En la tapa de «Premier», el álbum debut del dúo, una joven de rostro relajado flota bocabajo en el espacio aéreo de una habitación de paredes marrones y piso celeste. Debajo de ella, una niña descalza grita de excitación en un columpio que cuelga de la nada. Un televisor reproduce la imagen hasta el infinito. Escuchar este disco provoca sensaciones similares a las que refleja la cubierta: por ejemplo, el relax de “Tan capaz” y “Tu luz”, un par de lentos como hace tiempo no entregaba el pop argentino; o la ondulación y el éxtasis que provoca la danza en “Víbora” o “El ritmo de tu pánico”, en un contexto en el que la repetición (a expensas de la tecnología) es el pilar para el acto creativo.
“Puede sonar como algo muy pretencioso, pero queremos generar una música que todavía no existe. Tal vez nunca lo logremos, pero al menos lo intentamos”, susurra Marcelo Lopilatto, cantante y tecladista de Los Látigos. En la búsqueda de su propia voz, el grupo se hace de bases del hip-hop, bajos funk, climas del trip-hop, cortes de drum él bass, sonidos de sintetizadores antiguos y hasta de un piano eléctrico. “De cada género tomamos lo que nos sirve de un modo natural, sin proponérnoslo”, explica Gonzalo Destéfano, guitarrista. “Porque ahora hay una moda de grupos que mezclan estilos para tratar de evitar los clisés, pero terminan combinando clisés, precisamente.”
En 1992, cuando todavía no tenía nombre, la dupla empezó a mostrar shows “salvajes”, a puro riff y bases industriales. Luego, la banda ganó en refinamiento con el paulatino agregado de sus “invitados permanentes”: Cristian Emme (batería), Yuliano Acri (teclados) y Diego Bavasso (programación y teclados). Un camino similar, que parte desde el groove y el ruido y llega hasta un pop sofisticado y tecnológico, es el que recorren Marcelo y Gonzalo cuando se sientan a componer. El resultado, en sus momentos de calma, recuerda vagamente a los franceses Air. Como éstos, también los dos veinteañeros quilmeños están algo cansados de que los embarquen livianamente en el pelotón de la música electrónica: “Usamos instrumentos del tecno, pero también nos provoca el rock. Somos una especie de parientes lejanos de ambos estilos. Estamos casados con una máquina de ritmo, así que somos cuñados de la música electrónica”, ironiza Gonzalo.
Todo queda en familia, pues: el gurú tecno Daniel Melero produjo Premier, aunque en un principio el dúo quería hacerlo por las suyas. “Pero nos dimos cuenta de que estábamos locos si nos perdíamos toda la sabiduría que Daniel tiene dentro de un estudio. Aprendimos un montón con él”, afirma Marcelo. Y enseguida confiesa que fue Conga, de Melero, uno de los discos que lo impulsó 2 hacer música. A la hora de hablar de sus influencias, Los Látigos mencionan con entusiasmo a Sigue Sigue Sputnik (¿alguien se acuerda de ellos?) y continúan la lista con Virus, los Beatles, Velvet Underground, Sonic Youth, el Bowie de los 70, Marc Bolan, Kraftwerk, Alien Sex Fiend… “Podríamos estar nombrando grupos todo el día, aunque su impronta no se note en Premier -resume Gonzalo-. Pero, justamente, eso es lo bueno.”
Para Los Látigos, la posibilidad de grabar surgió recién con la aparición del novel sello Reina de Corazones. Ántes habían tenido varias propuestas -incluso de una multinacional-, pero fueron des-echadas. “Nos dijeron que teníamos que cambiar las letras por cosas más sociales y putear mucho, porque eso era lo que quería la gente”, recuerda Marcelo con irritación. “A nosotros nos gusta usar la música para hacer bailar y para escapar de la realidad; por eso, a veces, escojo las palabras para una letra sin preocuparme por que tengan un sentido. Igual, nada iba ni va a detenernos: vamos a hacer música aunque tengamos que caminar cuarenta cuadras para ir a ensayar. Me causa gracia un sector del rock que cree que si hacés una música un poco más sofisticada sos puto o tu viejo te pagó el viaje a Londres para que veas qué es lo que está pasando. Yo nunca en la vida me subí a un avión, no tengo Internet ni estoy pendiente de lo que pasa afuera.”