Fernando Ruiz Díaz, líder de Catupecu Machu, aseguró que en el rock argentino hay más reciclaje que creatividad. La entrevista de Carolina Taffoni.
«El futuro ya llegó», cantaba el Indio Solari allá por los años ochenta. Pero parece que recién ahora surgió el grupo que puede hacerlo realidad en el rock argentino. A pesar de vivir el presente con una intensidad casi obsesiva, los Catupecu Machu pasaron a representar esa siempre cuestionada etiqueta de «banda futurista». Las pruebas sobran. En su último disco el bajo fue reemplazado por computadoras, samplers y sintetizadores; son fans del Counter Strike y del cine de ciencia ficción, y acaban de terminar una exitosa serie de 12 shows con sonido «pentafónico», toda una novedad en la Argentina.
El trío integrado por Fernando Ruiz Díaz (voz y guitarra), su hermano Gabriel (bajo y computadoras) y Javier Herrlein (batería) saltó a la masividad con su tercer disco, «Cuentos decapitados». Con su último álbum, «Cuadros dentro de cuadros», se ganó la chapa de «riesgo artístico» por no repetir la fórmula del éxito. «El cambio es algo natural en nosotros», dice Fernando Ruiz Díaz en charla con Escenario, al mismo tiempo que acusa: «El rock argentino está estancado, no hay creatividad».
-¿Por qué pensás que sorprendieron tanto los shows pentafónicos?
-Es un show que inventamos nosotros, porque no existe un sistema 5.1. Por ahí existe en el cine, pero en vivo es distinto, porque lo presentamos como sistema activo, no son sólo efectos. Es como que la gente queda envuelta en el sonido de la banda. Había dos escenarios enfrentados. Por momentos tocábamos separados, y había sonidos de distintos frentes. Preparamos los temas para el sonido 5.1 y en vivo se usaron muchas computadoras. Creo que nadie hizo esto en la Argentina. Es parte de las ganas que tenemos de hacer cosas nuevas y buscar alternativas.
-¿Recibieron ofertas de Estados Unidos y Europa para llevar este show?
-Sí. El último disco se editó en Estados Unidos, Puerto Rico, Venezuela, Colombia, Perú, Ecuador y México. En unos meses nos estamos yendo de gira por todos esos países. En Europa, a través de Internet, se enteraron que estábamos haciendo estos shows 5.1, y nos propusieron llevarlo. Pero todavía no se cerraron las fechas. Además hay que buscar los lugares idóneos para hacerlo.
-Antes de editar «Cuadros dentro de cuadros», ¿alguna vez sintieron miedo de que fracasara, de que no fuese como «Cuentos decapitados»?
-Miedo tenés si esperás las cifras de ventas. Nosotros no tocamos por una cifra de ventas. Nos dejamos llevar por el arte, la música, lo que nos gusta hacer, y lo demás después se ve. Nosotros tocamos rock, para lo demás están los reality shows (risas). Los discos que hicimos de estudio son los tres distintos. Ahora quizás se vea a «Cuentos decapitados» como un disco exitoso, porque vendió más de 30 mil copias, pero cuando salió la gente no entendía nada. Esperaban un «Dale! 2» y nosotros hicimos otra cosa. El cambio es algo natural en nosotros.
-Los críticos hablan de «cyber rock» cuando se refieren a Catupecu Machu, ¿estás de acuerdo con esa etiqueta?
-No me fijo demasiado en eso. Nosotros hacemos nuestro propio camino, hacemos rock. Nuestros shows son hiperintensos. Lo que cambiamos son nuestras reglas de audio y la manera de componer disco a disco, porque los artistas que nos gustan y nos movilizaron siempre hicieron eso. El estancamiento no tiene nada que ver con un artista.
-¿Se ven como una banda mimada por la prensa?
-No, creo que reflejan bastante bien lo que hacemos. Mimado sos cuando lo que hacés es una porquería o no tiene contenido y hablan bien lo mismo, como pasa a veces. Hay muchos grupos de los que se habla y después los vas a ver y no existen. Mimado es cuando se infla algo que vos hacés y no se refleja la realidad. Cuando salió «Dale!» la gente nos decía «qué buena campaña de prensa que hicieron», cuando en realidad no teníamos ni agente de prensa.
-De todas formas, con las tapas de revistas y las buenas críticas, ¿no es tentador sentirse agrandado?
-No. La tentación en esto está todo el tiempo. No hace falta aparecer en la tapa de una revista. Lo que más nos emociona es la música de Catupecu y lo que pasa con el público. Eso supera todo. A mí siempre me está preocupando la nueva canción. Una vez salimos en Página/12 como la revelación de un festival que se hizo en Córdoba, y un pibe de la sala de ensayo me dijo: «Esto es lo más». Pero para mí eso no es un fin. No es un fin salir en la tapa de la Rolling Stone o de Clarín Espectáculos. Tampoco la canción es un fin. Nosotros disfrutamos del desarrollo de la música. Claro que me puso contento salir en la tapa de la Rolling Stone. La compro todos los meses y antes también compraba la edición de Estados Unidos.
-¿Es una especie de presión que siempre se espere algo nuevo de la banda?
-Sí, y está bueno que pase eso. Ojalá los otros esperen el próximo disco como lo espero yo. Los Beatles, que me encantan, hicieron eso con todos sus discos. Soda Stereo y Sumo también.
-En una nota tu hermano dijo que los grupos argentinos son demasiado vagos, ¿estás de acuerdo?
-Eso fue tomado fuera de contexto. En general, en este momento, hay un estancamiento musical que es bastante notable. En otros momentos del rock pasaban más cosas. Ahora hay más reciclaje de músicas de otras épocas, no hay una creatividad muy prominente. Hay gente que se atiene a una fórmula. Nosotros no somos así, no conformamos a la gente con fórmulas. No quiero dar nombres. Cada artista es un universo aparte. Pero viendo lo que pasa con Catupecu no entiendo cómo los artistas no asumen riesgos. Los demás nos dicen «ustedes son muy arriesgados», pero nosotros no lo vivimos como un riesgo, es algo natural para el grupo. Es como si le decís «arriesgado» a alguien que hace deportes extremos. Hay que disfrutar de la caída libre (risas).
-¿Hacia dónde va el rock nacional, ves grupos que marquen tendencias?
-Hay un grupo nuevo que me gusta mucho, Oisin, que salió por el sello de Zeta (Bosio). Otro que me gusta es Cabezones, con ellos grabé un cover de The Cure. Arbol también está bueno. Pero no creo mucho en las corrientes. En las escenas de Seattle o de Manchester cada grupo es distinto. Alice In Chains, Nirvana y Stone Temple Pilots no tienen demasiado que ver entre sí. Cuando acá estaban con lo del nuevo rock argentino, nosotros entramos en la última etapa. Pero nada tenían que ver Los Brujos, los Babasónicos y Catupecu.
-Por la dinámica de cambiar en cada disco, ¿se sienten los Radiohead argentinos?
-No sé. Radiohead me gusta mucho. Quizás ellos vibran en una frecuencia de búsqueda que puede ser la misma que la nuestra. Es bueno que a la gente le guste Radiohead y que nos comparen con ellos, aunque la música no tenga nada que ver. Que nos emparenten me da mucho orgullo. Radiohead es una de las pocas bandas que respeta el arte por sobre todas las cosas.
