Precisamente en el mismo momento de su presentación en el teatro Atlantic, después de una prolongada inactividad en la capital, el grupo Pappo’s Blues moría volviendo.
Allí mismo Pappo, su única esencia, aprovechando seguramente la modificación íntegra del que había sido su trío más estable (Gambolini y David), enterró en la forma su pasado: «Desde ahora —dijo a los dos mil que asistieron a verlo después de varios meses— se acabó el Pappo ‘s Blues, a partir de este momento nos llamaremos Bola de Destrucción». La noticia fue recibida con sorpresa para algunos, con alegría por muchos (ya que consideran que ese nombre es más fiel al sonido envolvente que suele producir la guitarra de Pappo), y en algunos casos con ciertas dudas: los impulsos de Pappo suslen ser tan virulenios y sorpresivos como inestables.
El cambio, probablemente, está motivado por la inclusión de tres miembros eventuales de la misteriosamente renacida Cofradia de la Flor Solar, elementos que para Pappo ‘son realmente una
cosa de locos tocando: nunca sospeché que tuvieran tanta fuerza».
Esa opinión fue compartida por algunos músicos que también presenciaron el recital: coincidieron en destacar un Pappo más suelto y espontáneo. Otros sin embargo, plantearon sus dudas por la reiteración de algunos clichés del violero, reiterados en los temas que estrenó en esa oportunidad.
Obediente y de la mano de uno de los representantes más habilidosos de la Argentina, Pappo se está preparando para una intensa actividad de presentaciones en vivo, sobre todo en el interior del país: una zona realmente virgen para la música progresiva con excepción de algunas actividades en Tucumán y la ciudad de Santa Fe.
La escalada, de la que ya se han cumplido algunos pasos y otros están todavía en estudio, tiende a convertir a Pappo en «la figura» de la música progresiva o, al menos, en elevarlo como «el» guitarrista de la Argentina.
De obtenerse resultados, sería casi la primera vez que un artista progresivo salta a la escena mediante el apoyo, y la «palanca» de los recursos utilizados habitualmente para otro tipo de músicas de raíces únicamente destinadas al consumo.
El requisito de Pappo para acceder al plan fue apenas uno: «total libertad para hacer la música que quiero y presentarla como quiero y con quien quiero». Eso habría quedado claro, establecido en la mentalidad de sus representantes. Aunque alguna exigencia mas difícil también habría sido aceptada por ellos ya que lo vienen tentando con la oferta desde hace casi dos años porque están convencidos de que «Pappo tiene el mismo ángel, la misma atracción en las masas que poseen Palito Ortega y Sandro a otro nivel» (Sic). Pappo comienza esta nueva etapa tratando de superar ciertos «desengaños» y desconfianzas generadas en su pasado lejano y reciente. «Estoy cansado -dijo- que me utilicen, que consideren que por ser musico no tenés derecho a ganar dinero». Lo que dice es en alguna medida cierto y soportado también por otros músicos de su generación. Pero muchas veces, el desinterés de los propios músicos provocó situaciones dudosas en cuanto a lo económico. Ese desentendimiento también perteneció en una época a Pappo.
La otra cara de este nuevo tiempo para el violero es la musical: en algunas semanas más es probable que aparezca su segundo long play, pero con los integrantes de la ex Cofradía ya confeccionó casi todos los temas para :in tercer álbum.
La posesión de un guitarrista rítmico en el grupo libera a Pappo de ciertos rellenos que antes, como trío, estaba obligado a cumplimentar. Más suelto y dedicado a sus abruptos fraseos es probable que Pappo encamine el cuarteto por otros caminos, aunque —esto parece ser claro— no dejará de estar dependiendo de su guitarra, potenciómetro, núcleo de vida, de toda la música exclusivamente excitante que produce.