Jazz, funk, tango, electrónica y folklore latinoamericano confluyen en el universo sonoro del Sexteto Irreal, que prepara un regreso marcado por la experimentación y la conexión con el público.
Después de cinco años sin tocar juntos, el Sexteto Irreal vuelve a los escenarios este sábado en Artlab (Roseti 93) con una propuesta especial: el grupo grabará un disco en vivo con nuevas composiciones, que luego será editado en vinilo. La formación, integrada por Christian Basso (bajo), Axel Krygier (teclados y vientos), Alejandro Terán (bronces y cuerdas), Fernando Samalea (batería y bandoneón) y Manuel Schaller (samplers y theremin), se caracteriza por su espíritu lúdico y su apuesta por la improvisación como motor creativo.
“El disco que vamos a grabar va a ser un recital del Sexteto Irreal con todo lo imprevisible que eso tiene”, explica Krygier, quien destaca que la banda siempre juega con la música, interactúa y busca sorprender tanto al público como a sí misma. Aunque hay ciertas instrucciones para tocar, no existen partes cerradas ni estructuras rígidas. “El disco va a ser producto de ese juego y también de una linda posproducción”, agrega el músico, en una entrevista con Sergio Sánchez.
El último show del grupo fue en febrero de 2020, en Niceto, apenas un mes antes del confinamiento. Sin embargo, a diferencia de una banda convencional, el Sexteto Irreal no es un proyecto con continuidad, sino más bien una reunión esporádica de amigos y artistas afines. “Es una sesión en vivo”, define Basso, quien remarca que el grupo se mueve con una libertad poco convencional y que su funcionamiento tiene puntos en común con el jazz, en el sentido de la improvisación y los liderazgos dinámicos. “Vamos rotando la dirección, a diferencia de una banda de pop”, explica.
Desde su creación en 2004, el Sexteto Irreal ha mantenido un enfoque horizontal, sin líderes fijos. Basso señala que la génesis del grupo está ligada a una ruptura con el formato tradicional del rock, donde el cantante suele tener un rol central. Su origen puede rastrearse en la última etapa de La Portuaria, banda en la que coincidieron varios de sus integrantes. “Nosotros jugábamos a meternos en el lenguaje del jazz y a entender la música de manera más horizontal”, recuerda el bajista. Para él, la dinámica del Sexteto se basa en la transformación constante de ideas: “Es un juego que te lleva de repente a lugares completamente diferentes”.
Krygier, por su parte, describe al grupo como un organismo en el que cada integrante cumple una función específica, complementándose sin fricciones. “Cada uno tiene una función diferente, como si fuéramos uno el corazón, otro el estómago, otro los brazos, los pies y la cabeza”, compara.
El espectáculo en vivo es un elemento central en la identidad del Sexteto Irreal. La interacción con el público, el baile y la construcción de un clima de trance son aspectos clave de su propuesta. Basso destaca que el grupo genera sorpresa en los espectadores, especialmente por la particularidad de sus músicos y la variedad de instrumentos que utilizan. “La gente flashea cuando ve músicos que no son los habituales que uno ve en la tele”, dice, y menciona especialmente a Schaller y su singular manejo del theremin y los sintetizadores.
El grupo no tiene planes a largo plazo ni una agenda definida. “No estamos pensando en un futuro, aunque después aparecen las fechas”, admite Basso, quien subraya que cada integrante tiene otros proyectos paralelos. Aun así, el Sexteto ha despertado interés en el exterior, con seguidores en lugares tan distantes como Turquía. Para él, la riqueza del grupo radica en que sus miembros comparten un ADN musical similar, pero con pequeñas diferencias que hacen que el encuentro sea más interesante.
Este sábado, el azar, la improvisación y la energía del momento darán forma al nuevo disco del Sexteto Irreal, en un show que promete ser una experiencia única, tanto para la banda como para su público.