Actual baterista de Gustavo Cerati, Fernando Samalea ha participado recientemente en diversidad de proyectos independientes. La entrevista de Germán Arrascaeta, para La Voz del Interior.
Fernando Samalea detenta por estos años la condición omnipresente que, en los ’80, Marilina Ross le atribuía al sol: aunque no lo veamos, siempre está.
Además de ser el baterista de la banda de Gustavo Cerati (la de Ahí vamos, la que marcó el renacimiento popular del ex Soda, la que vuelve el 15 del corriente al Orfeo), “Sama” también opera en estudios y en escenarios en favor de formaciones nuevas. Así como en los ’90 respaldó el delirio de Illya Kuryaki & The Valderramas, y en la antesala del nuevo siglo se entreveró con el pop experimental de A Tirador Láser, hoy sale en defensa de grupos con perfume de mujer como Rosal y No Lo Soporto. “Mis eventuales participaciones se dan desde lo humano (prioridad sine qua non), nunca en plan ayuda o sintiendo que yo deba orientar en algo. Al revés, aprendo muchísimo de esas nuevas visiones. Y doy fe que esas bandas traen conceptos muy claros, maduros y originales”, confiesa el baterista que suele tocar el bandoneón, editar discos con el complemento de historias surreales y que tiene un currículum con el detalle de máxima tolerancia a Charly García.
–¿Hace falta, como dicen, algo especial para tolerar a García? ¿Cómo está tu relación con él?
–No creo, si tocás con él es porque te encanta y no hay nada que tolerar, simplemente disfrutás de ese “vicio”. Es de las personas más originales que puedas conocer, se prende tipo bonzo y sale ileso, cautiva generación tras generación. Se ganó el derecho de vivir su límite, digamos. No conozco un caso así en el mundo. Mi relación con él siempre será buena.
–¿Qué sería “una relación buena”?
–Siento gratitud y gran admiración in eternum. Tuvimos algunos encuentros fortuitos durante el último año (siempre desopilantes), incluyendo grabaciones ultra trasnochadas (desde violentas baterías a sonidos en plan “micro”, cajitas de fósforos, cortes de papeles) y zapadas de todo tipo (Roxys navideños o findeañeros, livings del Hotel Faena, etcétera) bajo motes imaginarios en plan “Satán Claus”, “The Rolling Ortegas” o “Pink Freud”.
–El año que pasó realizaste una gira de proporciones junto a Gustavo Cerati. ¿Habías tenido tanto millaje acumulado en otra oportunidad?
–Sí, claro, incluso más largas. Pienso en las de Charly, Kuryaki o Joaquín Sabina, por ejemplo, pero nunca unas tan bien organizadas, que además llegan en un momento de la vida en el cual, normalmente, te hacés las cosas más fáciles, menos problemáticas. Disfrutar y disfrutar es el lema. Ahí vamos se paseó con fibra elegante y sibarita, entre amigos, surcando las rutas argentinas, transitando Latinoamérica y Centroamérica, llegando donde pocos, al mismísimo Central Park neoyorquino, Chicago, Atlanta, Los Ángeles. Incluso al otro lado del mar, Madrid, Barcelona, el País Vasco, Galicia y culminando en Londres, para colmo, entre abrazos. No puedo más que agradecer por tener esta oportunidad con Gustavo y la banda.
–Trascendió que estás trabajando en un documental “biempensante” junto a Gastón Pauls. ¿En qué consiste?
–Será un documental ficcionado; o una película, quizá. Gastón está aún estudiando y “soñando” el formato. Pero sin dudas será genial, él tiene una gran sensibilidad y sabrá afrontar y mostrar en celuloide una vida tan digna como la del sacerdote Carlos Mugica. Es un tema que me interesa desde la niñez, siempre me inquietó. Cuando leí que Pauls estaba con el proyecto, di el volantazo y le ofrecí hacer la banda sonora. Y además conocí a Ricardo Capelli, un tipazo, graciosísimo, quien trabajó codo a codo junto a Carlos desde que eran adolescentes y que también fue gravemente herido en el atentado de la Triple A.
–¿En qué consistirá tu aporte, en definitiva?
–Me gustaría incluso componer y grabar partes (estudio móvil mediante) ahí mismo en la Capilla Cristo Obrero de la Villa 31, que fundó Mugica a principios de los ’70, buscar la energía donde quedó, digamos. Pero sin solemnidades, nadie más chistoso que el Padre Carlos. Sería bueno que a pesar de ser un tema tan doloroso, que implica su asesinato, prevalezca el nítido humor que supo mostrar en vida.
–Internet y su consecuente revolución, ¿desalentó tus iniciativas con los discos libros, o vas a volver a ese formato?
–Por supuesto que seguiré con mis discos–libros o lo que sea, nunca paré de buscar ideas y pensar proyectos personales. En medio del “año cerático” fui gestando Indique su destino, siempre con el bandoneón en rol protagónico. Supongo que a fin de año lo tendré en forma.
–¿Sos de ofrecer clínicas de batería, qué enseñarías si te tocara?
–En general nunca fui muy “batero” en el sentido ortodoxo, sino que me gusta percibir la música como un todo, sin centralizarla en un solo instrumento. Y desde la niñez escucho muchos discos que no tienen batería, desde ya. Claro que hay gente muy capacitada para eso de las clínicas y demás, pero no creo que sea mi caso.
–Por último, ¿cuál es tu opinión de las típicas antinomias rockeras argentinas como Soda versus Redondos?
–Zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz. (Me duermo)