Vitico formó un grupo junto a su hijo y su sobrino. Cuenta por qué sigue rockeando y recuerda cuando, en Londres, se les plantó a los mismísimos The Who. La entrevista de Guillermo Boerr, para Clarín.
«En un momento estuvo todo más que bien, incluso me invitaron a zapar con ellos. Pero un día estábamos en un billar y pintó la mala, y me querían boxear. Cosas de la época, por las drogas y eso. El asunto es que yo no me comí ni la punta y los encaré. Y fueron para atrás, los muy cagones. Eso que eran cuatro…» Esta simple anécdota de bar toma otras dimensiones en boca de Vitico Bereciartúa: «Los cuatro cagones» de los que habla el bajista son nada más y nada menos que los Who, a quienes conoce de principios de los setenta, cuando vivía en Londres.
A su alrededor, los demás miembros de su nueva banda, Viticus (los guitarristas Sebastián Bereciartúa, que además canta, Nicolás Bereciartúa y Ariel Rodríguez, y el baterista Vasco Urionagüena) lo escuchan extasiados. No es para menos: semejantes «cositas» para contar, le permiten jactarse al hombre de haberse codeado con la más rancia aristocracia del rock.
Otro detalle que no es menor es el hecho de que tres de los miembros de la banda comparten el apellido Bereciartúa: dos de los violeros son sobrino e hijo de Vitico, respectivamente. Sebastián, que vivió un tiempo en Bolivia, cuenta que algunos de los temas que integran Viticus, el álbum debut de la banda «surgieron hace un par de años junto al lago Titicaca, cuando Vitico me fue a visitar».
Desde el nombre en adelante, todo hace suponer que se trata de un proyecto solista del bajista para matar el tedio entre las esporádicas presentaciones de Riff, eternamente sujetas a los antojos de Pappo. Vitico lo desmiente enseguida. «Usamos mi nombre para darnos a conocer más rápido, pero Viticus no es mi banda, es un proyecto en el que participamos todos. Lo nuestro es rock en estado puro, y si uno de la banda tiene demasiado poder, las cosas se desvirtúan».
En lo musical, Viticus remite inevitablemente al rock sureño estadounidense, por sus raíces hundidas en el blues y por el hecho de estar tocado con tres guitarras. «Allman Brothers, Lynyrd Skynyrd… y no podemos olvidarnos de AC/DC y ZZ Top. Y también están ahí los Rolling Stones, cómo evitar semejante influencia, ¿no?», citan casi todos a la vez. Una propuesta bien rocker, bien rutera: esas canciones que invitan a ponerlas a todo lo que da en el estéreo del auto por la autopista, de noche.
Probablemente, lo más destacable de la banda es el trabajo de las guitarras. Que sean tres no implica que haya una base gorda y un solo por tema: significa que hay tres guitarras tocando todo el tiempo, convirtiendo cada canción en un infierno de slides valvulares. Detrás de esto hay una mente maestra: la de Botafogo, eximio guitarrista y profesor de Nicolás y de Ariel.
Esta ortodoxia rockera, que a muchos puede parecer una limitación, no sólo no molesta a los miembros de Viticus: los pone orgullosos. «Lo nuestro es el sonido valvular», explica como si hiciera falta Nicolás. «Lo que se escucha en el disco son casi todo primeras tomas»—cuenta el Vasco—. «Después le hicimos unos overdubs de guitarras, pero, en general, la banda suena así». «El vivo suena mejor que el disco»—corrige Vitico, y aprovecha para repetir: «Porque lo que hacemos nosotros es rock en estado puro, y el sonido es así, sin pedales ni artilugios, bien en tu cara».