El músico argentino Lucio Mantel cumple diez años de carrera solista y, tras girar por Europa, prepara su quinto álbum de estudio.
“Está por salir el primer adelanto, que se llama ‘Todas las formas de estar’, y así tal vez se llame el disco –anticipa el compositor–. No sé si es la canción con más vocación de corte de difusión, pero la veo como la que me abrió la puerta a componer el resto”.
Para lo que será su quinta placa, Mantel se encuentra trabajando con su colega Axel Krygier en la producción, a quien conoció en un festival en Dinamarca.
“El álbum tiene una variedad de colores tremenda, muchos de ellos salidos de la imaginación de Axel –señala Lucio–. Siempre me interesó su mirada estética. Se puede decir que somos músicos muy distintos, pero la verdad es que él entró en el disco de manera muy natural”.
Entre diciembre y marzo, el músico que tiene en su haber cuatro LP giró por Suiza, España y Francia y recuerda: “Toqué en recintos de todos los tamaños, frente a gente que habla distintos idiomas. Es curioso pensar en qué será lo que recibe un suizo de una canción cantada en español, compuesta en este contexto. En todos los casos recibí muchísimo cariño. Y me quedaron ganas de volver”.
¿Qué cosas han evolucionado en vos en estos diez años?
No pienso en términos de evolución. Porque sería creer que uno va mejorando. No estoy seguro de ser mejor que antes. Sé que voy cambiando. No creo que este sea un camino lineal. Entro en un impulso y salgo. De la gente que me escucha, algunos preferirán mi primer disco, y otros el último. Tiene que ver con el registro sensible que abordé en cada época. En ese sentido, es cuestión de cómo lo siente el que está del otro lado del parlante. Pienso más bien en un movimiento. Me siento transformado cada vez que termino un disco. Y transformarme es mi motivación personal para desarrollarlo. Hay una parte del proceso que hago que implica perderse. Tal vez eso que se conserva durante esa enajenación es lo que me identifica. Uno cambia en relación al contexto.
¿Qué recordás de tus comienzos?
Cuando empecé como solista estaba muy atraído por la idea de hacer algo acústico, eran años en que escuchaba bastante folklore, siempre desde mi óptica porteña. Mi instrumento hasta entonces había sido la guitarra eléctrica, y las canciones de “Nictógrafo” (2008) aparecieron con el redescubrimiento de las cuerdas de nylon. Ahora estoy buscando en un lugar más abstracto en cuanto a géneros. Creo también que este momento es otro. La música que hacés tiene que ver con lo que se respira alrededor, con cómo eso dialoga con lo que te pasa a vos. Igual, siempre pienso que “Nictógrafo” no es “mi primer disco”, sino el primero que grabé. Antes de eso compuse otros que se perdieron.
¿Cuáles son los momentos que más recordás en esta década como solista?
Frecuentemente aparece una situación que nunca había imaginado vivir: Estar tocando delante de una orquesta sinfónica, o con algún músico que escuché durante años, o viajando a tocar a un país del que no sabía su existencia, o que un músico de otro país grabe una canción en la que participé componiendo. En todos esos momentos intento salir de mi mirada subjetiva, mirar la escena desde afuera y hacerlo lo mejor posible.
¿Qué es lo que te lleva a ser un músico al que le gusta experimentar e incursionar con distintos sonidos y géneros?
Tal vez la idea de que la música es una. Y los géneros son lenguajes. En algún momento veintipico, un maestro con el que estudiaba guitarra clásica me preguntó si no quería dedicarme más de lleno a la música académica porque según él venía muy bien. Yo tenía mi banda de rock donde componía, y también tocaba en grupos de tango, de folklore, viajaba a Brasil a tocar Samba, hacía música con cosas electrónicas y demás. Me vino bien la pregunta. Me la traduje así: ¿Quiero tocar un género muy bien o tocar medio mal todo lo que se me antoje? Elegí, sin dudar, la segunda opción y me encanta.
Foto: Daniela Pafundi