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Miguel Abuelo vuelve pegando duro

  • Revista Expreso Imaginario
  • 16 abril, 1981

Miguel Abuelo, sin duda una de las voces más poderosas y personales de la historia de nuestro rock, ha vuelto a la Argentina para quedarse. Fundador de un grupo que precedió a Almendra y Manal -Los Abuelos de la Nada- actor, poeta, grabó un álbum en Francia en el ’74, cantando en castellano y con músicos argentinos. Vagabundeó diez años por Europa, compartiendo escenarios con muchísima gente de talento. Hoy prepara su despegue argentino con un nuevo grupo y un nuevo material, fruto de esas experiencias, Aquí nos cuenta su historia en una apretada síntesis llena de humor.

Miguel Abuelo

Mi abuelo era administrador de un campo en Junín (Pcia de Bs.As). Tenía vacas, ovejas, caballos, gallinas, patos, perros, pulgas, etc. Después de administrar el campo y la gente que trabajaba allí, al atardecer, se sentaba debajo de la parra y tocaba la guitarrita.

Parece ser que su padre también tocaba la guitarrita, debajo de otra parra.

Varias generaciones cantando bajo las parras. Así nací yo. Pero yo ni me enteraba. Escuchaba la radio, como todo el mundo. Tangos, folklore, lo que había. Nunca fui múy amanerado con la música, nunca me interesó en especial. Una vez que me escapé de mi casa y me fui hasta Salta -tendría unos trece años- me junté con unos salteñitos que cantaban y tocaban. Canté un poquito con ellos.

Mi hermana, que es mayor que yo, cantaba folklore y algo de bossa nova. Y en esas reuniones de amigos la gente me hacia cantar a mí también. Pero yo no me daba cuenta que cantaba bien. Como a la gente le copaba, me ful entusiasmando. Más interesado por el efecto en la gente que por el canto en sí. Así que seguí haciendo “efectos”.

ESPIRITU LIBERTARIO

También mi hermana era amiga de gente de teatro, de poetas y escritores. Yo veía que la poesía era una cosa bastante “simpática”. Todos ellos leían libros y se inspiraban. Mirándolos a ellos se me despertó ese espiritu libertario, esa naturalidad que da el derecho al pensamiento. Mi primer poema hablaba de Caín y Abel. Yo no sabía quiénes eran, sólo que uno había matado al otro. Entonces el poema terminaba: “Somos todos argentinos, no somos Cain ni Abel!”. Andaba por la Facultad de Filosofía y Letras, porque había muy lindas chicas. Me hice novio de una filósofa. Eran todos “profesores”, y yo era un animal.

Formé un trío con una gente de Liniers, que se llamaba “Los de Aquí”. Cantábamos zambas, chacareras, cuecas, vidalas. Yo hacía las voces más altas y punzantes. En realidad, yo estaba medio como “de paso” en ese ambiente, porque tenia mi mundo aparte, mi bicicleta, mi caballo, mi barrio y mis amigos. Yo venía de Munro, y cuando era chico repartía leche con el carro tirado por caballos. Con unos amigos botelleros comprábamos sandías en Colegiales y las vendlamos en Olivos, La Lucila, San Isidro.

Ibamos a una peña en Paraguay y Suipacha con mi hermana, que ya estaba trabajando con su nombre, Norma Peralta. Allí se reunían todos los folkloristas: Ariel Petrocelli, Armando Tejada Gómez, Daniel Toro, Mercedes Sosa, en fin, la nueva camada del folklore. Pero a la larga yo me rayé completamente con ese ambiente tan literario, y me encerré en una pensión de Carlos Pellegrini y el bajo: la famosa pensión Norte. Me refugié en ese cubil con la idea un poco ingenua de escribir la Historía Universal de la Realidad. Ahi había un montón de estudiantes, pintores, y conocí a un flaco que se llamaba Moris, que cantaba rock and roll y me caía bastante antipático. Había un gordo que siempre queria organizar todo: Horacio Martínez. Había otro muchacho con el cual trabé rápidamente amistad: Pajarito Zaguri.

Estos muchachos estaban formando un conjunto de música moderna: Los Beatniks. Ahí conocí a Pipo Lernoud, con quien empezamos a intercambiar ideas poéticas y musicales.

Yo estaba muy preocupado porque la Historia Universal no me salía, y compraba botellas de vino para empujar un pogo la inspiración.

LA CUEVA

Cuando me hartaba de la falta de inspiración cantaba vidalas y bagualas, golpeando una caja chayera o una olla que robaba de la cocina de la pensión. Los chicos del conjunto me empezaron a prestar la guitarra y Pajarito me enseñó a tocar “Soplando en el Viento» de Bob Dylan. Yo ya habla tenido contacto con todos estos pibes del rock una vez que pasé por la puerta de La Cueva de Pueyrredón, y viendo que habla música y gente me metí adentro. Pero no me gustó el ambiente, y les grité que todo eso era una porqueria. Un pibe flaco de anteojos se me acercó y me dijo: “Y vos, ¿qué sabés hacer?» “Yo canto”, le contesté, y me puse a cantar la “Vidala del Angelito”. Lo hice como una agresión hacia todo ese medio. Cuando abrí los ojos me aplastó una andanada de aplausos y congratulaciones. Después, yendo con Moris y Pajarito desde la pensión a La Cueva, volví a encontrarme con aquel pibe de anteojos que era Javier Martínez, y así comenzó mi relación con todo el movimiento de músicos que había allí. Litto Nebbia todavía no habia llegado de Rosario. De La Cueva ibamos a la Perla, y a veces recalábamos en un hotel, el Dixon, por ahi, por Peña y Austria. Hablábamos de música, de filosofia, éramos todos poetas. Ahi dejé de pensar en escribir la Historia Universal de la Realidad, y decidi empezar a vivirla, y compuse mi primer tema en un solo tono. Vertiginosamente me puse a hacer temas y a cantárselos a la gente. Todos juntos éramos como una usina, nos aguantábamos los temas unos a otros, nos dábamos coraje, y nos corregiamos los errores. En el verano nos ibamos todos a Gesell, algunos laburaban de lavaplatos, otros cantaban. En primavera nos juntábamos en Plaza Francia, o en Plaza San Martín, o en las playas de Núñez. Teníamos un recorrido fijo: Bar Moderno, Cueva. A las tres, cuando cerraba La Cueva, Perla del Once, hasta el amanecer, y después las plazas o las playas. Así pasaron algunos años y surgieron Los Gatos. En ese ajetreo, yo habla compuesto “Diana Divaga”, y cada día me lo tomaba más en serio: Un día fuimos con Pipo a ver a Ben Molar, porque ya la versión de Los Gatos de «Ayer Nomás” era un éxito, y Ben Molar era el capo de Fermata, la editora de las partituras. La vieja de Pipo lo convenció a Don Ben de que yo era un gran talento. El hombre me preguntó: “¿tenés un grupo?”, “Si”, le dije, aunque no tenía nada. «Y, ¿cómo se llama?” me preguntó él. Yo me acordé de una frase de «El banquete de Severo Arcángelo”, un libro de Leopoldo Marechal que estaba leyendo: “padre de los piojos, abuelo de la nada…”. Entonces, para salvar la situación le dije: “Abuelos de la nada”. Inmediatamente me dijo: «Tienen horario de grabación en CBS Columbia dentro de dos meses. Tienen que hablar con Jacko Zeller”. Salimos como enloquecidos con Pipo, a buscar un grupo. En Plaza Francia nos encontramos con Pomo, que era baterista. Pomo trajo después al resto de los integrantes: Alberto Lara, bajista; su hermano Micki, guitarra ritmica, un organista que se llamaba Eduardo, pero le pusimos Mayoneso en honor al más famoso orqaanista de La Cueva: Fanacoa. Nadie tenía equipos ni instrumentos, y casi ninguno habia integrado un grupo antes.

Empezamos a ensayar en el living de la casa de Pipo. Para grabar lo llamamos a Claudio Gabis, un pibito que estaba tocando blues con Javier Martínez. Grabamos, sin ninguna experiencia, “Diana Divaga” y “Tema en flu sobre el planeta”, que fueron los que salieron en el simple. Varios temas más quedaron grabados para un futuro long play. Para completar el grupo metimos a un pibe de Plaza Francia que tenía una velocidad increible con la guitarra: Pappo Napolitano.

Pero Los Abuelos no duraron mucho, a pesar de que teníamos voces y composiciones como para hacer “los beatles argentinos”. Pero cada uno tiraba para su lado. Pappo quería tocar blues, y finalmente yo me fui para empezar una carrera solista.

Jorge Alvarez estaba armando Mandioca, con el apoyo de todos los pibes que se juntaban en Plaza Francia. Me llamó para grabar y salir en la primera tanda de simples. Esos tres primeros simples eran uno de Cristina Plate, el primero de Manal y el mío, que contenía “Oye Niño» y “¿Nunca te miró una vaca de frente?”. Eran ediciones a todo lujo, y anduvieron bastante bien. Pero después la cosa se fue desinflando. Era una época muy bohemia, y nosotros no teníamos responsabilidad en el laburo. Salió otro simple, con Alchourrón como director musical. Los temas: “Hoy seremos campesinos”, dedicado a Tanguito, y “Mariposas de madera”.

Paralelamente yo trabajaba en teatro. Hice una pieza de Shakespeare y «Las ridículas preciosas» de Moliére. Compartía el escenario con Tincho Zabala, Iris Marga, Lalo Hartrich, Tania. Ántes, a los dieciséis, diecisiete, habla hecho teatro para niños y ganado dos veces consecutivas el primer Premio del Festival de Necochea.

Así que ya tenía un entrenamiento de mimo, teatro, danza, cuando llegó el momento de hacer “Hair”. “Hair”. fue una experiencia impresionante, porque se juntó un grupo tremendo de talentos: El Negro Rada, Horacio Fontova, Susy Debert, el negro Jimmy Santos, mucha gente.

Yo ya estaba cansado de la lucha musical en Buenos Aires. Hablamos hecho una experiencia fantástica que duró un día: «El Huevo”, con Pomo y Cutaia. Justo en ese momento se disolvió Almendra, y El Huevo y Almendra se fusionaron para grabar. Entramos en T.N.T., y grabamos tres temas juntos: Yo era la primera voz, Edelmiro primera viola, Pomo bateria, Cutaia teclados y Spinetta en bajo.

Después de todas esas pruebas pasajeras me largué para Europa.

Miguel Abuelo

EUROPA

Llegué con un bolsito, a la aventura. El primer lugar en el que canté fue un restaurante vegetariano de Ibiza, el «Double Duck». En realidad, prácticamente habia abandonado la música. No componía ni hacía nada, quería viajar, y vivir. Pero de a poco entré en el circuito de boliches chiquitos donde se juntan los hippies y los turistas, en Ibiza, Barcelona, Mallorca, Cadaqués (donde vive Dali), Paris y Londres.

En París me encontré con un músico electrónico argentino, que se llama Edgardo Canton. Edgardo me ofreció trabajar con él. Me presentó a Moshe Naim, el capo de la mayor grabadora francesa. Lo primero que hice fue la música para una película de Hugo Santiago con libro de Borges: “Nosotros”. Después compuse unas cosas para “Here and now”, una película sobre un grupo de ingleses jóvenes que volvian de la India, bien en plan mistico.

Moshe Naim me alquiló una casa antigua, que parecía un palacio, que compartí con el talentosisimo actor argentino Ricardo Mosner y nuestras mujeres e hijos.

A partir de allí, con el apoyo de la grabadora, que además puso todos los equipos, formé la banda para grabar. La base del grupo fue Carlos Begris, un chileno que tocaba el cello. Después aparecieron Pinto Garriga y Daniel Sbarra, ex integrantes del grupo Dulce de Membrillo, de La Plata. Grabamos un long play, “Miguel Abuelo y Grupo Nada”. Anduvo muy bien, increíblemente bien para algo cantado en castellano en Francia. Hicimos una gira por la costa atlántica y la costa mediterránea. Íbamos con camiones tremendos, con generadores eléctricos y todo. Tuvimos muy buenas criticas sobre el show. Pero el grupo tenía diferencias internas, Daniel quería hacer una línea Deep Purple y no nos poníamos de acuerdo. En el disco se nota que la guitarra toca en un astilo diferente que el de las canciones. Asi que a la larga nos disolvimos.

Quedé tan decepcionado que volvi a recorrer Europa cantando por los boliches, desde Ibiza hasta Amsterdam. Trabajé en teatro con Carlos Traffic, Mosner, Graciela Martínez, con el Magic Circus. En Europa se hace mucho teatro en la calle, en los museos, en el centro Pompidou. Es toda gente muy creativa que quiere llevar el arte a la gente común. Después de mucho tiempo de “vagabundeo artístico”, Moshe Naim me fue a buscar a Ibiza para grabar un disco. Me junté con Pinchevsky, en violin; Carlos Joana en guitarra; y Gustavo Gavetta en bajo. Estos dos últimos son santafecinos y tocan superbien. Las cintas que grabamos no se editaron nunca. Las traje conmigo ahora.

Me volvi para Ibiza, donde me junté con Miguel Cantilo y Kubero Díaz. Nos llamábamos “Los Abuelos de la Nada”, y salimos segundos en el Festival de Ibiza y Formentera. Morci Requena tocaba el bajo, Aldo Ferrari voz y guitarra acústica, Miguel Cantilo voz, Kubero primera guitarra, y yo percusión y voz. Era un grupo básicamente vocal. Haclamos cosas maravillosas.

VUELTA A LA ARGENTINA

Finalmente llegó el momento de volver a la Argentina a utilizar toda la experiencia adquirida.

Ahora estoy viendo el panorama musical de aquí, y pienso que mucha gente se bajó los pantalones. En vez de seguir siendo, en vez de seguir obedeciendo lo que les ordenó un impulso vital desde su infancia, están volcados a las modas, son como avestruces dentro del agujero del jazz rock o de la poesía gauchesca, el reggae, la new wave, y cosas por el estilo. Yo creo que es necesario seguir explotándose a si mismo como ente creativo y acá hay una merma espantosa.

Lo que me propongo con mi trabajo es seguir una línea personal, con todas las influencias del mundo, pero por el camino central, el que sale de adentro. El que tiene algo para decir es porque lo vivió. La gente, y yo mismo, tenemos que seguir escarbándonos, creyéndonos, empujándonos, estando atentos y creativos en todo momento. Hay que poner la fe en el potencial que cada uno lleva adentro.

Tengo una gran cantidad de temas nuevos y un concepto muy dinámico de lo que es estar arriba de un escenario. Utilizo todo lo que aprendí el teatro, la mímica, el folklore, el funk, y hago una mezcla nueva que tiene mi sello. Ya está el grupo casi armado, aunque no quiero decir nombres hasta que sea la hora de salir. Después de pasar casi diez años afuera, tengo toda la fuerza que hace falta para desatar el vuelo de mi música frente al público de mi país.

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