Aunque se convirtió en una figura reconocida por su participación en televisión y en radio, Gillespi no perdió su pasión por la música y esta noche presentará su quinto disco: «Bell Vill». La entrevista de César Pradines, para La Nación.
Es un personaje simpático, casi novelesco. Marcelo Rodríguez, Gillespi, le compró su primera trompeta a un pastor evangélico, con templo en Monte Grande.
Hasta ese momento, su contacto con el instrumento había sido según las rigurosas condiciones de horario que imponía el coro de esa congregación, que abandonó el mismo día en que el hombre al servicio de Dios aceptó venderle la trompeta.
Gillespi sonríe cuando recuerda esta historia. La guitarra y algo de violín ocupaban sus días en la tranquilidad de Monte Grande, hasta que Miles Davis irrumpió en su vida. «Con él fue amor a primera vista», señaló el músico, que presentará esta noche, a las 23.30, su quinto disco, «Bell Vill», en el ND/Ateneo, Paraguay 918.
Ese músico, con facilidad de palabra y rapidez de idea, llegó a la televisión con el programa Orsai» y con «Duro de acostar», con Roberto Pettinato, donde fue rebautizado como Gillespi.
«El sobrenombre, por supuesto, no quiere decir que toque con el nivel de gran Dizzy; por el contrario, en la última etapa del trompetista «pifiaba» bastante y Petti me lo puso por eso, en broma, y quedó», explica el músico, autodidacto que comenzó con La Sonora del Plata en la segunda parte de la década del ochenta. El grupo se formaba con el Nono Belvis, Mono Hurtado, Horacio López y Mex Urtizberea.
Antes había participado del grupo Faisa, un cuarteto experimental con Urtizberea que llegó a tocar en el mítico Jazz & Pop.
Gillespi tiene un programa por Rock and Pop, «Hotel Gillespi», donde reúne música con historias, y participa de la mesa de «Aunque parezca mentira», en las tardes de Radio Mitre.
Sueña con tener más tiempo para ocuparse de su instrumento y piensa en dejar algunas cosas para dedicarse más a lo suyo.
Hoy, además de estar trabajando en la música de una película que tiene a un trompetista como protagonista, musicaliza Telenoche y Fútbol de Primera, donde su música colabora en darle un perfil de más carácter al programa.
Se inclina a pensar que, entre su grupo, con algunas historias como sesionista, sus trabajos de musicalización y su programa radial se siente satisfecho.
Sigue viviendo en Monte Grande, al que considera un lugar ideal para desarrollar su vida entre la práctica de la trompeta, la composición y los asados con amigos. «A veces me cansan un poco los viajes, pero no me mudo», dijo, y esa línea de razonamiento también se puede aplicar a su vocación musical, ya que a pesar de ser una cara conocida por la televisión, no la cambió por su vocación musical.
«En realidad, estoy tratando de trabajar cada vez menos en actividades que me distraen de la música. Dejaría todo por la música», explica Gillespi.
Tocó en Sumo, en 1987; luego participó en Divididos, Las Pelotas, Pachuco Cadáver, La Groovísima y la banda de Willie Crook. También en la reunión de Sui Generis.
Con la música instrumental, estuvo en Alfombra Mágica, de Quique Sinessi y trabajó con Pedro Aznar, Javier Malosetti y Juan Valentino, entre otros.
Gillespi es un músico siempre dispuesto a subir al escenario. «Ese encare me lo dio el rock. Hay en mí una manera de enfrentarme con la música, una suerte de postura que viene del rock: esa soltura, esa impertinencia. No importa quién esté en la sala. El rock contagia cierto desparpajo muy saludable a la hora de tocar», comentó, en alusión a ese mundo más intelectual que, según dice, rodea al jazz.
Un lenguaje variado
Si bien su música no es lo que se dice «jazz en estado puro», el lenguaje tiene fuertes anclajes en ese género. Además su banda -con Patán Vidal en piano, Gustavo Cámara en saxos, Pablo Plebs en guitarra, Gustavo Giles en bajo eléctrico y Gerardo Pricolo en batería- es un grupo que trasunta una formación jazzística: músicos del sur de Buenos Aires que le dan a su propuesta un toque entre funk y cool.
Durante la charla, Gillespi mostró cierta necesidad de mostrarse más como músico que como animador, como si tuviese temor a que tanta televisión y radio le hayan dado un carácter de músico de ocasión.
«Tengo más de 200 temas registrados en Sadaic y también tengo una carrera de casi veinte años», afirmó en un momento, para saltar en seguida a hablar de su nuevo disco, «Bell Vill», un trabajo donde el trompetista se luce como un músico con claras influencias de Davis, tanto en la estructura como en la sonoridad.
«Como compositor me siento muy cómodo con las baladas, quizá porque mi música es muy melódica», agrega Gillespi.
Explicó que quisiera tener más tiempo para ese instrumento que, de aquí en más, lucirá un negro laqueado («a la manera de Davis en sus últimos tiempos», dice) hecho por dos jóvenes talentosos, los All Brass. «Además, me hicieron una boquilla con baño de plata, supercómoda, que hasta lleva mi nombre», contó Gillespi.
Su actividad se orientó este año más hacia el interior. Quizá su popularidad a raíz de su participación en televisión y en radio le permita cruzar la General Paz con éxito seguro de público.
«El sábado último cerramos la noche en el Festival de Jazz de Junín. Un encuentro hermoso, con mucha gente y unas ganas de tocar bárbaras», dijo Gillespi.
Mientras se acerca la hora de entrar en Mitre para su programa, ensaya una disculpa. «Me tengo que ir a trabajar. Seguiría hablando toda la tarde de música, pero me llama el deber», confiesa.
Gillespi, desde su lugar de artista, contribuye a mejorar el nivel musical de la televisión y de la radio. «¿Sabés? Me gusta la música que esté bien tocada, aunque sea masiva» concluyó.