«Lo que vine a buscar» no sólo reafirma la identidad del artista nacional, sino que también refleja su compromiso con la evolución constante y experimentación en el arte.
Mario Magno creció en Puerto Madryn al calor de los 90´s. Hendrix, RHCP, Nirvana, Eric Clapton y Robert Johnson sonando durante horas en su compactera a orillas del Atlántico. Sus veinte lo encontraron yendo a vivir a La Plata para entrar en el círculo de la música bonaerense. Desde entonces, mantiene prendida la llama de su vocación: ser músico.
Hoy, a sus 46 años lanza el primer disco profesional: “L.Q.V.B. Lo que vine a buscar”; Sebastián Perkal (productor), Félix Carrizo (bajista) y Matías Juárez (baterista) completan el power trío que le da vida al proyecto.
¿Cuándo y por qué decidiste el camino solista?
Creo que no lo decidí, estrictamente hablando. Fue como la conclusión de un camino recorrido. La síntesis de decenas, quizá cientos de músicos con los que he compartido sesiones, ensayos, zapadas y bandas. Todo eso, a la vez que va sucediendo, despierta chispas en el interior de uno mismo. Es increíble lo que se puede desarrollar en base a una idea, un gatillo de la realidad cotidiana.
Dentro de «Lo que vine a buscar», el tema 4 es “La bailarina” y surgió mientras hacía zapping durante la pausa (estaba mirando Los Simpson) y momentáneamente apareció un estilo de pastor televisivo que justo estaba gritándole a sus feligreses: “cuarenta días, cuarenta días”. Adivino que estaba hablando de cuánto le llevó a alguien hacer algo, o de cuánto llovió en el diluvio. Pero la sonoridad de esas palabras me quedó retumbando en la mente y unos minutos después agarré la guitarra y allí estába el resultado: una canción sobre una chica bailarina, sus padres estrictos y sueños rotos. Con esto me refiero, ahora atando los puntos, que todo lo que va sucediendo en la vida de un artista de cualquier disciplina puede ser un excelente gatillo para una posterior obra de arte.
Hay que estar muy atentos y ser muy humildes al momento de tratar con la inspiración y nunca intentar manipularla. Solo transmitir lo que a uno le llega, creo. De aquí que ser un solista, componer mis propias canciones y vestirlas de la manera que considero más apropiada, la que más fielmente refleja lo que escucho en mi mente. Es difícil, duro y costoso, pero cuando lo hacés exclusivamente por el amor a la música, se torna tan satisfactorio que todo termina siendo ganancia y crecimiento.
Si bien la banda lleva mi nombre, tanto Félix Carrizo en el bajo como Manu Oropeza en la batería son músicos intensamente comprometidos con las canciones; los arreglos y todo lo que embellezca y fortalezca al arte que hacemos. Somos un equipo, con una dinámica sana y alegre. Llegar a ensayar es nuestro escape de lo cotidiano, un espacio que cuidamos mucho y nos contiene cálidamente.
¿Qué representa la música para vos?
La música es un mundo perfecto. Como todos los mundos, tiene cualidades que pueden ser buenas o malas dependiendo de la manera en que sean utilizadas. Para mí, durante muchos años de mi adolescencia y los años siguientes, funcionó como un lugar de escape, un espacio súper estimulante al que me iba cuando lo demás me aturdía o sobrepasaba.
Siendo de Puerto Madryn, Chubut, recuerdo ponerme los auriculares y salir a caminar por la playa en invierno, con el viento de frente, escuchando RHCP o Faith No More o Nirvana, cantando a los gritos y sintiéndome libre. Pasados los años, entiendo que estaba desahogándome de todo lo demás y me liberaba.
Con los años, ella misma fue manifestándose en mi día a día. Sentí algo parecido a la responsabilidad espiritual y un día tomé la decisión de encarar la guitarra con seriedad. Hoy en día estoy contento con el nivel medio al que llegué, ya que me sirve para desarrollar las ideas o canciones que se me ocurren de manera tal que luego las escucho y me dan orgullo. Por tanto, creo que el mundo al que antes escapaba, actualmente es un ámbito de trabajo, disfrute y creación. Me siento un afortunado por eso. Destinar parte de mi vida a desarrollarme en lo que más me gusta es un privilegio que me he ganado a fuerza de resiliencia y esfuerzo.
¿Cuál fue el criterio al momento de seleccionar los 13 temas que incluiste en tu último álbum?
Cuando me contacté con Sebastián Perkal respecto del álbum L. Q. V. B Lo Que Vine a Buscar, no estaba para nada seguro de que me fuera a considerar. Al contrario de mi percepción inicial, encontré un tipazo y productor al que pude entender bien. Nos pusimos a trabajar en equipo sobre las canciones, sus partes y sonoridades. Llamamos al tecladista y percusionista que mejor combinaban con el estilo, probamos partes con una guitarra, luego con otra, con este equipo y aquel. En fin, fue un proceso hermoso y así se manifiesta en el resultado.
Es un disco de rock, hecho y derecho. Sin ínfulas de ningún tipo, pero adueñándose de un ambiente durante todo el tiempo que suena. Lo saqué entero porque así se hacía hasta los 90 y de alguna manera sentía que iría en contra de algo que me hacía flashear de pibe (tirarme en mi cama con el booklet del CD recién comprado a leer mientras lo escuchaba completo por primera vez, esa sensación – creo que cualquiera que la haya conocido y vivido, coincidirá – era mágica. Una real conexión con el artista en cuestión. “Me llegó tu música, con el librito y acá, en esta burbuja sin mensajes de texto ni celulares pantallas; acá me dispongo a conocerla, analizarla y disfrutarla” Impagable sensación).
En cuanto los temas elegidos, fueron decisiones difíciles. A Seba Perkal le presenté casi veinte, de los cuales quedaron trece (el disco tiene once temas en español y dos en inglés). De los desechados, hay cuatro o cinco que han sobrevivido y ya están siendo producidos para el segundo disco.
¿Cómo viviste el proceso dentro del estudio y cuánto tiempo te tomó darle un cierre?
El disco lo grabamos en Ecostudio (Villa Elisa) durante aproximadamente dos meses. Nosotros estamos en CABA, por tanto, ensayábamos y una vez por semana nos íbamos hasta el estudio. Luego de un tiempo, ese tipo de sistemas empieza a dar sus frutos y todas las canciones, además, van creciendo paralelamente. A mi manera de ver, es muy beneficioso porque luego se puede entrar a grabar las baterías juntas, los bajos, y se puede hacer una sesión de grabación en vivo si se quiere. Lo contrario, ensayar una o un grupo pequeño de canciones, ponerlas a punto y grabarlas para luego pasar otro sub grupo y así sucesivamente hasta terminar el disco, no es de mi agrado para nada.
¿Encontraste lo que buscabas transmitir?
Definitivamente, sí. Al menos para esta etapa. Las canciones de L. Q. V. B. Lo Que Vine a Buscar las fui creando a lo largo del camino. Es por esto que terminó siendo un disco tan ecléctico. Tiene muchos géneros diferentes (hasta una cumbia rock) y aun así, escuchándolo entero, se advierte un paraguas conceptual que lo abarca por completo.
El orden de los temas fue fundamental para esto. Luego de muchas combinaciones, terminé decidiéndome por una estructura más rockera, desde el tema uno hasta el tema siete; y ahí ubiqué Ritual como tema ocho, a manera de división entre la primera parte del disco y la segunda. ¿Por qué Ritual puede funcionar como división? Simple. Es el tema más largo y colgado del disco. Por momentos es medio Floydiana y tiene un arreglo vocal a-capella en el medio que significa, justamente, el Ritual del título y creo que es la más distinta de las demás de todas.
Las canciones que estamos creando ahora mismo en la sala de ensayo, ya con miras al segundo disco en la primavera, están saliendo más rockeras.
Si tuvieses que elegir una canción del disco para compartir con los seguidores de Rock.com.ar ¿Cuál sería y por qué?
Es difícil, justamente por el carácter ecléctico del álbum, pero creo que “La Sortija en la Rebelión” o “Chico del Voodoo” podrían hacer las veces de buenas compuertas de entrada al álbum completo. De todas maneras, hay temas más tranquilos y poéticos para un paladar más inclinado hacia las baladas, como “Here (As I Touch the Ground)”.
¿De qué manera describís la propuesta en vivo? ¿Te gusta respectar el formato estudio o preferís improvisar?
Soy más de usar la versión en estudio como guía, pero para tocar en vivo me gusta darle a todo un sentido esférico. Que exista una dinámica en lo que suceda y esté todo conectado. Y si para lograr este tipo de ambiente tengo que modificar algo de los temas, o hacerles alguna pequeña intro ad-hoc, no tengo ningún problema; es más, me gusta. Suelo, también, pensar las listas en vivo como oleadas de intensidad o de tranquila conexión. Nunca un tema rápido, luego uno lento y luego otro rápido. Siempre en oleadas, como las ondas sinusoidales.
¿Qué nos podés adelantar de los shows y objetivos para este año?
Al haber cambiado de batero hace poco, estamos en plena etapa de aprendizaje de los temas por su lado. Mi objetivo es que se apropie de ellos, tal como Félix lo hizo en el bajo, por lo que le he dado un marco temporal de dos meses para lograr ese punto sin apuros ni ansiedades (el apuro mata la esencia del arte).
Vamos a aprovechar para filmar el primer videoclip estético de la canción «La Sortija en la Rebelión», mientras ponemos en forma a la banda. Y paralelamente, ya estamos trabajando en los temas del segundo disco.
A mí me encanta tocar en vivo, es una de las mejores cosas que he sentido en mi vida. Pero si me ponen contra la espada y la pared, elijo estudio y grabación. Estoy más en el tema de plasmar mi música para el futuro.
Estimamos que la próxima fecha en vivo sea durante el mes de mayo. Mientras tanto, en mariomagno.com.ar pueden encontrar toda la info sobre lo que vamos haciendo y el disco L. Q. V. B. Lo Que Vine a Buscar.