El artista marplatense radicado en Barcelona presenta su segundo álbum, «La maldición del amarre», que combina distintas melodías con una impronta única, destacándose en el género indie.
¿Cómo fue la producción del disco?
Fue producido en un estudio que se llama La Masía, es una pareja de jóvenes catalanes y está producido entre los tres, Josep Vilagut, Scarlett y yo. La idea era romper un poco la idea del típico disco de cantautor y darle una sonoridad como la que damos en vivo, más de banda. Darle un sonido más indie-pop-rock o más rock-pop.
¿Por qué elegiste este nombre para el disco?
A mí me gustan los nombres complejos que te invitan a pensar. «La maldición del amarre» surge porque las nueve canciones del disco cuentan una historia y la idea era que lo escuchen de principio a fin y que entiendan lo que se está contando. Toda la historia final se circunscribe dentro de una crítica, por así decirlo, a la sociedad, por el tema de las etiquetas y pequeños amarres de lo que es y lo que no es. Habla de las pequeñas ataduras que uno se autorrealiza a veces y envuelven a una persona.
¿Te gustaría hacer un show pronto en Argentina?
Estamos intentando planificar una pequeña gira para el verano argentino, entre fin de enero y febrero. En la Costa Atlántica, un poquito de Capital, Córdoba, Mendoza, Rosario y algunas más.
¿Qué significa este segundo disco?
Para mí significa un montón, es mucho aprendizaje entre un álbum y este. Cada disco es como un hijo y es un montón de amor, energía. Es un cierre de una etapa, que es el primer disco y la apertura de una nueva, con este nuevo álbum. Al final, quien hace música es un canal para vivir, para materializar conceptos, ideas, sentimientos, cosas que uno está trabajando por dentro como cada uno puede. Ese aprendizaje se comparte y al final se comunica entre un montón de gente.
¿Cuándo sentiste que querías dedicarte a la música?
Creo que quería ser músico desde los ocho años, porque en Mar del Plata había tres tiendas de música, me paraba en la vitrina y me parecía increíble simplemente ver los instrumentos. Tenía unos primos músicos y yo fantaseaba como estar en el escenario cantando. Para mí era una fantasía de vida estar ahí. El momento que realmente intenté y decidí hacer esto con mi énfasis fue a los 26, que ya me había recibido, que estaba viajando. Volví a Argentina porque mi padre enfermó, lamentablemente terminó falleciendo, y me cambió el paradigma. Y ahí dije: «voy a intentar hacer lo que a mí me llena y me gustaría transmitir». Creo, siento y pienso que lo vivo a través de la música.
¿En qué te inspiras para componer las canciones?
Creo que las canciones son conclusiones que uno hace, pero no las hago en modo consciente, no escribo sobre tal y cual cosa. Simplemente, cuando sale una canción, siempre estoy componiendo. Pero cuando sale un vómito del alma, por así decirlo, es porque ya estaba digerido. A veces, creo que es para algo o para alguien, pero al tiempo me doy cuenta que no, que estaba más evolucionada. Me gusta creer que me inspiro en algo, creo que el arte es mucho más evolucionado que el cerebro humano y está generando conclusiones que van más allá de tener la conclusión. Creo que me inspiro en gente que me rodea, vivencias que tengo y en cosas que leo, pero la verdad es que va mucho más evolucionado.