazo, obviamente. Nada, empecé tocando Amor de primavera, Presente, de Vox Dei, qué sé yo, música de esa época, que era la que todos escuchábamos. Después me enganché con el tema del blues, gracias a mi viejo, que es una especie de rockero un cacho frustrado, pero rockero al fin. Un día mi viejo me vio escuchando una música hipercomercial, tipo Britney Spears, y me sacudió. Me dijo: Mirá pibe, basta; me encerró en el living con un compilado de blues a todo lo que da: Peter Green, Freddie King, Charly Parker, todos, y a mí se me saltaron las chapas. Pensé, esto es lo que tengo que hacer con la guitarra.” De ahí en más, el pibe se fue a estudiar con Miguel Botafogo. Y así fue como un buen día, cuando Memphis La Blusera buscaba guitarrista y para eso hacía pruebas, Botafogo se los recomendó.
La cuestión es que ahora, en el ambiente del jazz y el blues, todos dicen que Lucas es la gran promesa del género. Cuando se lo dicen, él se ruboriza levemente y agradece tanto elogio como si fuera inmerecido.
Porque en realidad él piensa de sí mismo que es un perfeccionista excesivo. “Me di cuenta de que por momentos eso tapaba la cuota de sangre que tiene la música. El blues y el jazz son sanguíneos, y la música en general, si bien es hipermatemática y racional, necesita esa cuota de mística que está en el cosmos. Pero todo bien, son etapas, y la estoy superando. Antes tuve muchos momentos en los que, cuando tocaba en vivo, me miraba más como un testigo de la situación que como un protagonista. Pero ya no es más un problema porque lo tengo consciente.” Trabaja, trabaja, estudia, estudia, en un impasse entre conciertos de Memphis, Lucas va a presentar su disco nuevo y después seguirá estudiando y tocando con Memphis. En un mundo aprisionado por el no future proclamado hace años por el movimiento punk, Lucas encontró uno. Y le rinde culto.